domingo, 30 de diciembre de 2018

MI OBRA MAESTRA


Quedó registrada su matrícula. El ciudadano ilustre (reseña) fue una de las más gratas sorpresas que ha tenido la cartelera en mucho tiempo. Gastón y Andrés Duprat eran dos nombres a seguir con atención. Se esperaba con suma curiosidad su nueva incursión en esas extrañas fábulas donde dan en la tecla del sentir argentino, sin renunciar por ello a tratar temas que se pueden entender sin necesidad de intérprete en cualquier latitud. 



La respuesta es Mi obra maestra, una comedia negra de engañosa sencillez en sus formas. Bajo la tensa relación de Arturo (Guillermo Francella) y Renzo (Luis Brandoni), los creadores hacen una aguda reflexión sobre la amistad a través de los años. El primero es un marchante de arte y el segundo un artista desbocado y visceral. Han pasado tiempos de gran compañerismo, si bien en el actual mercado del arte posmoderno ambos están pasando apuros y su relación va cuesta abajo por el choque de personalidades. 



Como en un cuento de Chejov, tardamos apenas unos segundos en entender la manera de comportarse de uno y otro. Francella, actor de una experiencia infinita en la comedia, vuelve a demostrar todas sus tablas. No le va a la zaga Brandoni haciendo de un artista genial e infantil, un tipo entrañable y censurable. Para servir de eficaz metáfora se usa su forma de tratar a un idealista aspirante a discípulo (Raúl Arévalo) a quien trata con una cruel tutela digna de Kill Bill


Conforme avanza el metraje, vamos observando que ninguna de las piezas del argumento ha sido dejada al azar. Cada ficha desempeña un papel clave para la resolución de una sátira aguda que ataca también los fundamentos actuales del arte actual. Los Duprat dejan un sello de agudeza en sus incursiones a la gran pantalla, teniendo siempre fe en la sensibilidad e inteligencia de su audiencia. 



Hay también, igual que ocurría en la maravillosa El ciudadano ilustre, un reparto coral de los mal llamados intérpretes secundarios/as que respaldan a la pareja protagonista. Destaca Andrea Frigerio, quien, además, tiene la ventaja de que ha compartido escenario en muchas ocasiones con Francella, lo cual les hace tener una complicidad realmente especial. 



Destaca asimismo Raúl Arévalo, quien hace de entusiasta discípulo, una persona en una etapa vital bien diferente a la de los dos amigos de vuelta de todo. Su aportación es esencial en este embrollo, además de dar unos tintes morales que plantean cuestiones de sumo interés. También hablar de María Soldi, otro contrapunto juvenil (en este caso, en una versión más egoísta que en el personaje anterior) para esta historia de personas en madurez.  


Desde que entró en una feroz crisis económica, el cine argentino comenzó a pensar con pausa. Cuando echamos una vista atrás a la magnífica cosecha que nos ha dejado su filmografía, resulta obligatorio hablar de grandes actrices y actores, de guiones redondos, etc. No obstante, es menos habitual hacerlo sobre la banda sonora. En el caso que hoy nos ocupa, debe citarse la composición de Alejandro y Emilio Kauderer, quienes acompañan a la perfección la esencia de lo que se nos quiere contar. 



Con todo, a diferencia de lo hallado en El ciudadano ilustre, aquí el argumento sí tiene su fallas conforme se le dan vueltas. Si en la primera todo encajaba de una forma admirable, los Duprat se permiten aquí algún atajo que no vulgariza el film, aunque sí lo aleja de las cotas que podría haber alcanzado con alguna justificación más meditada de los giros que ocurren en este pulso entre arte y amistad. 



Tal vez, lo que marque la diferencia y siga obligando a comprar la butaca para ver los filmes de estos argentinos sea esa capacidad de tocarnos la fibra con cosas que también nos pasan a nosotros.  



