Frialdad. Si algo transmite desde el primer momento La punta del iceberg (2016), es una sensación de soledad ante el vacío. Nietzsche afirmaba que, cuando observamos mucho tiempo al abismo, las profundidades nos terminan devolviendo la mirada. El film dirigido por David Cánovas tiene pulso, sabe perfectamente la atmósfera polar que debe presidir cada uno de sus planos, un viaje por los recovecos de una macro-empresa que nos resultaría familiar en sus edificios a nada que nos diéramos una vuelta por cualquier gran ciudad española.
El suicidio próximo en el tiempo de tres empleados en una misma oficina alarma enormemente a la gran multinacional que está en la cima de su organigrama. Un asunto morboso que va despertar los mordiscos de la prensa. Para adelantarse, su cúpula manda a Sofía Cuevas (Maribel Verdú), una experimentada ejecutiva para realizar un informe que despeje las dudas sobre qué está sucediendo en los alrededores de los dominios de Carlos Fresno (Fernando Cayo), un directivo que ha conseguido unas cifras de cuentas magistrales, pero cuyos métodos parecen cercanos a Esparta.
Basándose en la obra de teatro de Antonio Tabares, un ingenioso dedo en la llaga de la cultura del trabajo y los pasquines de auto-ayuda para ser brillante en los negocios, el guión de José Amaro Carrillo, Alberto García Martín y el propio Cánovas tiene como objetivo hacer una cinta de detectives, si bien con empresarios de traje y corbata. Y es que la pregunta es tan simple como: ¿quién ha sido el responsable de un clima laboral tan tóxico?
La investigadora es una samurái en traje negro, con coleta y que lleva una triste maleta, de sofisticado diseño, pero casi el anticipo de una propietaria con más vida laboral que personal. ¿Merecen la pena los sacrificios, horas extras sin remunerar y los niveles de estrés acumulados luchando por unas caras desconocidas que son quienes dan las órdenes? Sofía buscará encontrar respuesta a enigmas que la hacen mirar a su pasado, a ascensos que quizás no sean motivo de orgullo. ¿De qué sirve a una persona engordar la nómina si al final pierde su alma?
Una cinta previa soberbia, El método (2005), marcó una pauta diferente, también bebiendo de la fuente teatral. No tiene nada de extraño que allí ya estuvieran presencias como Carmelo Gómez, quien es un antiguo conocido de interrogadora. La relación es tensa entre ellos, volviendo a ser un medido despliegue actoral el de un leonés que nunca hiperboliza y sabe transmitir mucho con gestos cotidianos. Su Alejandro García es un sindicalista cínico, perfecto conocedor del sistema y que no se hace ilusiones.
Fernando Cayo, por su lado, sale poco, aunque siempre impone. Su fantasma flota por todos los rincones, desde la máquina de las chocolatinas a los teléfonos que no dejan de sonar. Los sospechosos irán desfilando y entramos gustosos en las deducciones de Sofía, descubriendo el infierno que puede a llegar a ser el sitio donde acudimos cada día a las ocho de la mañana. Lo inquietante es que el libreto no comete el error de presentar a Fresno como un monstruo, es un ser de carne y hueso con quien hasta se puede empatizar en diversos compases.
Asimismo, se pulsan las teclas sobre un término en auge durante los últimos años: el cuñadismo. Pocos lo anticipan mejor que Jaime Salas, un excelente Álex García que muestra a un aparente "winner" de oficina que, sin embargo, está completamente perdido, tanto en el negocio al que está consagrando sus mejores años como en lo personal. Y un aire de tragedia helena acompaña a Gabriela Bennassar (Bárbara Goneaga) una de las testigos más interesantes en todo el proceso y que llega a hacer el sacrificio máximo en el feudo de Fresno.
Igual que en Rashomon (1950), incluso los fallecidos tendrán la oportunidad de dar su punto de vista. Eso lo percibimos especialmente con Marcelo Miralles (un intérprete tan solvente como Ginés García Millán le da forma). Los detallados informes harán que Sofía "escuche y vea" los motivos que llevaron a las víctimas a tomar su decisión.
