jueves, 1 de julio de 2010

LE ESCUCHO...



Cuenta la leyenda que en una ocasión, un equipo estaba jugando tan bien que, un prestigioso comentarista proclamó: "El rival puede dar gracias de que consideren que si no tocan el balón todos, se niegan a que el tanto no suba al marcador, tal es la perfección".

Escribiendo nuestro propio mito, el resto de series de televisión pueden dar gracias por la suerte de que Frasier se haya contentando con once temporadas. Han considerado que no valía volverse repetitivos, fieles a una seña de identidad de todos los episodios "si no es inteligente y elegante, no tiene cabida".

Spin Off de Cheers (la genial serie que transcurría en un café de Boston), no creo que exageremos si afirmamos que las desventuras de este psicoanalista de Seattle han sido el calco de un ideal, un espejo para el resto y durante mucho tiempo, uno de los bocados de cardenal que nos dejaba la televisión. Protagonizada por Kelsey Grammer (a quienes los buenos seguidores de Los Simpson recordarán como Bob El Actor Secundario), los guionistas de Cheers pensaban repetir éxito con aquel querido personaje, aunque deberían hacerlo menos excéntrico, ya que era una comedia con él como protagonista, nada de coralidades.

El elenco que rodeó al etrañable Frasier (mitad genio, mitad pomposo y, ante todo, una buena persona que solamente tiene un fatal defecto, es el mejor dándole consejos a todos, menos a él mismo) fue de primera. John Mahoney, actor sólido y en dorada veteranía, haría de su padre, un policía retirado y una personalidad muy fuerte, tan cascarrabias como mítico cuando se le conoce, un tipo íntegro, menos sofisticado que sus retoños pero verdaderamente, una caracterización perfecta de un tiempo perdido, de un superviviente de Corea y un poli honrado que bien hubiera podido ser un cliente más en la barra de Sam (que por cierto, hizo un delirante cameo en la serie).

La explicación de cómo un padre y un hijo tan diferentes (choque de mil grados en el episodio de las partidas de ajedrez) pueden convivir sin salir en los sucesos es simple, Daphne Moon (caracterizada por Jane Leeves), la fisioterapeuta de Martin y el pegamento que mantiene unido a la familia. Leeves era una actriz británica en la que confiaron los productores, el propio Kelsey Grammer tuvo sus reparos porque no era muy conocida, pero tras las pruebas se vio que no había candidata mejor. Había dado tumbos en su carrera, la pregunta era si fallaban sus series precedentes o chirriaba su violín. Pero, como diría Niles, el violín de Daphne era de orquesta y solamente necesitaba la dirección adecuada.

Daphne (salvando las distancias y psique) se parece mucho a Marge Simpson, es un personaje que pudiera pasar desapercibido ante otros más chistosos, pero un recorrido a la serie demuestra lo importante que es para la coherencia, la trama y lo mucho que aporta. Pero cuando David Angell, Peter Casey y David Lee se pusieron en la mesa a escribir, sabían que Niles era la última pieza del rompecabezas. David Hyde Pierce encarnaría al hermano menor de Frasier, ahora locutor de radio en un programa de salud mental. Los dos brillantes en lo profesional, refinados, empalagosos, gafados en sus relaciones con el sexo opuesto y... con una competitividad que si bien el paso de las temporadas matizó, nunca borró.

Niles y Frasier han dejado mucho más que la simple pelea de hermanos, algunas de las mejores conversaciones de café de la televisión se han dado en este show gracias a ellos y, además, han dejado frases míticas para el recuerdo. Y es que los diálogos son la base del rejuvenecimiento constante de la serie, amparándose especialmente en Frasier y Niles, los guionistas juegan siempre con el doble sentido, al más puro estilo Woody Allen, pero encima tamizado con la elegancia natural que, por citar a los mejores, siempre exhibe Les Luthiers. Tan seguros estaba de esa fuerza, que la primera temporada terminó con un capítulo que básicamente es un desayuno entre Niles y Frasier, donde repasan su vida, desde lo intrascendente a lo fundamental. Es uno de los más memorables.

