89 para justificar esta entrada. No pilla de nuevas a este blog, hace cierto tiempo, una espléndida película, "El Verdugo", desfilaba por aquí. Tal vez, dentro de poco, otras soberbias piezas como "Plácido" o "La vaquilla" lo hagan. Todas tendrán algo en común, exigirán que hablemos de su hacedor, Luis García Berlanga.
La desaparición de este célebre director a apenas unos meses de alcanzar la cifra de los 90, es la de algo más que la de un personaje famoso en la gran pantalla. Es el final del camino de un verdadero número 1, de un genio con mayúsculas, uno de esos tipos especiales. Dicen que un gigante da tres pasos para que el resto de los mortales puedan seguir su estela. En el cine español y europeo, Berlanga ejemplifica a la perfección esa metáfora.
En un contexto histórico y político muy oscuro, por no decir dramático, sus películas se elevan sobre muchas otras producciones de la época como verdaderos salvavidas. El milagro de que Plácido fuera nominada a los Oscar fue un coqueteó con la grandeza en un momento donde ello era impensable. Pero no era en tierras americanas, ésas de Mr. Marshall and company, donde le iban a comprender mejor. La crítica italiana, especialmente en Venecia, tan cercana en estilo picaresco, no dudó en galardonar su osadía contra la pena de muerte.
Por supuesto, no lo hizo solo. Este valenciano hijo de un padre que sirvió en el peor bando posible de una guerra civil, el que pierde, contó en la mayoría de las ocasiones con su otro yo. Rafael Azcona, también ya desaparecido. Monta tanto, tanto monta, podríamos decir que Azcona escribía con acidez lo que Berlanga quería decir pero no plasmaba y que Luis, rodaba lo que Azcona no podía dirigir.
Fue una relación de amor-odio propia de cuando dos estrellas chocan en el mismo equipo. Juntos hicieron maravillas y aunque en ocasiones hubo discrepancias (que provocaron que el escritor no ofreciera "El Cochecito" a su colega), cuando se conjuntaron, el nivel al que se desplegaron fue altísimo. Las piezas que diseñaron eran un espejo absolutamente veraz del mundo, verdades a la cara dichas con mucha gracia, pero no por ello menos aterradoras.
A pesar del humor oscuro y en ocasiones visceral (inolvidable esa maraña al final de "¡Vivan los novios!", creo que la clave de la buena salud de sus ideas cara a futuros revisionados radica en la falta de rencor. En un país casi por tradición cainita, donde casi nunca se sabe ganar e impera la cultura de culpar a los otros, Berlanga hacia una caricatura a mala idea, pero a su manera, nunca había hipérbole ni tampoco juicios de valor. Atontando a los censores con un juego de diálogos digno de Woody Allen, consiguió unas amables palabras del dictador Franco: "Berlanga no es un mal director de cine, pero es un mal español". Era difícil encontrar mejor elogio posible en aquellos instantes.
Curiosa es la manera que cada uno tiene de verse, Berlanga no dudaba en calificarse como un "cagado ante la vida", le gustaban poco las trifulcas y las manifestaciones, a favor o en contra. No obstante, no deja de resultar irónico que el 90% de su producción, a excepción de sus timoratos inicios y su fase final ya más liberada, fueran auténticas bofetadas al convecionalismo. Nada escapó a su ojo clínico, incluyendo la nobleza de las cacerías. La saga de los Leguineche bien puede tener un cero en técnica en composición, pero siempre brillará a grandísima altura en cuanto a ingenio y descarnada autopsia de un régimen caduco.
Y en esos momentos, como los grandes analistas, sus predicciones solían cumplirse. Nadie entendía porque insistía tanto en insertar el elemento del móvil en "Todos a la cárcel", poco tiempo después, nadie saldría a la calle sin él. En "Moros y cristianos", ya daba un divertido avance de cómo se movería el mundo del markéting y qué clase política era la que nos esperaba a nosotros, los ciudadanos de pie, que como era de justicia, éramos retratados como verdadores cabrones que van a la suya, ignorando las desgracias del Plácido de turno (que por otra parte, tampoco era ningún santo, de hecho, solamente en "Calabuch" hay personajes realmente "buenos", si se quiere usar esa expresión).
