martes, 30 de marzo de 2010

INCAPAZ DE GOBERNARSE (PARTE I de II)

Fue estrenada durante un caluroso mes de agosto del año 2.005. Lejos de tratarse de un programa más, "Rome", fue desde su estreno, un auténtico órdago a la grande. En pleno inicio de la Semana Santa, no se le ocurre a este blog nada mejor que narrar una de romanos, en la sección series TV.



Como entre países angloparlantes se entienden, las poderosas BBC y la HBO financiaron el proyecto, pero al igual que Craso, César y Pompeyo, el triunvirato es el número ideal, así que también es de justicia mencionar a la italiana RAI. Se trataba de una apuesta muy descabellada, con un gasto sin muchos precedentes en el medio televisivo y con capítulos que bien podrían ser considerados películas independientes, aunque con nudos comunes.


Generalmente no soy un partidario de las series cuyos episodios son de una extensión tan considerable, aunque hay que medir el tempo. Particularmente creo que en la comedia (ejemplos inmejorables Los Simpsons o Cheers), en 20 minutos se ronda la perfección. No obstante, el drama más puro y duro, ya sea en Los Soprano o Los Tudor, bien puede extenderse más si quiere contarse bien. Al igual que la segunda, Roma además necesita adecuarse (con mayor o menor rigor) a los acontecimientos históricos. La recreación por otra parte de la urbe ha sido espléndida, gracias a estar rodada en las inmediaciones de la propia Roma.



La ambientación comienza con una urbe que domina buena parte del mundo conocido por Occidente, territorios extensos que traen aparejados botines, esclavos, mujeres y placeres... pero la República es incapaz de gobernarse a sí misma. Mientras, Cayo Julio César (Ciarán Hinds) acaba de obtener su más importante triunfo en las Galias, doblegando al rey Vercingetórix. Aparentemente, César no debe tener nada de que preocuparse, sus éxitos se suceden, pero algo le inquieta... su hija Julia ha fallecido. Aparte de la pérdida afectiva, esa hermosa muchacha era la esposa de Cneo Pompeyo (Kenneth Cranham, veterano actor). Ahora sin ella, Pompeyo se ha casado con la importante hija de uno de los políticos más desfavorables a César, quien, por el peso de sus legiones, sus ilustres antepasados y su ambición insaciable, podría aspirar a ser elegido monarca.



A pesar de ser el primer capítulo, el ritmo es vertiginoso y la sagacidad de sus guionistas (destacando Bruno Heller, John Millius, William J.Macdonald, David Frankel, Adrian Hodges y Alexandra Cunninghan) sublime, invitando a los sobre-entendidos. Aparentemente nadie en la ciudad quiere la guerra civil y las legiones de la Galia están tranquilas, pero incluso incorruptibles como Catón (Mark Pirkis) se atraen la vanidad de Pompeyo, quien parece más movido a enfrentarse a su antiguo camarada por celos que por patriotismo. Bajo las simples apariencias, las traiciones y maniobras de sus opositores no dejan otra salida a César, quien sin embargo, con Marco Antonio (espléndido James Purefoy) a sus espaldas, no dudará en comentarle a su subordinado: "Ya iba siendo hora".



Teniendo en cuenta estos ingredientes, la serie podría tener un talón de Aquiles grave, convertirse en un documental solamente aptos para los apasionados de la Historia. Pero, y aquí tienen un gancho potentísimo los hacedores de esta producción, Tito Pullo (Ray Stevenson, soberbio) y Lucio Voreno (Kevin McKidd). Estos dos legionarios han sobrevivio a la posteridad por los elogios que en sus comentarios dejó el conquistador de las Galias de ellos. Con esos lacónicos renglones a sus espaldas, la serie nos los presenta con un fin evidente, narrar la intrahistoria de la Roma más humilde. Puesto que aunque es un programa coral, los dos soldados tienen una influencia notable en cada episodio, detengámonos unos instantes en trazar sus pérfiles.


