Sonaba mal. Cuando un director ha sorprendido gratamente con un film tan redondo como Isla Mínima (El festín del cuervo) se embarca en un película cuyo argumento parece de telefilm de domingo por la tarde, suena a malgasto de talento. ¿Qué interés podía tener a estas alturas remover el célebre asunto Roldán? Sin embargo, conviene no olvidar que hubo un tiempo en que Francisco Paesa encontró en el ex director de la Guardia Civil a la excusa perfecta. Ahora, Alberto Rodríguez aprovecha al espía como pretexto para hacer la radiografía de muchos de nuestros demonios actuales.
El hombre de las mil caras es una cinta narrada con ritmo y con pretensiones de thriller, aunque sin olvidar las particulares características de la España de aquel momento. Demasiadas cabriolas podrían dar irrealidad, también sería fácil rebajarlo todo a un asunto chusquero. Aquí emerge el oficio de un muy buen cineasta, de repente, el famoso affaire Roldán empieza a importarnos poco, pero sí las metáforas que ayudan a situar las coordenadas de nuestro día a día, de por qué estamos en este clima de desprestigio de instituciones, cargos públicos, altas finanzas, etc.
Para ello, esta historia cuenta con un actor superdotado, Eduard Fernández, quien regala una de sus clásicas y camaleónicas transformaciones. Su Paesa es desde el principio un adecuado ejercicio de eclecticismo: lo sofisticado e inteligente se da la mano con lo improvisado, el gusto por la chapuza y la confianza de que siendo un poco más listo que el resto se puede hacer creer a la gente en lo que uno quiera.
Con todo, pese a las magníficas prestaciones de Fernández, el guión adaptado comprende que le tendrá de gran protagonista, pero que Paesa ni puede ni debe llevar la narración de la historia. Para ello, Rodríguez y su equipo se encomiendan a un personaje más terrenal, Jesús Camoes, un piloto en unos días donde el aire todavía pertenecía a unos pocos y la clase turista no habíamos invadido los aeropuertos con ofertas a bajo precio por internet. José Coronado da buena cuenta de este apoyo de las intrigas de Paesa, todo un estereotipo también de una época.
A su manera, el personaje de Camoes recuerda, en cierto sentido, al magnífico aprendiz de gángster que encarnaba Ray Liotta en la monumental Uno de los nuestros (1990). Está cerca de los que de verdad cruzan la raya y, por momentos, puede aspirar a sentarse en primera clase. Pero la vida, al final, te lleva a entender que quiénes de verdad son los bad boys no dejan sentarse a nadie en su mesa, donde se toman las verdaderas decisiones.
La tercera arista del triángulo será el propio Roldán, interpretado aquí por el premiado Carlos Santos. Realmente, tras haberse escrito tanto en prensa e informado por telediarios acerca de quien fuera primero uno de los miembros más valorados del gobierno y posteriormente un chiste fácil de oficina, interesa mucho la versión de El hombre de las mil caras, presentando a un ser humano falible y casi abrumado por la soledad que le aguarda en su periplo, prácticamente un juguete roto en manos de un protector mucho más inteligente que él.
Una enmarañada red de mentiras se irá tejiendo en una película que, aunque a veces parezca enrevesada, sabe perfectamente dónde pretende hacernos llegar. Hay lujos como veteranos de la talla de Emilio Gutiérrez Caba, cuyas apariciones son pequeños bocaditos del mejor cine, otorgando mayor empaque a este inteligente film de Rodríguez.
Eso en el haber, pudiendo señalarse en el debe la escasa presencia de personajes femeninos. Hay dos muy importante, la esposa de Roldán (Marta Etura) y la propia pareja de Paesa (Mireia Portas), las cuales salen poco pero su esencia está siempre omnipresente sobre las decisiones de ambos hombres. Sin embargo, hubiera sido interesante dedicarles algo más a su visión de esta peculiar historia. Sí es una incidencia muy oportuna reflejar lo que supuso esta operación para la prometedora carrera presidencial de Juan Alberto Belloch.
Tras el metraje, se sale con la sensación de alivio de que un gran director no ha perdido su toque. Que, en ocasiones, no es tan importante la historia como la manera de enfocarla. Hay mucho de nosotros mismos en estas versiones de Paesa, Roldán y Camoes. Y eso debería pararnos las orejas e inquietarnos. Entre vender una preferente a una confiada pareja de ancianos jubilados y falsificar una orden de extradición hay un parentesco claro, una vuelta al país de la picaresca, a la chapuza ingeniosa sobre el análisis certero.
-http://www.lavanguardia.com/participacion/concursos/20160914/41301484884/el-hombre-de-las-mil-caras-sorteo-entradas-jose-coronado.html
-http://www.hobbyconsolas.com/reviews/hombre-mil-caras-critica-nueva-pelicula-alberto-rodriguez-68158
-https://www.blogdecine.com/criticas/el-hombre-de-las-mil-caras-esta-espana-mentirosa
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