Pasando al elenco de secundarios, destacan los míticos y entrañables compañeros de emisora del doctor Crane. En un lugar muy especial Peri Gilpin, Roz, la productora de Frasier y una de sus mejores amigas aunque no vean siempre la dirección del programa de la misma manera. Roz fe un personaje que Gilpin se disputó nada menos que con la brillante Lisa Kudrow. Ambas han admitido lo difícil de la elección y, en un acto de justicia nada frecuente, los dioses han permitido que ninguna tuviera que arrepentirse del veredicto. Kudrow deslumbró en la serie Friends (comentada en este blog) y Gilpin se hizo un elemento indispensable de Frasier.

Otros eran menos redondos pero sí estereotipos graciosísimos y muy bien representados. Dan Butler es Bulldog, el periodista deportivo que mucho discrepa con Frasier, Edward Hibbert es Gail Chesterton, el puntilloso crítico de cocina (con un pasado digno de Smithers) y un amplio etceterá. Jugando con hacerlos aparecer y desaparecer, hay que elogiar el buen gusto de selección de los responsabes del show, desfilarán actores de la talla de Saul Rubinek, bellezas como Lisa Thornhill, el simpático Anthony LaPaglia como hermano de Daphne, Jean Smart etc. Especial mención a la mítica agente de Frasier y los directores/as que ha tenido la KCL.

Mención aparte merecen bromas privadas que han terminado siendo objeto de culto. Los pacientes que llaman al doctor Crane no pocas veces son figuras muy reconocidas del mundo del espectáculo de los Estados Unidos. Pero, muy especialmente, el gran misterio en torno a Maris, la primera mujer de Niles (que terminará enamorado de Daphne), que al igual que la esposa de North en Cheers, jamás aparece en vivo, aunque es uno de los caracteres más mencionados en la serie. También las travesuras de Eddie, el perro de Martin, probablemente el can más hábil y disciplinado que haya aparecido nunca en la gran pantalla. Además, todos los años venía un personaje antiguo de Cheers (Woody, Carla, North) y, por supuesto, Lilith Sternin (Bebe Neuwirth), la ex- esposa del psiquiatra y madre de su hijo Frederick.

Algo básico en Frasier es que pese a la clave de comedia que la inunda, jamás se ha tomado en broma la profesionalidad de su protagonista en cuanto a los casos que trata. Su buen humor no está reñido con un gran conocimiento de los entresijos del subconciente. Especialmente hábiles se muestran los enigmas del mundo onírico y la extraña frustración de triunfo que le inunda cuando le dan el premio a toda una carrera queda impecablemente explicado en una terapia (donde es curioso ver a Frasier por una vez de paciente) donde a pesar de su maestría con los trucos psiquiátricos él mismo se autocensura porque: "A fin de cuentas es lo único que conozco. No sé qué hacer con el resto de mi vida".

Otro momento magistral es la mítica frase que en este caso dirá Frasier a Niles en cuanto a los problemas de su relación con Daphne: "El problema nunca ha estado en ella, sino en ti. Si la bajas del pedestal y la descubres como persona real, podríamos sentir que has estado siete años persiguiendo un sueño inalcanzable". En definitiva, una calidad media más que sobresaliente y que no está reñida con episodios de lo más delirantes, divertidos y desenfadados. El mundo de un esnob que se hizo mítico.

La serie tuvo su primer emisión en 1993. Hoy, en una época en la que, con muy honrosas excepciones se está haciendo una televisión mucho más sofisticada, la pequeña pantalla sigue siendo un poco menos especial desde ese último "Buenas noches, Seattle". Dejaba 37 Emmys en su amplio palmarés y el chapeau unánime de crítica y público.

Como las más grandes, la serie de Frasier se dio cuenta de cuándo no se podía dar más y supo cortar en el momento justo, tras once años modélicos de buen gusto e ingenio. A los caballeros como Frasier, nunca hace falta mostrarles la puerta de salida...y siempre dejan el regusto de un buen vino, sin duda, un gran corcho.

FRASIER: Teniendo en cuenta todo esto, ¿crees que no sé ser feliz?

LILITH: Claro que sabes ser feliz... pero te gustan los retos. Tú nunca has tomado la ruta más fácil. No es tu estilo.

2 comentarios:

  1. Grande Frasier.

    Su estilo de humor elegantemente informal debe ser recordado por siempre.

    Poco que añadir a tu entrada Viejo. Chapeau.

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  2. Sin duda, Frasier es una de las niñas de mis ojos a la hora de hablar de comedia y, creo, que a vosotros tampoco os disgusta precisamente.

    Una de las grandes, de las últimas que te dejaban propina... Gracias por tu amable comentario,

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