Mc Kidd se mete con todas las consecuencias en la piel de un espléndido centurión de a XIII legión (pero en la realidad, creo, Voreno era de la IX), un hombre absolutamente anclado en su tiempo, que no cuestiona ni las autoridades ni los dioses, a quienes teme ofender. Perfecto para sobrevivir en el campo de batalla y hasta hacer carrera en el ejército, la vida civil le trastorna, puesto que lleva demasiados años batallando en las Galias y su mujer es una perfecta desconocida para él... por no hablar de sus niñas, quienes incluso parecen temer al poderoso guerrero que en su retorno ha invadido la paz de su hogar. Pero, una vez crucé el Rubicón y, antes de perseguir a Pompeyo a Oriente, tanto César como Marco Antonio querrán utilizar con sus propios fines a un personaje que en principio goce de gran popularidad entre la soldadesca. Temeroso de adentrarse en ese mundo de tiburones (en el cual el gran depredador de la oratoria es David Bamber, que encarna a Marco Tulio Cicerón), Voreno tratará de llevar una vida respetable, pero se meterá en unos negocios ruinosos y un drama familiar que le forzarán a retomar la vida de las armas.



Tito Pullo, como bien fue definido en la página web de la serie es "Un guerrero de la época homérica con la ética de un pirata". El ejemplo perfecto (que también se ve en la película "En tierra hóstil), de que un tipo iracundo y sin paciencia, puede ser un verdadero héroe en una campaña militar. Sin la constancia de Voreno, Pullo será la travesura de los guionistas, quienes explicarán (a veces abusando del recurso hasta el exceso) muchos puntos de inflexión vitales con la intervención indirecta de Pullo. Todo quedará perdonado por el maravilloso clímax de la primera temporada, donde la relación entre Voreno y Pullo (condenados a odiarse y entenderse) les unirá en una lucha a muerte, justo cuando ambos acaben de perder el afecto de las dos mujeres más importantes de su vida.



La diégesis más polémica ha sido la de insertar a Pullo como un poco el protector del sobrino-nieto de Julio César, nada menos que Octavio (un frío e inquietante Max Pirkis), lo cual permite a la serie ahondar en el núcleo familiar del futuro Augusto. Nada que objetar a este espléndido rol, salvo en la recreación de las dos mujeres de su domus, su madre Atia (una Polly Walker muy sensual) y su hermana, Octavia, que es recreada Kerry Condon. Ambas son dos actrices consumadas, tanto que Walker ha sido premiada por su excelso papel, reflejando a la perfección las artimañas de algunas de las supuestamente irreprochables matronas romanas. Pero, y este es el problema de querer hacer estereotipos, lo que hubiera quedado muy bien en Fulvia, Clodia o incluso Metela Calva, no cuadra con el retrato que históricamente tenemos de Atia (quien además debería fallecer poco después de los idus de marzo), una viuda bastante ejemplar durante toda su vida, obsesionada por la carrera de su hijo, pero alejada de muchas de las perversiones que le ponen en la serie. Atia, para evitarnos dolores de cabeza, debe ser interpretada por el espectador como una creación literaria genial que en nada debe confudirse con la realidad. Disfrutemos de la performance de Walker, simplemente.



En cuanto a Octavia, aparte de aspectos que sí sucedieron (su fracasada relación de matrimonio con Pompeyo, la influencia de Atia, etc), es empleada en ocasiones para explicar la decadencia moral que empieza a suceder en la Ciudad Eterna. En ocasiones, creo que por influencia especialmente acentuada por los peplum de Hollywood, se creen algunos guionistas (incluso algunos de la calidad de los de Roma) determinados vicios sexuales y orgías de un nivel casi imperial (me refiero especialmente a los días de gente como Calígula o Nerón) a una fase tardorepublicana donde es evidente que hubo una "juventud dorada" (como decía Montanelli) que rizó el rizo ante tanta opulencia.


Y es que la primera temporada de la serie se mueve entre un contenido de alto nivel (intrigas políticas, muy buena recreación de las técnicas militares, decorados impresionantes...) y otros aspectos que, me he visto tentado en ocasiones a pensar, parecen establecidas para atraer a la mayor cantidad de espectadores posibles. Y la pareja son dos temas tan universales como el sexo y la sangre, las cuales en ocasiones inundan la pantalla pequeña del televisor. Si nos quitamos los remilgamientos, no podemos negar que fue un mundo de una agresividad brutal y donde los secretos de alcoba estuvieron muy ligados al poder.



