domingo, 23 de agosto de 2015

QUERIDOS CAQUITOS



De un pequeño sketch al Olimpo de las series en América Latina. Hacer eso una vez ya sería suficiente mérito, toda una hazaña. Sin embargo, Roberto Gómez Bolaños logró esa fórmula perfecta hasta en tres celebradas ocasiones. Muy conocidas son sus creaciones El chavo del 8 y El Chapulín Colorado, aunque, quizás por estas latitudes, tengamos menos noticia de Los caquitos, quienes también iniciaron en sus libretos una andadura que los llevó de pequeños gags cómicos a todo un espacio dedicado a ellos. Una andadura que viene a cuento recordar ahora, estando tan reciente el fallecimiento de Bolaños, inmortalizado en el imaginario popular bajo su apodo artístico: Chespirito



Todo se inició cuando don Roberto decidió contar las desventuras de un dueto de rateros, el Chómpiras (interpretado por él mismo) y el Peterete (caracterizado por el genial Ramón Valdés). A pesar de sus aviesas intenciones, sus atracos siempre eran frustrados, no tanto por la eficacia policial como por su propia incompetencia. Particularmente el Chómpiras era un dechado de vagancia y falta de empuje (ya fuera en su labor delictiva o en una discusión), ganándose muchas veces sonoros tortazos de su colega. Una pareja muy clásica de humor físico (casi al estilo de Muertos de risa), con añadidos tan celebrados como el rasgo que Valdés dio al Peterete de andar como si fuera la mismísima Pantera Rosa.   



La marcha de Valdés (junto con la de otro puntal de los programas de Chespirito, Carlos Villagrán) provocó que el rol del Peterete pasase a manos del Botija, otro fornido delincuente que ejercería características muy parecidas a las del anterior con el Chómpiras (incluyendo el hábito de peinarle antes de propinarle el tortazo). Sin embargo, al margen de la acertada elección de Édgar Vivar para encarnar al Boti, los guiones de Bolaños fueron amoldándose para explotar nuevas dimensiones en estos supuestos rufianes. Paulatinamente, aquellos ibañezcos y desafortunados atracadores de poca monta fueron moviéndose en un universo concreto y más definido. En definitiva, dejaron de ser unos encantadores entremeses para convertir en una obra independiente del resto de la producción de Chespirito.


Una de las principales ventajas era la edad de los personajes en aquel microcosmos. En El Chavo, con la excepción de los adultos, algunos de sus principales y más destacados intérpretes irían teniendo problemas para encarnar la niñez (aunque fuera a modo paródico y representativo). Sin embargo, no había ningún problema en que Bolaños fuera envejeciendo de forma natural con su Chómpiras, un personaje al que fue dando cada vez más trasfondo. Con acierto, supo usar al ladronzuelo para reflejar a un tipo con una pachorra única y una filosofía sanchopanzina que le iba como anillo al dedo.



La jugada maestra del asunto fue una carta de amor que dio a su futura segunda esposa, Florinda Meza, para quien expresamente creó Bolaños a la Chimoltrufia, la aguerrida esposa del Botija, quien lograría convencer a su cónyuge y asociado de dejar la vida delictiva. Si bien Florinda dejó un gran listado de buenas actuaciones por sus damiselas en apuros en El Chapulín, por no hablar de su inolvidable doña Flonrida en El Chavo, indudablemente la Chimoltriufia es su personaje más logrado, tridimensional y revestido de todas las virtudes que hacen creíble a esa mujer sin estudios pero perspicaz, honrada pero pícara, capaz de hacer encaje de bolillos para mantener su modesto hogar. Hacer caso a la Chimoltriufia exigiría al Botija y a su inseparable Chómpiras adentrarse en el mercado laboral, uno donde unos ex convictos eran vistos con mucho recelo por patronos, vecinos y la opinión pública.



Admiradores incondicionales de la mítica pareja de Stan y Laurel, Bolaños y Vivar demostraron que sus registros iban mucho más allá de la comedia situación o agilidad de gesticulación para recibir el mamporro de rigor. Algunos de los diálogos y, mejor aún, momentos silenciosos de ese dueto de inadaptados que intentan ganarse el pan con el sudor de su frente ante la desconfianza general, siguen dejando la hermosa moraleja de que, si algo les queda, es la camaradería que han compartido todo ese tiempo. En verdad, ya en la década de los 90, pareciera que Bolaños iba haciendo Los caquitos su espacio predilecto, al que dedicaba mayores energías creadoras.


Ello explica que, junto con la Chimoltriufia, fuera capaz Bolaños de diseñar otro personaje femenino de altura, uno que no hubiera podido darse en ninguna otra de sus series. María Antonieta de las Nieves, una de sus actrices de confianza, sería la responsable de llevar a cabo a Marujita, una prostituta de buen corazón que, al igual que el personaje de Irma la dulce, tiene la mala fortuna de dejar hechizado al sargento Refugio (un gran, en todos los sentidos, Rubén Aguirre), un honesto e ingenuo policía que es la única persona que no conoce la verdad de la profesión de la dama. En uno de los mejores episodios del show (https://www.youtube.com/watch?v=i33qt6JO7FI), de corte más serio que el resto, Bolaños puso su foco en esa entrañable relación. 



Secundarios de lujo como Raúl "El Chato" Padilla (haciendo el papel del licenciado Morales, en un registro mucho más comedido del que acostumbraba) o Angelines Fernández volvieron prestar sus servicios a una serie de Chespirito, probablemente, sabedores de que Bolaños sabía mimar con momentos de lucimiento a cualquier miembro de su cuadrilla, no solamente a los protagonistas. 



Los caquitos suponían el broche de oro, el epílogo adecuado a un gran libro, un hermoso recuerdo a atesorar de una manera única e irrepetible de hacer televisión. 



FOTOGRAFÍAS EXTRAÍDAS DE LOS SIGUIENTES ENLACES:



http://www2.esmas.com/entretenimiento/farandula/fotos/chespirito-los-caquitos-chompiras-botija-chimoltrufia/27462/



http://www.datuopinion.com/los-caquitos



http://lavecindaddelchavo.globered.com/categoria.asp?idcat=51

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