Willkommen. Bienvenue. Welcome. Cae la noche en el Kit Kat Klub. Ocupen su localidad y presten todos atención, puesto que está a punto de levantarse el telón, habría pregonado el maestro Sabina. Nos encontramos en el Berlín de la década de los 30, una fría Nochevieja donde la persona turista debe buscar un poco de calor y compañía en el primer rincón acogedor. Entre las perturbadoras noticias sobre el movimiento nacional-socialista de Hitler y sus seguidores, este escondido cabaret permite recordar que hay otras cosas en la vida que oscuridad, un refugio para huir de la soledad y los problemas. Todo el mundo real queda fuera cuando Sally Bowles extiende una hermosa pierna enfundada en una media y pide que la invites a una copa.
Aterriza durante estos días el musical de Broadway por Córdoba, Cabaret irrumpe con fuerza y con todo el dispendio que tiene una obra clásica cuya adaptación a la gran pantalla (1972) la terminó de consagrar en el imaginario popular. Bajo la dirección de Jaime Azpilicueta, una gran puesta en escena nos introduce de nuevo a estos queridos personajes, con el libro de Joe Masteroff y la música de John Kander. La butaca se gana su precio, créanme.
José Carlos Campos aparece de inmediato para convertirse en Cicerone, maestro de ceremonias paganas y Marqués de Sade si se tercia para este viaje al pasado donde vuelven a aparecer temas como Money Money, Cabaret, Willkommen, etc. Y, de inmediato, el personaje de Cliff (Alejandro Tous), el aspirante a escritor que, como Peter Parker le hubiera podido decir, no sabe que he has just hit the jackpot cuando se topa con una pelirroja (Cristina Castaño) que es la reina de ese micro-cosmos: Sally Bowles.
Un triunvirato de protagonistas que lucen tanto en los números de baile como con sus diálogos chispeantes. Hay mucha tela que cortar en estos romances que transcurren con un telón de fondo muy concreto. Ello se adereza sabiamente con distintas subtramas algunas tan encantadoras como la de la casera Schneider (Amparo Salazar) con Herr Schultz (Enrique R. del Portal), mientras se van desarrollando nuevos afectos y surgiendo peligrosos odios.
Y es que conforme más se rasca la superficie del viejo tugurio, más aristas vemos en unas personalidades complicadas. Pueden cambiarse nombres (e incluso nacionalidades, puesto que en el famoso film, el personaje de Michael York era inglés, aquí norteamericano) y adaptaciones del libreto, pero el intrigante triángulo que va a conformarse con un amigo alemán a quien Cliff encuentra en su viaje en tren que lo lleva a la capital bávara siempre generará expectación. Interrogándose sobre la orientación sexual de Cliff, la inteligencia natural de Sally la lleva a una reflexión maravillosa: "¿Qué más da? Al final lo que todos somos es personas. Si me preguntases por qué me pinto las uñas de verde, simplemente contestaría que es porque me gusta. Lo otro es igual".
Realmente, existen pocas cosas con más gancho que los perdedores con atractivo y carisma. Las personas vencedoras siempre terminan hallando la crónica oficial que esconderá sus cadáveres debajo de la alfombra, mientras que la honestidad desnuda de las sinrazones y penalidades de los integrantes de esta Corte de los Milagros bohemia producen una inmediata curiosidad.
Hasta el mes de febrero, Cabaret seguirá celebrando su cincuenta aniversario tras recorrer más de una treintena de ciudades españolas y con más de quinientas funciones a sus espaldas. Algo sigue enganchando al auditorio sobre esta atmósfera de bohemia y copas, una promesa de reírse de la vida con una gran carcajada, como si los encantos y los placeres de don Carnal nos permitieran entrar en la fortaleza de la máscara roja que concibió Edgar Allan Poe.
Lástima que la realidad, como le ocurre a nuestros protagonistas, siempre encuentre una manera de colarse por la puerta. Por más que busquen huir de la política y la inflación del marco, al final el hambre aprieta y todos somos capaces de hacer lo que fuere por un poco de dinero cuando estamos ante la espada y la pared. Comprendemos que la huida es terriblemente seductora cuando el compromiso puede traducirse en cristales rotos y noches de cuchillos largos.
Pero ya saben el dicho del maestro de ceremonias: Entre aquí, la vida es hermosa en el cabaret. Las chicas son divinas. Incluso la orquesta es divina. Durante unas horas en el Gran Teatro, sin duda, así fue...
FOTOGRAFÍAS EXTRAÍDAS DE LOS SIGUIENTES ENLACES:
-Gran Teatro de Córdoba, Cabaret, sesión del día 28 de enero de 2017 [Fotografía realizada por el autor del blog]
Querido Marcos, como bien sabes, acabo de disfrutar de esta fantástica obra en el Gran Teatro, justo una semana después de lo que lo hiciste tú. Puedo decir, con alegría, que las sensaciones son las mismas: vengo maravillada, tanto por la puesta en escena como por el increíble trasfondo de una obra que, por muchas veces que se vea, siempre despierta algo nuevo en el espectador.
ResponderEliminarMe ha faltado tiempo para venir aquí y releer tus impresiones sobre ella. Y tengo que darte la enhorabuena, porque has conseguido reflejar perfectamente con palabras lo que acabo de ver sobre el escenario. Gran elección, además, de la cita de Sally, una de las mejores de la obra.
Me alegro mucho de haber entrado en el Kit Kat Klub, dejando fuera los problemas. Dentro es todo tan maravilloso...