La primera temporada termina con la famosa conjura contra César, encabezada por Marco Junio Bruto (Tobias Menzies), uno de los jóvenes predilectos del nuevo régimen y perdonado tras la guerra civil por el mismísimo César en persona. Bruto es además hijo de una de las grandes patricias de la ciudad, Servilia (Lindsay Duncan). Duncan protagoniza un potente duelo con Polly Walker, que solamente se ve estorbada (de nuevo el morbo) por la impensable licencia de un triángulo amoroso de Octavia-Octavio y Servilia que parece motivado únicamente por mostrarnos nuevas indiscreccione de salsa rosa. En cambo, los amorios e indecencias de Marco Antonio si me parecen bien llevadas y necesarias para conocer todas las facetas del personaje.



El balance de la primera temporada, a pesar de sus muchos gastos, es favorable. Aunque algunos puristas se tiran de los pelos por la tendencia a la verosimilitud morbosa antes que la exactitud, no pocos admiten que hay un trasfondo de más nivel del que cubre la sangre y que, algunos momentos en la corte senatorial están más allá de un nivel divulgativo. La segunda temporada tiene luz verde aunque(especialmente en Italia) algunos países han censurado varias escenas por ser juzgadas inadecuadas. En España nos las vemos y deseamos para seguir el día a día de los capítulos, debido a un horario bastante infumable de Cuatro. En la retina, discusiones historicas a margen, queda una tremenda guerra en Alejandría, el conmovedor final de Pompeyo (especial atención a su diálogo con Voreno) y varios momentos donde la antigua Roma ha vuelto a la vida.


En la próxima entrada hablaremos de su segunda temporada.

lunes, 22 de marzo de 2010

CAYENDO EL TELÓN



Título: El Pisito.





Duración: 1 hora y cuarenta minutos.





Basado en la obra original de: Rafael Azcona.





Adaptación: Juan José Seoane y Bernardo Sánchez.





Director: Pedro Olea.





Intérpretes: Pepe Viyuela, Teté Delgado, Asunción Balaguer, Rafael Núñez, Jorge Merino, Manuel Millán, María Felices y José María Álvarez.




Escenografía: Wolfgang Brumann.




Vestuario: Javier Artiñano.




Iluminación: Juan Gómez Cornejo.


Lo prometido es deuda. Tocaba relamernos un poco en la literatura y aprovechamos un pequeño hueco para prestar atención a la reciente representación de "El Pisito" en Córdoba. Ahora que lo pienso, si juntamos "Cineasta busca pisito" con la entrevista a Pepe Viyuela, tenemos una trilogía bastante apañada sobre este producto que no parece agotarse, simplemente adaptarse.
No es el momento de hacer un repaso a la excepconal trayectoria de Azcona, quizás el mejor guionista español de su tiempo y, sin duda posible, uno de los mejores de la Historia. Basta decir que esta ácida sátira sobre el drama de una pareja de novios que empiezan a ver peligrar su arroz, mientras buscan una vivienda digna. Si la versión cinematográfica de Ferreri era más global, la adaptación que nos brindan Seoane y Sánchez, se ha valido mucho del casticismo madrileño. La iluminación, decorado y vestuario se han puesto de acuerdo para apoyar a esa ciudad donde, decía Sabina, ya no queda sitio para nadie.
La complicada tarea de suplir al añorado López Vázquez ha caído en cuenta de un excelente actor cómico, Pepe Viyuela, a quien este blog ya tiene el privilegio de conocer. Viyuela no hace ninguna copia del Rodolfo anterior -aunque queda claro que conoce y admira las versiones precedentes-, brindándole cosas que van acorde con sus mejores virtudes. Metido en una tela de araña, este pobre diablo de infancia triste, encontrará que la dantesca solución -casarse con su casera para evitar ser desalojado- a la que recurre, tal vez le dé por primera vez algo de cariño.Viyuela logra lo impensable, que Rodolfo nos caiga bien y hasta empatcemos con su desgracia, cuando en realida, deja mucho que desear moralmente. En el proceso destaca una Teté Delgado que hace de Petrita. Mary Carrillo basó su interpretación - por otra parte soberbia- en la quemazón, el cansancio y el hastío de un largo noviazgo al que falta emotividad, mientras esta nueva versión, muestra a una Petrita muy agresiva desde primera hora, con pasado falangista y presionada por su hermana - la constantemente preñada María Felices.
Aunque quizás, como me dijo un apreciado amigo, sea Asunción Balaguer, la verdadera protagonista, por cierto sí, para los que fueran al teatro, la voz en off del difunto padre de a casera es, no podía ser de otra forma, el siempre elegante Juan Luis Galiardo. Es increíble el desparpajo de esta señora ya en el umbral de la vejez, dando un auténtico clinic para quien quiera verlo, de cómo se debe actuar. En este apartado, ha estado muy bien auxiliada por Manuel Millán, quien ha devuelto a don Dimas -el podólogo más desagradable, marrullero y gracioso que nunca haya existido en teatro, inolvidable, tanto en la película original como en ésta-al pie de la palestra.
El resto de secundarios rayan a gran altura. Tanto el jefe como el compañero de Rodolfo brindan ese tono ácido, amargo y de rutina que esta pieza -menos alejada en el tiempo de lo que creemos-necesita por encima de todas las cosas. Atención al pequeño - en duración, no en importancia- papel del propietario del piso, incluyendo su mal del agua. Eso sí, buscando los tres pies al gato -no, no elijo al animal al azar- , he echado en falta a la otra inquilina, que sí estaba presente en la película -ignoroso si en el primer borrador de Azcona-. Creo que, pese a la muy buena adaptación, prescindir de este elemento no ha sido bueno, siendo otra tentación para Rodolfo, a quien se le plantean así tres caminos con muchas ramificaciones. Para la obra, la profesora de piano sin rostro solamente constituye un temor para Petrita, no así para un espectador que carece de elementos de juicio que le hagan pensar que en la relación pueda haber una rival... a excepción de la imbatible Balaguer, que nos dure muchos años.
Hay quien dice que El Pisito es simple, que carece de la fuerza y la complejidad de otras piezas teatrales. Puede ser, siempre que admitamos que en esta vida no hay nada más complejo que convertir lo complejo en fácil de entender, el problema más amargo en sonrisa al viento y... la pasión de juventud, en lágrimas derramadas.
Me sigo riyendo mucho con El Pisito, no así con su final... no creo que nadie lo haga. Tiene la virtud de ser demasiado coherente entre tanta locura, pareciéndose demasiado a... la vida real.

