Tras el modesto pero totalmente necesario homenaje a José Luis López Vázquez, el blog sigue su curso y sin más dilación nos ponemos a la obra con lo que toca, una nueva serie de televisión a pasar revista.
Título: The Tudors.
Creador: Michael Hirst
Emitida por: Showtime.
Primera emisión-Última emisión: 1 de abril 2.007- Hasta nuestros días
Reparto: Jonathan Rhys-Meyer, Natalie Dormer, Sam Neill, Sam Cavill, Peter O´Toole, M. Kennedy, Gabrielle Anwar, etc.
Producción ejecutiva:Eric FellnerTim BevanBen SilvermanTeri WeinbergSheila Hockin
"Crees conocer una Historia, pero tienes que remontarte al principio par conocer la verdad". Sencilla premisa, música de época y nada menos que la época de Enrique VIII a nuestro servicio. Cuando me presentaron Los Tudor, se me hababa de una nueva "Roma", serie que fue una absoluta debilidad para un servidor y que, creo, en España no ha tenido todo el eco debido a causa de los malos horarios que le han ido dando. He de decir que eso puede ser cierto en cuanto al formato, pocos escrúpulos a la hora de mostrar la violencia, la crudeza o temas tabúes como el sexo de la época sin mucho miramiento, pero son muy particulares, por el propio devenir histórico, si acaso, son dos producciones paralelas, nunca secantes.
Enrique VIII es un tipo que aún despierta ampollas, bipolaridades y versiones. Encarnado mil veces en teatro y cine, ahora le toca a la televisión. El mérito de los guionistas de los Tudor, es que plantean que quizás no siempre tuvo que ser ese gordinflón, grandote y sanguinario, tal vez hubo una época en que fue joven, heredero de un trono inestable y sucesión inciera, un joven capaz de enamorarse, desenamorarse, sufrir, reír y dejar de un lado las cuestiones de Estado por sus caprichos. "Dressed to kill" fue la última exposición que puede ver en Londres de uno de los monarcas más peculiares del siglo XVI, contemporáneo de Carlos V y Francisco I (ojo, desfilararán ambos por la serie, atención al mentón de El Emperador), por lo que me sorprende a ver a todo un actor con pinta de galán de gimnasio como Meyers encarnándolo. Pero se lo perdonamos porque aún es un Enrique joven y rebosante de energías (a ver como solventan la papeleta de la fisonomía los avispados guionistas conforme avancen las temporadas) y Meyers, como ya nos demostró Woody Allen, sirve para un roto y descosido. Es un tipo muy solvente que dará que hablar.
En la primera temporada, que es la única que he podido ver completa y en buenas condiciones, el inexperto león tendrá el asesoramiento del cardenal Wolsey, que fue en su día caracterizado por el inolvidable Orson Welles. En esta ocasión, tampoco se da el papel a un cualquiera, el veterano y Hollywoodiense Sam Niell saca un cardenal ambicioso, sin escrúpulos (atentos a sus actos durante el opening de la serie) pero misteriosamente cautivador, admirable por su inteligencia y a su manera, más fiel servidor de su rey que del mismo Dios al que ha jurado seguir. A pesar de la mutua confianza y de frases tan inolvidables como "He estado con el embajador francés Majestad, parece un bueno hombre, pero es... demasiado francés", varias ecuaciones se intepondrán entre tutor y alumno. Por un lado del deseo de Wolsey de ser Papa, lo cual le colocaría por encima de Enrique y por supuesto, una femme fatale, Ana Bolena.
Las hermanas de esta familia siempre han estado ligadas a la monarquía británica. En este caso su hermana mayor María tiene menos peso del que merece, pero tal vez se compense por la riquísima en matices Ana Bolena que nos brinda una Natalie Dormer genial, a veces delicada y prototipo de la novia que muchos soñaríamos con tener, otras una bruja despiada, una cortesana infame, en ocasiones el regalo de Dios a los hombres... y siempre misteriosa. Su Ana Bolena desprende energía por los cuatro costados, su dosis de maldad pero siempre con empatía al público y por supuesto, ambiciosa. Lástima del final del propio personaje histórico, pueden imaginar cómo acabará su preciosa cabecita en la segunda temporada, tras peleas al más puro estilo tragicomedia italiana, pero esperemos que no sea lo último que nos brinde esta actriz, confieso que en "Casanova" ni fu ni fa, pero es que, lo que ha hecho esta joven actriz en esta serie debería abrirle muchas puertas si hay productores que sepan verlo.