Cuenta la leyenda que Atenea brotó directamente de la cabeza de Zeus. Otros, simplemente, sospechan que era la favorita del rey del Olimpo por su inteligencia e inventó ese origen para ligarla a él, de la misma forma que Enzo Martelli (Carlo D´Ursi) y Ángel Torres (Juan Fernández) buscan delegar en Sofía para que lidie con asuntos desagradables de oficina. Atenea era tan ducha en la guerra como en la diplomacia, a diferencia del salvaje Ares.
Hoy en día, los olímpicos le regalarían a la deidad sabia un despacho con bonitas vistas aérea de la ciudad. Sin saber por qué, Atenea al contemplarlo sentiría un desagradable vacío recorriéndole la espalda.
La investigadora es una samurái en traje negro, con coleta y que lleva una triste maleta, de sofisticado diseño, pero casi el anticipo de una propietaria con más vida laboral que personal. ¿Merecen la pena los sacrificios, horas extras sin remunerar y los niveles de estrés acumulados luchando por unas caras desconocidas que son quienes dan las órdenes? Sofía buscará encontrar respuesta a enigmas que la hacen mirar a su pasado, a ascensos que quizás no sean motivo de orgullo. ¿De qué sirve a una persona engordar la nómina si al final pierde su alma?
Una cinta previa soberbia, El método (2005), marcó una pauta diferente, también bebiendo de la fuente teatral. No tiene nada de extraño que allí ya estuvieran presencias como Carmelo Gómez, quien es un antiguo conocido de interrogadora. La relación es tensa entre ellos, volviendo a ser un medido despliegue actoral el de un leonés que nunca hiperboliza y sabe transmitir mucho con gestos cotidianos. Su Alejandro García es un sindicalista cínico, perfecto conocedor del sistema y que no se hace ilusiones.
Fernando Cayo, por su lado, sale poco, aunque siempre impone. Su fantasma flota por todos los rincones, desde la máquina de las chocolatinas a los teléfonos que no dejan de sonar. Los sospechosos irán desfilando y entramos gustosos en las deducciones de Sofía, descubriendo el infierno que puede a llegar a ser el sitio donde acudimos cada día a las ocho de la mañana. Lo inquietante es que el libreto no comete el error de presentar a Fresno como un monstruo, es un ser de carne y hueso con quien hasta se puede empatizar en diversos compases.
Asimismo, se pulsan las teclas sobre un término en auge durante los últimos años: el cuñadismo. Pocos lo anticipan mejor que Jaime Salas, un excelente Álex García que muestra a un aparente "winner" de oficina que, sin embargo, está completamente perdido, tanto en el negocio al que está consagrando sus mejores años como en lo personal. Y un aire de tragedia helena acompaña a Gabriela Bennassar (Bárbara Goneaga) una de las testigos más interesantes en todo el proceso y que llega a hacer el sacrificio máximo en el feudo de Fresno.
Igual que en Rashomon (1950), incluso los fallecidos tendrán la oportunidad de dar su punto de vista. Eso lo percibimos especialmente con Marcelo Miralles (un intérprete tan solvente como Ginés García Millán le da forma). Los detallados informes harán que Sofía "escuche y vea" los motivos que llevaron a las víctimas a tomar su decisión.
Cuenta la leyenda que Atenea brotó directamente de la cabeza de Zeus. Otros, simplemente, sospechan que era la favorita del rey del Olimpo por su inteligencia e inventó ese origen para ligarla a él, de la misma forma que Enzo Martelli (Carlo D´Ursi) y Ángel Torres (Juan Fernández) buscan delegar en Sofía para que lidie con asuntos desagradables de oficina. Atenea era tan ducha en la guerra como en la diplomacia, a diferencia del salvaje Ares.
Hoy en día, los olímpicos le regalarían a la deidad sabia un despacho con bonitas vistas aérea de la ciudad. Sin saber por qué, Atenea al contemplarlo sentiría un desagradable vacío recorriéndole la espalda.
FOTOGRAFÍAS EXTRAÍDAS DE LOS SIGUIENTES ENLACES:
- http://cineycomedia.com/critica-la-punta-del-iceberg/
- http://www.sensacine.com/actores/actor-156438/fotos/detalle/?cmediafile=21278903
- https://www.filmaffinity.com/es/film891965.html
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