lunes, 15 de marzo de 2010

PRIMICIA


No hace ni dos semanas podíamos disfrutar en Córdoba La Llana de la visita a nuestro Gran Teatro de una de las obras cumbres de ese genio llamado Rafael Azcona, "El Pisito". Junto con unos amigos (Chespiro, Easmo y el hermano de Easmo), esperamos bajo una plácida lluvia a la salida de la compañía.
Pudimos disfrutar de la cortesía del equipo que nos lo hizo pasar tan bien en el escenario. Espero en el futuro poder poner una reseña apropiada al rol de una espléndida Asunción Balaguer y el enfoque de Juan Seoane y Bernardo Sánchez junto con el elenco y equipo de producción, pero de momento nos limitaremos a lo personal. Jorge Merino tuvo un trato muy caballeroso y sobrio, preguntándonos por la realidad de los estudiantes de arte dramático en Córdoba. Teté Delgado fue muy paciente con los autógrafos y, por no alargarlo más, subrayar también la satisfacción personal de estrecharle la mano a Manuel Millán, que había caracterizado al "cura cantor" de la añorada "Aquí no hay quien viva". En la caza de firmas, sobresalió un gran Easmo, siempre a la cabeza y entusiasta.
La palma se la llevó Viyuela, quien asimismo estuvo muy educado con todos los espectadores/as. Chespiro logró arrancarle la promesa de una entrevista electrónica. Conociendo mi afición por la obra de Azcona y mi admiración por Viyuela como actor, me hizo el gran favor de incorporar mis preguntas a las suyas. Pese a que Viyuela se mostró (como todos/as en el teatro aquel día) muy solicito y paciente, no era cuestión de abusar, además, el mérito de conseguirla era de Chespiro. Así que preferí poco y bien, tres preguntas que espero os gusten. Una pequeña primicia para todos los amigos/as que miran este blog.


1) Es muy interesante comparar la representación teatral con la película de Ferreri. ¿Qué opinión le merece la segunda?¿La ha visionado recientemente o ha optado por enfocar la representación como algo aparte? Especialmente nos gustaría que valorase la visión del personaje de López Vázquez.

R: La película me parece una obra maestra del cine español, una película de auténtica referencia, una de las que hay que ver.