Hablábamos hace nada de una vieja alcahueta ajedrecista de enamorados, pues al igual que Celestina, Berlanga, que tiene ya un adjetivo para definir su propio cine, jugó con las mejores piezas posibles. Mozart se dividió en algunas de sus óperas retando a sus artistas a mantener situaciones casi inverosímiles de clímax, como muy bien se recrea en Amadeus. Berlanga retaba a algunos de los mejores actores y actrices de nuestro panorama, a unas frases kilométricas, auténtica ingeniería de la memoria... Pero qué resultado, cuán natural para nosotros, espectadores, siempre en el momento justo.
Salvo que el jueves haya milagro, Berlanga se nos despide, aunque quien sabe, se encargará de alguna manera de seguir recordándonos que la vida es tan jodida que merece la pena reírse, hasta de lo más sagrado, a ser posible poniendo verde a más de alguno. Es lo que tenía ser uno de los mejores directores de siempre.
Irrepetible, vayan a la primera boutique que puedan y pillen alguna de sus cintas, de verdad, merece la pena...Ah, se me olvidaba, astro-húngaros serían si no lo hicieran.
Brutal. Casi se me salta una lagrimilla. Que menos se merecía este hombre por dios...
ResponderEliminarA ver qué se me ocurre a mí para homenajearle...
Lo mismo digo. Berlanga es uno de esos monstruos con los que merece la pena ser rápido. Por desgracia, no puedo añadir nada más a lo que dices. Sólo que el mejor homenaje que se le puede hacer es ver el estreno en TVE de "Por la gracia de Luis", documental de José Luis García Sánchez hecho por el mero hecho de hacerle un homenaje a Berlanga (lo cual siempre será bienvenido) y agenciarse con el ABC "El verdugo" cuando salga el sábado que viene, quien no la tenga, claro.
ResponderEliminarAdemás, Viejo, creo que va siendo hora de desempolvar ese proyecto que andaba ahí en las catacumbas que me contaste un día...ahora o nunca. Y creo que una quedada para ver cualquiera de sus cintas ("El verdugo", peut-etre) es lo suyo, como comentábamos el día de Ibáñez. Por cierto, que BERLANGA (así, con mayúsculas) merece entrada malvada.
Añadir que este comment es mi seudo-homenaje (porque nunca le podré dar un homenaje en condiciones) a este "fénix de los ingenios", un "mal español" de esos que se agradece que los haya, porque además te lo hacen pasar bien, como mínimo. Aunque más homenaje que este comment es la entrada que en nada voy a colgar sobre un film de otro "mal español", amigo de Berlanga, y co-autor de las recomendables (y caóticas) memorias de un tipo al que en las tertulias decían que, si fuera un libro, sería una edición de lujo de Mortadelo y Filemón. Pues eso, que, para cagada, la muerte de Berlanga.
Y sucumbimos de nuevo al vicio de venir a visitarle para despedir, amigo Viejo.
ResponderEliminarMuy interesantes las palabras de Franco. Primera vez que oigo hablar de esa anécdota.
Ah, y advierto a los lectores del blog que el autor no es que se haya sumado a los homenajes de rigor porque Berlanga haya muerto, sino que siempre ha sido un berlanguiano de pro, aunque eso sí, muy mal español.
Muchas gracias chicos. Berlanga es una debilidad común en todos nosotros. Cuenta conmigo para eso Franchesk, una charla cinéfila con buena peli.
ResponderEliminarSí, Chespiro, malos españoles somos. Easmo, estamos expectantes de ese homenaje a Berlanga.