domingo, 4 de noviembre de 2012

EL ROMPE-CABEZAS ETERNO

Hay quien imagina que cuando Pandora abrió aquella caja cegada por su curiosidad, todas las Furias y males salieron desatadas de una forma virulenta y absolutamente agresiva. No obstante, a veces subestimamos la capacidad de atracción de lo prohibido. El emperador Claudio imploraba en la novela de Robert Graves, que la ponzoña saliera a la superficie, pero no siempre brota como algo desagradable... sino revestida del atractivo de lo oculto y lo sutil. Sabes que te va a engañar, pero quieres que te engañe... como ocurre con Lauren Bacall en "El sueño eterno".
 
 
 
 
 
Rodada en la década de los 40, The Big Sleep es uno de esos ejemplos de falsos amigos de la censura. Nada en su metraje de casi dos horas, mojadas en pólvora y tabaco, muestra con claridad ninguna cosa subida de tono... pero eso también sucede con esa maravilla llamada "Un tranvía llamado deseo", donde, sin ninguna escena explícita, hay una sexualidad descarnada y pasional que inunda cada diálogo aparentemente inocente. Algo muy semejante acontece con este caso aparentemente simple pero que se va complicando al sagaz Philip Marlowe...
 
 
 
 
 
No obstante, a nadie se le puede escapar que la resolución del mismo importa poco menos que un centavo. Lo interesante de esta adaptación de la famosa novela de Raymond Chandler y dirigida por un clásico entre los clásicos, Howard Haws, no es el maldito caso, que maldita sea la gracia de seguirlo en sus trampas y apartados sin desarrollar, sino la fortísima inter-acción del detective con la adinerada familia corrompida que recurre a sus servicios y que incluye a dos retoñas casi en la frontera de que los griegos, con suavidad, llamaban "muchachas locas".

Marlowe no podía ser encarnado por otro intérprete que H. Bogart, el más ganador de todos los perdedores y el mejor perdedor de todos los triunfadores. Un hombre que de haberle gustado el fútbol tanto como el buen tabaco y el whisky fuerte, habría sido sufrido y devoto colchonero, un abogado de causas perdidas y el único e inimitable Rick en Casablanca (otra cinta que entra dentro de la categoría de películas más grandes que ellas mismas por la imagen mental que suponen para el colectivo). Durante toda su carrera, el tipo de la gabardina, como afirmó Woody Allen en "Sueños de un seductor", fue bajito y feo, pero, era tal su carisma tras aquella peculiar voz, que a nadie le costó imaginarle resolviendo entuertos y seduciendo a algunas de peores femmes fatales del cine negro.
 
 
 
 
 
Y es que Chandler ya jugaba con la idea  de que su protagonista solamente encontrase a las taxistas y bibliotecarias más atractivas de la Historia, lo menos seductor que encuentra Marlowe durante sus indagaciones sería el sueño de verano de muchos galanes un viernes por la noche. Pero no, tampoco quiere Haws poner el acento en la comedia romántica hiperbólica y el juego de seducción de él con ellas y ellas con él, "El sueño eterno" esconde mucho más y muestra poco menos que nada.
 
 
 
 
Inquietantes clientes que pagan a otros por beber, metáfora excelsa del complejo de voyeur de uno de los sospechosos, las drogas, orgías y perversiones de unos y otros, otros con unos y unas para todos... Ante un sistema que no permitiría que libertarios, chicas liberadas, homosexuales y otros herejes se paseasen por la querida ficción del idílico Hollywood, Haws presenta un laberinto del que no tiene ni el trazado ni la solución, pero sí la diversión y el pulso firme de un delicioso rodaje en blanco y negro.


Para una tarde lluviosa y sin nada mejor que hacer, no iría de mal sumergirse en aquella oficina cuando suena un teléfono... tal vez incluso distingan la silueta de una rubio platino tras el cristal donde se ha jurado que mañana quitará el nombre de su antiguo compañero detective disparado en extrañas circunstancias...
 
 
 
 
 
Y, es que hay pocas cosas más sexy que la curiosidad, como bien sabía una Pandora, quizás aburrida en un Olimpo lluvioso...

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