Sí, la vi antes de empezar los ensayos. La intención no era copiar o reproducir nada de lo que ya se había hecho, pero sí tenerlo en cuenta a la hora de ponernos a trabajar en una historia que ya se había contado en otro género.López Vázquez borda su personaje, como creo que hizo en cada uno de los trabajos que realizó. Era un hombre muy cuidadoso, trabajador y de una gran meticulosidad, aparte de un artista con mayúsculas. Me produjo un gran respeto pensar en su Rodolfo, el listón estaba altísimo y era inevitable que mi trabajo se fuera a comparar con el suyo.
2) Su interpretación de Rodolfo es muy divertida y tierna, no obstante, dista mucho de ser un personaje "bueno" en el sentido del término, con un pasado tan triste como realista. Azcona solía jugar mucho con la carcajada disfrazando la terrible verdad, ¿cómo ve Pepe Viyuela la difícil relación que mantiene con Petrita y su casera? ¿No parece en ocasiones que estaba mejor con la segunda?
R: Rodolfo, como todos nosotros, necesita que le quieran y busca ese cariño. Lo encuentra en Petrita y tiene un proyecto con ella. Todo eso se altera a causa de las dificilísimas circunstancias que les rodean y cuando entra en juego Doña Martina se produce una gran revolución a la vez que una enorme confusión. Doña Martina es la madre que siempre le ha faltado y llega a quererla muchísimo, hasta el punto de encontrarse en una encrucijada cuando fallece: ha conseguido su objetivo que es tener un piso, pero ha perdido a una persona a la que había terminado por querer. Llega incluso a dudar de si su vida al lado de Petrita va a ser posible a partir de ese momento.
3) Por último, tras acostumbrarnos a verle como una de las caras conocidas de las series en la pequeña pantalla, ¿tiene alguna otra representación teatral en la mente o quizás en el cine?, Ah, ¿y qué podemos esperar en el futuro de Chema en "Aída" (pregunta de fan, perdón)?
Ahora estoy con la serie de televisión “Aida” y con la gira de la función de teatro “El pisito” de Rafael Azcona” y estoy escribiendo una serie de humor visual para televisión.
Muchas gracias por su tiempo y felicitaciones sinceras por su trabajo.
...
Ahora solamente me falta recomendaros la espléndida entrevista de Chespiro y que aprovechéis al máximo las oportunidades que nos brinda el Gran Teatro. Cordiales saludos.

UNA PLUMA CON IRA



Autor: John Steinbeck.

Título: Las Uvas de la Ira. The grapes of wrath.

Primera edición: 1.939.

Edición manejada: CATEDRA/Letras Universales.

Edición: Juan José Coy.

Traducción de María Coy

Huele a carretera, una mezcla de gasolina con chatarra. A medio camino de un mundo aterrador donde anochece pronto y nunca llega a amanecer la esperanza. No os mentiría si os dijera que ha sido una fácil lectura. La narrativa bien puede ser muy fluida, genial en ocasiones, pero el tema ha sido tan profundo y duro, que era casi inevitable pasarlo un poco mal viendo las desventuras de los Joad, familia imaginaria (pero no tanto) de la que se vale el premio Pulitzer Steinbeck para relatar las miserias de la sociedad post-crack del 29.

Bastante más infravalorado de lo pudiera parecer a simple vista, este autor llegó a hacerse merecedor del prestigiosísimo Nobel de Literatura en 1.962, ha sido en ocasiones ninguneado de un puesto que no deberia discutírsele entre los autores contemporáneos. Tuvo el atractivo de apostar, como Rick en Casablanca, por el bando perdedor, dando un poco de cancha en sus páginas a los más oprimidos, en una jaula capitalista donde los de siempre seguían funcionando a marchas forzadas. Esto llevó a acuasiones de extremo socialismo, paranoia con el comunismo... en fin, nada que no pudiera remediar el lamentable Red Scare y la triste Caza de Brujas, no en Salem, sino en la supuesta tierra de la libertad y la tarta de manzana.

