domingo, 20 de noviembre de 2011

EL SECRETO DE UN BARDO

Cristóbal Colón, Jesús de Nazaret, Mahoma, Homero... y William Shakespeare. La Historia está llena de grandes personajes que han poblado miles y miles de sesudas páginas que han tratado de acercarse a ellos, aunque, en todos los mencionados, hay muchas dudas y lagunas... incluso en no pocos casos, se cuestiona que existieran realmente, o por lo menos, tal y como la tradición nos los ha rescatado.
Roland Emmerich se desmarca de la clase de género en el que estaba asentando y se saca una curiosa historia, volviendo a recoger esa teoría que pone en duda la veracidad de que William Shakespeare fuera el verdadero autor de esas piezas teatrales que se han convertido en patrimonio, no solamente de la lengua inglesa, sino de la literatura universal.
Hemos de admitir que la cinta tiene una puesta en escena brillante. Todo un actor con mayúsculas como Derek Jacobi hace una introducción ante un teatro abarrotado y oscuro, poniendo en duda con sutileza y dobles sentidos que se sepa tan poco "de nuestro Shakespeare". Al más puro estilo de un drama griego, se nos promete sangre, traición, muerte y venganza... ¿Cómo resistirse ante un entrante de tales características?
El rodaje está repleto de una estética que recuerda para lo bueno y lo malo a lo que ya pudimos ver en la serie "Los Tudor". Una puesta en escena muy atractiva, que sabe capturar el ojo y que, verdaderamente se aleja de la verdadera suciedad que tuvo que tener el Londres de la reina Isabel. A buen seguro los que adolezcan de la deformación histórica, van a disfrutar este escenario y lo gozarán, aunque más de uno quedara disconforme con el retrato de algunos personajes y situaciones, desde la reina Isabel a Ben Jonson.
El problema es que pedir rigor en este punto nos estropearía disfrutar del fascinante juego que nos ofrece el guión de "Anonymus". Un macabro rompe-cabezas que enmarca un flasback dentro de otro flashback (recurso que por cierto en ocasiones se vuelve en su contra y a veces la torna confusa), que nos lleva a través de intrigas por el trono Tudor y muchos amoríos, traiciones y cuantos elementos componían el drama griego. La verdad histórica queda postrada ante una verdad poética emocionante, donde Rhys Ifans encarna nada menos que a un conde Oxford que es postulado como el verdadero genio tras la cortina... Teoría manejada en otras ocasiones, la verdad sea dicha.

John Orloff es quien trae esta caja china repleta de sorpresas que es un argumento que pese a no ser a prueba de bomba, sabe entretener y no se puede afirmar, tanto si es uno amante o detractor de la película, que se haga larga o no entretiene, y eso, en estos tiempos que corren para la cartelera, no es poco. Pasando al interesado, si Ifans se lleva un personaje que es una perita en dulce (es imposible no empatizar con él o tenerle simpatía), Rafe Spall tiene que bailar con la invitada menos atractiva en este juego de what if y máscaras, nada menos que El Bardo en persona.
Spall encarna a un Shakespeare engullido por los acontecimientos de la época isabelina (Reina Virgen durante la Edad Moderna y uno de los símbolos de la resistencia anglicana ante la Europa católica) y que a través de su buen amigo Ben, logra llevarse los laureles, al asumir los escritos del noble como suyos.
Pasando detalles puntillosos al margen (por ejemplo: el orden cronológico de las obras publicadas, el hecho de que Ricardo III fue modificada durante la conjura de Essex pero ya estaba hecha, etc.), este Shakespeare se aproxima al Mozart de "Amadeus" (magnífica película por otra parte), con una conducta infantilizada y egoísta; en su caso, un actor que se convierte de la noche a la mañana en el dramaturgo que barre a sus competidores y necesita un teatro nuevo para él solo.


