domingo, 12 de junio de 2016

LA MUERTE DE STALIN



Hay cómics que tienen fuerza de entrada. La persona que abre sus páginas nota de inmediato que no está ante una lectura cualquiera, simplemente, acababa de empezar el sumergimiento en una historia diferente. Exactamente eso sucede con La muerte de Stalin, una narración a cargo de una pareja artística de lujo, Fabien Nury (guión) y Thierry Robin (dibujo), quienes nos trasladan a las últimas horas de vida de Iósif Stalin, así como a la implicación que todo ello tuvo en la cúpula del Partido soviético.



Un marco realmente grandilocuente y con un regusto siniestro. No está nada mal que la ambientación sea así, puesto que la figura de Stalin ha dejado en la Historia un regusto de ostentación de gran poder y un eco oscuro, fruto de las purgas, gulags y verdadero régimen de terror que este personaje logró imponer. La revolución bolchevique había luchado contra la tiranía y régimen atávico de los zares, justo para encontrarse después que uno de sus máximos dirigentes se ganaba el apelativo de "El Zar Rojo". Inteligente, ambicioso y sin escrúpulos, Stalin generó una corte alrededor que en los momentos de esta aventura se debate entre el temor de la situación política que puede surgir (contexto de la Guerra Fría) y el sueño de poder reemplazar al cabecilla como nuevos hombres fuertes.



Rigurosamente documentado, el público que no beba los vientos por los rigores de Clío, puede respirar tranquilo. La muerte de Stalin no es un registro notarial de aquellos inciertos días en Moscú, sino que los autores introducen elementos dramáticos a su beneficio para acelerar el tempo narrativo. Así, la carta de la solista María Yudina cambia su ubicación cronológica real para servir de realmente impactante inicio. Podríamos decir que las cosas no ocurrieron así, pero sí que está presente la esencia y el sabor del miedo que presidio aquel acontecimiento excepcional. 



Historia coral dentro de un comité donde, eso sí, hay un personaje al que Robin caracteriza con especial esmero, Lavrenti Beria, uno de los más hábiles jugadores en el círculo de Stalin para intentar sustituirle dentro del Partido. Sin embargo, los costes del fracaso en la empresa pueden ser terribles, e incluso un manipulador y conocedor de los entresijos y secretos del Kremlim está expuesto a excesivos riesgos. Otros nombres como Malenkov o Nikita Kruschev desempeñarán su rol en un drama casi shakespiriano por cuanto refleja de a lo que conduce la codicia desmedida y la seducción del poder. 



Pero un arma devastadora que que deja boquiabierto al auditorio en esta verdadera obra maestra es la capacidad que tiene el guión y la representación gráfica de mantener, incluso a los más abominables en este festín de cuervos, con su humanidad. A pesar de que los vemos hacer actos de tremenda crueldad, nadie es figura de retablo, todos tienen debilidades, amores perdidos, inseguridades, miedos, etc. La sagacidad de los diálogos impresiona. 



Particularmente, Nury maneja muy bien los sobre-entendidos cuando quiere insinuar y no decir algo. Su mejor trabajo, quizás, es con el hijo de Stalin, a quien da varias escenas fundamentales para que echemos un rápido vistazo, apenas un parpadeo, al círculo familiar y la intimidad del "padre de la patria" Stalin, aquella imponente presencia que llegó a quitar el sueño al mismísimo Lenin, quien vislumbró que era fundamental para el futuro que el gran poder que llegó a aglutinar Iósif no terminase engullendo Trotski. El resto ya lo conocen.  



Paralelamente, el virtuoso trazo de Robin nos lleva por el peregrinaje de gentes de diferentes rincones de Europa del Este, trabajadores esforzados que acuden en masa a mostrar sus respetos a un gigante antes a un hombre; probablemente, nunca conocieron a Stalin en persona, pero la imagen propagandística permitió crear un mito de acero que, junto con los silencios (lo acontecido en el bosque de Katyn con los prisioneros polacos, los asesinatos orquestados contra ex camaradas suyos expatriados, usar en su único provecho la petición de apoyo del gobierno republicano durante la guerra civil española...), hizo pensar a muchísimos que Iósif nunca moriría. 



Síntoma de lo bien que llegan a moverse en la particular ópera que traman, es que el equipo artístico incluso se permite una cierta dosis de humor negro, el cual no estorba ni es de mal gusto, simplemente sirve de relajante, una sonrisa amarga ante el desfile de doctores y alianzas dignas de Meñique que se van gestando en la secretaría soviética. 



Imposible abandonar estas viñetas sin acariciar la idea de que acabamos de toparnos con un auténtico clásico, uno de esos cómics que revindican la calidad que se puede llegar a alcanzar en este medio artístico. 



FOTOGRAFÍAS EXTRAÍDAS DE LOS SIGUIENTES ENLACES:



http://labd.blogspot.com.es/2012/07/incroyablement-oublies-cccvi-la-mort-de.html



http://www.sambabd.be/tag/la+mort+de+staline



http://www.normaeditorial.com/ficha/012034565/la-muerte-de-stalin/

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