No obstante, creo que los Joad, especialmente Tom (con quien empieza la obra, señalándole desde el principio como eje protagonista), distan mucho de otra pretensión política que no sea la universal de que todo ser humano está revestido de un mínimo de dignidad y derechos. Steinbeck los saca de las muchas familias que se ponen en ruta a California, teniendo en cuenta la expropiación de sus tierras por el monstruoso banco (que es algo así como un Leviatán, una cosa amorfa, sin rostro humano), en busca de una Tierra Prometida. Varios críticos literarios apuntan un símil bíblico en esta premisa, de un pueblo condenado al eterno éxodo en el desierto. Sirva la metáfora de la tortuga, que, por manoseada y trillada, no debe subestimarse, siendo uno de los mejores ejemplos de fábula corta, directa y apabullante.

La premisa pues, es simple, familia desahuciada por unas reglas que no comprenden, se ven forzados a pasar penurias y empleo. Desgraciadamente, a nivel mundial actual, varias personas se sentierían bastante identificadas con los Joad, tocándose muchos palos que generan ampollas...emigración, hambre, soledad, insolaridad... Fácil de decir, pero Steinbeck mete el dedo en la herida y aprieta, hasta que llegamos a verles como personas de carne y hueso. Tom, que tiene la marca de Caín en la frente por su pasado presidiario, se convierte en el líder espiritual del sector de los varones (a pesar de no ser el mayor, en una clara prueba de su rebeldía), además es el marginado de los marginados, ya que está violando su libertad bajo palabra. Salvo un pequeño oasis, los problemas y carencias se multiplicarán, aunque, misteriosamente, también trabarán nuevas amistades... las que solamente pueden surgir de la necesidad.

Pero, aunque Tom parece el predilecto de Steinbeck, con primacía sobre los varones (incluyendo a Padre, al remordido tío John, al motorizado Al y un amplio etceterá), el alma y eje de la familia es, y será simpre, en Las Uvas de la Ira, La Madre. La matrona es aquí la figura más extraordinaria que se encuentra, el fino hilo de la cordura en un mundo destrozado ("Cuando tienes algo que pedir, solamente puedes hacerlo a los pobres") y la que evita las deserciones que por otro lado se producirán. Una de ellas (tupido velo para los que estén pensando en leerla) será nefasta para una de las hijas, Rose of Sharon, la quebradiza y embarazada criatura, de la cual se vale para el agridulce epílogo, del mismo modo que lo hace previamente con Tom en el inicio. Dudo mucho que en unos momentos tan machistas, un autor se dedicará a una escena tan memorable como cuando la mujer amenaza a toda la familia, padre incluído, ante la opción de dividirse.

El desgarrador drama humano y el discurso ha sido muchas veces intentado emular, pero en pocas ocasiones con el mismo y sincero efecto, que solamente puede venir de quien de verdad siente lo que les pasa a sus personajes. Aunque determinados tramos pueden ser conmovedores pero repetitivos, otros alcanzan una belleza y realismo muy sugerentes (el mundo del concesionario, el excelente secundario que es El Predicador...), formando un bello panorama que hace que siga siendo una obra de continuada consulta.

Con relativamente poco tiempo de margen, se elaboró una más que correcta versión cinematográfica de Las Uvas de la Ira (demostrando una vez más su categoría de clásico al instante), bajo la dirección de John Ford y con Tom encarnado por el prestigioso H.Fonda. A los seguidores de Steinbeck les interesará ver ciertos paralelismos que mantiene con otras de su producción. Particularmente a mí me ha hechos rememorar aspectos de "La Perla". Un marco de luces y sombras (sobre todo la segunda), de perdedores que hayan la derrota... y misteriosamente gracias a ella, sacan fuerzas para salir adelante.