Según la propuesta de la cinta, William ni siquiera era capaz de escribir, aunque sí de leer. Podemos imaginar las quejas y protestas de buena parte de los habitantes de Stratford, pueblo natal del protagonista y que ha visto a su hijo predilecto atacado en este terremoto cinematográfico que el propio Emmerich se ha jactado en decir que es una alegría en una época en la que nadie tiene los co... de decir cosas de este tipo. Lo cierto que ni sus más acérrimos partidarios podrán negar que estamos ante poco menos que un milagro. De la misma forma, el torpe y libertino actor que se nos presenta en "Anonymus" hubiera tenido muchos problemas para sobrevivir en las espartanas en sus horarios compañías teatrales londinenses, con multas ante la indisciplina y, recordando la opinión de Henry Chettle (quien probablemente fuera el primero en hablar a William de Romeo y Julieta), el Shakespeare histórico fue un actor muy destacado de su época y que, quién sabe, quizás supo captar a la perfección lo que quería el público.
El William Shakespeare que aterrizó en Londres tenía pocos recursos y más allá de su vocación de actor, se podía dudar de que fuera capaz de desarrollar un talento como el que exhibió. No obstante, algunos analistas afirman que sus firmas son claras y con un toque gótico que refleja a la perfección la Escuela de los maestros de su pueblo, lejos del modelo italianizado que exhibían los ingleses universitarios de la época. Esta faceta como actor que después se convirtió en actor causó mucha hostilidad por parte de sus colegas dramaturgos, que no podían verlo sino como una intromisión que, para colmo de males, se daba por alguien a quien no dejaban de considerar inferior. Mucho más fácil era abrazar a alguien como Sir Francis Bacon, brillante filósofo, aunque su distanciamiento geográfico del principal escenario de los acontecimientos le resta algunos puntos como posible sospechoso.
Este tipo de prejuicio parece haber sido trasladado a algunos elementos de la trama, ya que los Cecil, linaje de grandes consejeros para Isabel son acentuados en sus malignidades y carácter plebeyo, mientras que, por lo general, los personajes de la nobleza, no solamente el conde de Oxford, que, verdaderamente era una persona con una formación muy alta para la época, los nobles son vistos con un sano prisma. Querer considerar que los humildes orígenes de Shakespeare le desacreditaban para realizar las complejas obras que hizo, no es un argumento indiscutible, baste pensar que Marlowe (otro de los "otros" Shakespeare que los teóricos han barajado) era hijo de un humilde zapatero, lo cual no le impidió en lo absoluto ser un dramaturgo refinado, un documentado espía durante un tiempo de la reina Isabel y un notable de la época.
Dicho sea de paso, tampoco querría uno caer en el otro extremo, es decir, negar ese importantísimo papel y que no es descabellado que algún noble por juzgar deshonroso para la mentalidad de la época que hiciera obras de teatro, pagase a un miembro de las compañías para firmar de su nombre. Algunos de ellos eran personas de tremenda valía y agudizada sensibilidad, sabido es que el conde de Southampton abrió su biblioteca a un joven Shakespeare, que no solamente pudo disfrutar de su mecenazgo monetario, sino que al fin tuvo acceso a unas obras que no eran conocidas por el común del público en unos días donde la gran mayoría de la población era analfabeta.
Otros personajes como Thomas Kyd salen paraodiados hasta el extremo, convirtiéndolos en delatores sin escrúpulos a la autoridad de sus colegas por envidias y celos. Este fenómeno de escritores haciéndose la vida imposible no es en exclusivo de los días isabelinos, durante el Siglo de Oro, Francisco de Quevedo, Góngora, Cercantes y la ilustre compañía, convivían a apenas un par de calles y con mucho gusto se dedicaban, aparte de componer versos, a hacerse la vida imposible por las cuestiones más terrenales. Es curioso que el guión no incida en un aspecto muy interesante, la posible autoría de Kyd de una obra que hubiera sido un claro antecedente de Hamlet.
Debates literarios al margen, creo que los espectadores/as que se acerquen a esta montaña rusa se lo pasarán muy bien y tendrán animados debates a la salida del cine, como ya hemos apuntado, no escasa victoria en estos tiempos que corren. De nuevo en la brecha, amigos míos...
Buscando que los lectores/as de Amarcord saquen sus propias conclusiones y disfruten con las hipótesis, les invitamos a dos enlaces, el primero desmonta con buenos argumentos muchas de las teorías de conspiración y optan por pensar que sí, que en una ocasión llegó un provinciano que con un gran talento natural, trabajo y contacto con excelentes maestros, supo erigirse como uno de los grandes literatos universales. En el otro, vemos como con igual sapiencia y picardía, se ponen argumentos que nos hacen sospechar de que quizás hubiera algo tras la firma de Will... Lo que nunca nadie nos podrá quitar son esas obra universales.

3 comentarios:

  1. Tu prosa mejora por semanas, amigo.
    Yo, como sabes, salí bastante contento de la película, tomada como un divertimento especulativo nada más.
    Ha llegado a mis manos un artículo bastante documentado que postula la autoría del Duque de Oxford, pero no he tenido tiempo de leerlo.
    Cuando lo haga, te comentaré.

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  2. Muchas gracias amigo Chespiro, indudablemente creo que te ciega la amistad, pero se agradece mucho.

    Ardo en deseos de conocer tu opinión sobre dicho artículo, de sobras sabes que soy un defensor acérrimo de que William fue simplemente William, pero a buen seguro que los datos que aportes serán interesantísimos y a tener muy en cuenta.

    1 abrazo.

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  3. Arghmfs, otra que se suma al carro de "pendientes".

    Un día de éstos me pongo a hacer inventario y a ver todo lo que me he ido perdiendo. En serio.

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