Desde que Anthony Stark se viera obligado a meterse en una cueva hace ya más de diez años, todas las tramas ficticias del Marvel Cinematic Universe fueron encaminando sus pasos a un momento apocalíptico de un ambicioso plan por fases. Corría el año de 2008 y Robert Downey Junior, encargado de dar vida al futuro Iron Man, iniciaba una apuesta arriesgada, la peligrosa partida que podía derivar en taquillazos o la decepción de legiones comiqueras por todo el globo. Naturalmente, tanta sucesión de películas ha dado una calidad heterogénea, pero no caben dudas de su rentabilidad y el mérito de lograr dejar en la audiencia una sensación de universo compartido, coherente y de pura épica.
Así, escena post créditos tras escena post créditos, iba a llegar el momento de una pareja de películas que casi no se pueden analizar por separado: Vengadores: Infinity War (2018) y Vengadores: Endgame (2019). Sumadas entre sí, casi seis horas de algo diferente a lo que veníamos viendo cuando nos sentábamos en la butaca. Lo comentaba con olfato fino un director como Álex de la Iglesia: en una época de escepticismo y crisis, no deja de ser curioso que triunfe una epopeya clásica donde héroes y heroínas entierran sus diferencias para sacrificarse generosamente.
Y ese gran obstáculo al que deberían hacer frente se llamaba Thanos. Surgido de la fértil imaginación de Jim Starlin, el Titán Loco que buscaba seis poderosas gemas necesitaba una pequeña actualización para la gran pantalla. Christopher Markus y Stephen McFeely bucearon en los antiguas historias para mantener la esencia y hacer más atractiva todavía la figura de un villano con más motivaciones de las usuales. Harto de la imposibilidad de las especies para respetar su medio y las leyes naturales, Thanos (encarnado por un Josh Brolin con muchos retoques) pensaba que hacía falta un visionario con el coraje necesario de diezmar a buena parte de la población para asegurar la supervivencia.
Esa determinación y sus peculiares relaciones paterno-filiales con Gamora (Zoe Saldaña) y Nebula (Karen Gillan) convirtieron a Thanos en un nihilista con causa, alguien que no quería conquistar el universo; simplemente, en caso de lograr sus propósitos, colgaría la armadura y se retiraría a una vida apacible. De hecho, uno de los reproches más insistentes con Endgame ha sido en materia relativa a que esos objetivos se irían perdiendo en aras de poner a un adversario más despreciable, capaz de disparar fuego amigo y herir a sus propias huestes si eso le permitía acabar con la vida de unos oponentes a los que ya sí odia de forma personal.
Pecado venial que puede perdonarse si se atiende a las coreografías de batallas más impactantes que se recuerdan en mucho tiempo. Las generaciones más jóvenes han tenido la fortuna de vivir en esta época de prodigios como la norma, si bien no hace tantos años que era una quimera pensar que Spiderman (Tom Holland) compartiría escena con Iron Man. El poder mantener en un espacio prolongado de tiempo a un Dream Team de casting (Gwyneth Paltrow, Chris Evans, Scarlett Johansson, Anthony Hopkins, etc.) es una espléndida inversión a largo plazo para lograr una fuerte sensación de coherencia, esa que lleva a hacer muy entrañables los diálogos que tienen Downey Junior y Holland.
Esa determinación y sus peculiares relaciones paterno-filiales con Gamora (Zoe Saldaña) y Nebula (Karen Gillan) convirtieron a Thanos en un nihilista con causa, alguien que no quería conquistar el universo; simplemente, en caso de lograr sus propósitos, colgaría la armadura y se retiraría a una vida apacible. De hecho, uno de los reproches más insistentes con Endgame ha sido en materia relativa a que esos objetivos se irían perdiendo en aras de poner a un adversario más despreciable, capaz de disparar fuego amigo y herir a sus propias huestes si eso le permitía acabar con la vida de unos oponentes a los que ya sí odia de forma personal.
Pecado venial que puede perdonarse si se atiende a las coreografías de batallas más impactantes que se recuerdan en mucho tiempo. Las generaciones más jóvenes han tenido la fortuna de vivir en esta época de prodigios como la norma, si bien no hace tantos años que era una quimera pensar que Spiderman (Tom Holland) compartiría escena con Iron Man. El poder mantener en un espacio prolongado de tiempo a un Dream Team de casting (Gwyneth Paltrow, Chris Evans, Scarlett Johansson, Anthony Hopkins, etc.) es una espléndida inversión a largo plazo para lograr una fuerte sensación de coherencia, esa que lleva a hacer muy entrañables los diálogos que tienen Downey Junior y Holland.
Los Russo dirigen con maestría este tipo de recursos, siendo tan buenos manejando la capa del Doctor Extraño como el escenario que brinda Wakanda. Con habilidad, los trailers de ambas películas han ofertado lo conveniente (incluso con pistas falsas), evitando un fallo frecuente en el género: a veces, todo es tan de manual que en un avance se puede intuir el inicio, nudo y final. De hecho, Endgame tiene un primer acto atípico, presenciar al fin las consecuencias que tendría en la ciudadanía una confrontación de estas características titánicas.
Además, escogen con mimo sus influencias. Esa maravilla llamada Siempre Vengadores, orquestada por Kurt Busiek y Carlos Pacheco, revolotea durante todo Endgame. Igual sucede con El guantelete del infinito en Infinity War. Son adaptaciones más espirituales que de libreto, dejando sutiles guiños que satisfagan al respetable con años de lectura comiquera a sus espaldas. Referencias que nunca estorban al público nuevo, el cual está en una montaña rusa tremenda que deja sin aliento. El máximo mandamiento de los Russo ha sido complacer en todo momento a las personas que han pagado por la butaca.
Eso tiene su peaje. Decían los antiguos druidas que el problema no era hacer magia, simplemente estar dispuesto a pagar el precio que conllevase. Este producto perfectamente envasado y con aroma a palomita no va a ser arte y ensayo. Eso está asumido en estas dos películas, absolutamente sin complejos y que meten una dosis de humor necesaria. Además, en el final de los arcos de personajes muy queridos hay sensibilidad, un punto de ternura que no cae en los frágiles territorios de lo cursi. La reciente desaparición de una personalidad genial como Stan Lee ayuda a que todo tenga un carisma nostálgico, a dar un adiós sentido a una época que será muy difícil que la productora repita.
Como bien saben en series tan espléndidas como Juego de Tronos, el gran problema de suscitar tantas expectativas es lograr un final que no enfurezca a las hordas de fans en todo el globo. De cualquier modo, es otra prueba sorteada con gracia, un enorme truco de magia donde nos dejamos embaucar para no darle muchas vueltas. Mil referencias a la cultura pop que van de la mano de la personalidad arrolladora de un grupo heroico (Natasha, Clint, Steve Wanda...) que retoma el viejo significado de la épica: agarrarse a la más mínima posibilidad de que se puede lograr algo casi imposible.
Los títulos de crédito se desvanecen en nuestra memoria y es grato que, en esta ocasión, no exista ninguna escena posterior. Hubiera sido innecesario y es más impactante ese escenario vacío tras ver al conejo desaparecer de la chistera.
FOTOGRAFÍAS EXTRAÍDAS DE LOS SIGUIENTES ENLACES:
- https://www.express.co.uk/entertainment/films/1111365/Avengers-4-Endgame-timeline-MCU-avengers-4-Marvel-movie-marathon-order
- https://www.framestore.com/avengersinfinitywar
- https://www.cinematographe.it/news/avengers-endgame-titolo-spoiler/
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