lunes, 1 de marzo de 2010

EL CAPITÁN DE MI ALMA



Ensayo y error. Pocas veces se puede avanzar sin esta necesaria premisa. Desde que iniciase su carrera, aupada con unos exitosos westerns en el desierto de Almería, primero como actor y posteriormente director, Clint Eastwood ha mostrado muchos ensayos, pero con muy pocos errores y sí excelentes aciertos.
Recientemente se ha embarcado (algo que otros parecen haber querido aprovechar para sacar una biografía reciente al más puro estilo Rita Skeeter) en la apasionante biografía de Nelson Mandela, el carismático líder sudafricano cuyo talante democrátic y pacifista le permitió ayudar a cicatrizar las heridas del funesto apartheid.
La elección para ello no ha podido ser mejor, el gran Morgan Freeman, de quien ya se ha valido para excelentes piezas como "Sin Perdón" o, por supuesto, "Million Dollar Baby". Pero si las dos anteriores son ejemplos de un cine realista, muy bien confeccionado y dramático, aquí, los espectadores/as encontrarán un Eastwood mucho más claro, un juego de Sol donde no caben las sombras. El horrible cautiverio de Mandela apenas es esbozado, así como su compleja vida familiar. ¿Acaso el africano ha lograd transformar al diseñador de Mystic River?
Bueno, si algo ha sido una constante de quien ha sido tanto el amante de los Puentes de Madison como Harry El Sucio, es su versatilidad. No es la agradable sonrisa y la oratoria de Mandela (perfectaente encarnado por Freeman) lo que resta credibilidad a un discurso fascinante. Freeman además tiene la ventaja de la similitud física, su carisma arrolla, casi tanto como la biografía real. Pese a ello, por poner el cascabel al gato, decir que quizás hubiera podido hablarse más de los problemas que quedaro sin resolver, las lagunas de una Sudáfrica que sigue sin ir del todo bien... Sin embargo, el optimismo baña esta ética deportiva que además tiene la metáfora clara cuando el balón sale a rodar, cuando un puñado de hombres se arremolina en un crujir de rodillas... en un esfuerzo que es misteriosamente bello y que se eleva a la categoría de ritual. Tan fascinante como el baile de Nueva Zeanda es el espíritu de vestuario, ese liderazgo que va descubriendo que posee el personaje de Matt Damon (impresionante conforme se siente más cómodo con el papel).
Los amantes del rugby se sentirá complacidos, al fin, han encontrado al director con la sensibilidad suficiente para ver más allá del pantalón corto y la hierba. El que, quizás haya sido el mejor jugador de esta disciplina, el virtualmente imparble Jonah Lomu, muy bien recreado, solamente es la punta del iceberg de este fascinante símil. Querer explicar a un país que necesitaba alzar el rostro unido (recordar la panorámica, donde está el campo de fútbol y donde la de rugby), a través de un deporte. Nada más fácil en teoría, pocas cosas peores de rodar en la práctica. Aunque por supuesto no lo ha hecho solo, la novela de John Carlin y el guión de Anthony Peckham.
Junto con los partidos (sí, está la jugada a cámara lenta agónica en la final, ¿y qué? Si siempre se hace así, Eastwood tampoco ha ido capaz de saltarse ese cliché), los mejores momentos son en la cárcel, a través de la mirada de François, sufrido capitán de los Springbok (que habrán de evolucionar de simple equipo a emblema de una sociedad deprimida), con la clave de un poema victoriano delicioso que sigue demostrando que Clint y su equipo son unos maestros. Es un mensaje muy necesario en estos tiempos que corren. Mandela ha convencido al cazarecompensas de la otra vía, conoce a tu enemigo, no para disparar más rápido que él, sino para comprender cómo piensa.
Efectivos resultan los paralelismos entre los guardaespaldas (el grupo del anterior presidente y los nuevos de color de la tribu de Mandela) y la escuadra de los Springbok. Lamentablemente, esto es una apreciación subjetiva, quizás hubera podido intensificarse más el conflicto, pero el optimismo todo lo arrasa en Invictus. Sí me han gustado mucho las tensas escenas del furgón y el avión, un claro correctivo a esa sociedad estadounidense obsesionada por la seguridad fruto de la desconfianza y la mirada suspicaz.
La fotografía de Tom Stern ha sido de lo más reseñable, con una correcta banda sonora, donde Kyle Eastwood y Michael Stevens lo hacen bien, pero no llega a ser del todo memorable... entra tan bien por el oído como sale, hay un momento en que puede ser genial pero no se rememora.
¿Qué opinión se lleva uno de Invictus? Habrá una por cada persona que vaya al cine. Tiene algo maravilloso y que cualquiera firmaría, es una obra que sus tintes de historia real hace que uno salga más relajado de la sala de como entró. Es un cuento con final feliz, como a veces deben ser. Un notable perfecto, lo único que le reprocho es que cuando uno va a ver a Clint Eastwood lleva el rotulador que usa para los sobresalientes y las matrículas. Falto algo, aunque es noticia que sus más de dos horas no se hagan largas... Doy fe.
Y sigue siendo el capitán de su cine... y de su alma. Cordiales saludos.
Próxima entrada: Dejamos, al fin, un respiro al cine y volvemos con los libros.