En esta first season, Ana irá subiendo en el corazón del rey, sirviendo a su ambicioso padre y amenazando a la reina consorte, Catalina de Aragón. Catalina es un papel ingrato, quizás por eso se lo han otorgado a toda una profesional como María Doyle Kennedy, lástima, eso sí, de los malditos instantes en los que ella y sus adeptos haban en castellano. Mal trabajo en este punto, que lo cortés no quite lo valiente. Otro genio que se han sacado de la chistera al parecer para la segunda temporada es Peter O´Toole, elevado al rango de Santo Padre, un fichaje de lujo que nos invita a pensar que las expectativas de este tipo de series están subiendo a niveles antaño impensables.
Y es que los decorados han sido muy entrañables, sobre todo "El Palacio de las Ilusiones". Además, la intrahistoria y las peripecias de algunos personajes como los músicos que desfilan por la Corte no estorban, son historias entrañables, bien relacionadas y que nos muestran que la vida puede ser muy bonita en palacio, pero que cualquiera es susceptible de caer en desgracia, perder sus amores y amigos o terminar, Dios no lo quiera, presa de las peores enfermedades. Creo que aquí el mérito es que los guionistas e los Tudor usan las historias corales para no sobrecargar los hombros de los protagonistas, pero dejado siempre claro qué directrices son las más importantes. Además, parecen tener la sana pretensión de que importa más el cómo pasó que el qué es lo que pasó. No piensen que jueguen a los dados, ya tienen dinamita bien sembrada para futuras entregas, "Bloody Mary", por niña que sea ya va soltando perlas que revelan que si la saga sigue, queda mucha historia inglesa que contar.
Jeremy Northam nos da una elección de ello, sabiendo leer muy bien su libreto y dando un giro de tuerca a Tomás Moro, el alabado autor de "Utopía", un hombre capaz de morir por sus principios y que ha sido digna inspiración de películas hoy con la aureola de clásicos de "Un hombre para la eternidad". Sin embargo, a pesar de esa incorruptibilidad admirable (que además tiene una curiosa paradoja con el personaje de Sam Neill, mucho más dudoso de moral pero más tolerante), tiene un grado de fanatismo terrible y sería capaz de hacer arder, por ejemplo, a un seguidor de la revolucionaria Reforma Luterana.
Otras licencias son menos admitidas por los puristas historiadores/as y en este sentido, deformación profesional, me inclino a darles la razón. Ya hemos hablado de la fisonomía de Enrique, pero el primer asesinato con el que arranca todo en Italia nunca ocurrió, a la par que la esperpéntica boda de la hermana de Enrique (una preciosa Gabrielle Anwar) en el reino de Portugal es tan inventada como susceptible de ofender al respetable lusitano y con razón. Hay cosas mucho mejor reflejadas, como el ascenso del personaje de Sam Cavill, cuyo gran mérito aparte de su enorme sonrisa y aires de Arturo Fernández es ser el compi de juegos de Henry The Eight, lo cual le proporciona un ascenso continuado que sirve de contraste con los desafortunados que caen en desgracia, sin importar cuán alta fue su relevancia en el pasado (he leído, con toda admiración por cierto, un atinado comentario que colocó un forista en youtube, los personajes de Wolsey y Ana terminan demostrado la suma facilidad con la que pasas de ser halcón a paloma).
En definitiva, nunca exenta de riesgos, espero que la apuesta por este tipo de televisión siga vigente y las tres temporadas de los Tudor no se queden en triunvirato solitario.
La premisa de la serie es buena, y la realizacion por lo que he visto, impresionante.
ResponderEliminarA ver si le echo un ojo.
Más que recomendable, amigo Easmo. Gracias por el comentario
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