FOTOGRAFÍAS EXTRAÍDAS DE LOS SIGUIENTES ENLACES:



https://www.filmaffinity.com/es/film535280.html



https://decine21.com/peliculas/mi-obra-maestra-38447



https://cineuropa.org/es/newsdetail/359249/

domingo, 23 de diciembre de 2018

LA CULPA


El teatro está hecho para pensar. Pocas personas lo saben en la actualidad mejor que David Mamet, perro viejo de olfato fino que sabe que la verdad tiene no pocas aristas. Por ello, La culpa es claramente una hija predilecta del dramaturgo, una nueva oportunidad de cuestionar si eso de la ética tiene cabida en un mundo como el de hoy día. Tras su estreno en New York, el artista dio licencia a la compañía TalyCual para que la llevase a los tablados españoles. 



Juan Carlos Rubio dirige con sobriedad (y recordando en muchas ocasiones a Doce hombres sin piedad) un relato enmarcado en los problemas de un psiquiatra a quien reclaman acuda a defender a un paciente tras un horrible crimen cometido por el mismo. La cuestión es delicada porque los medios de comunicación han puesto grandes titulares en el asunto y un paso en uno u otro sentido le condicionaría para siempre. 



Pepón Nieto da vida al especialista, una persona atribulada y que se expone a ser diseccionada en los tabloides ante cada paso que emprenda. Sin saberlo, acaba de iniciar una partida de ajedrez donde no solamente se juega su reputación, un paso en falso irá arrojando flechas también a la mujer que ama y el único amigo de la pareja. 


El escenario, simple y eficaz, va haciendo la metáfora de un laberinto que se cierra sobre el protagonista. Nieto es un actor de gran experiencia y versatilidad, estando muy cómodo y haciendo que el auditorio le tenga empatía, puesto que cualquier persona podría caer en el problema que él tiene de forma involuntaria. Ante el escrutinio público, ni su religión ni vida privada podrán quedar a salvo. 



Bernabé Rico adapta el libreto con talento, sin que en ningún momento desaparezca el influjo de Mamet. Todo se presta a múltiples lecturas conforme avanzamos en el recorrido. Esto queda de manifiesto con el personaje de la abogada del antiguo paciente, Magüi Mira. Lejos de ser una antagonista o "la villana" del asunto, expone unos argumentos convincentes y el derecho de cualquiera, incluso del alma más monstruosa, de tener derecho a defensa. 



El juramento hipocrático, los secretos de confesión y los códigos de distintas profesiones se colocan en entredicho. En vísperas de comparecer al estrado, el protagonista se llegará a plantear hacer desaparecer las notas redactadas sobre su paciente. Además, hay otros componentes como la sexualidad del incriminado, lo cual es aprovechado de forma sensacionalista por varios periódicos. 


Con todo, las otras dos partes del triángulo las conforman las interpretaciones de Ana Fernández y Miguel Hermoso. La primera es la esposa del psiquiatra, quien se verá igualmente asolada por el terremoto que va a retorcer su intimidad. El segundo, amigo y confidente de la familia, tampoco podrá escapar a la vorágine. Ninguno de ese cóctel volverá a ser el mismo tras el estallido del asunto. 



En una alquimia no fácil de lograr, esta versión de La culpa tiene algunos momentos de humor negro y socarrón, un alivio que se agradece en una pieza donde casi hay claustrofobia conforme todo se va cerniendo hacia un pesimismo muy de Mamet. Muy dotado para la comedia, Pepón Nieto sabe dar ese aire de resabio cínico sin salirse del tono de la obra. 



Realmente, costaba pensar mejor despedida para el Gran Teatro de Córdoba de este 2018. 



FOTOGRAFÍAS EXTRAÍDAS DE LOS SIGUIENTES ENLACES: 



- Representación de La culpa en el Gran Teatro de Córdoba. Función del día 22 de diciembre de 2018. [Fotografía realizada por el autor del blog]. 



- Representación de La culpa en el Gran Teatro de Córdoba. Función del día 22 de diciembre de 2018. [Fotografía realizada por el autor del blog]. 



- Representación de La culpa en el Gran Teatro de Córdoba. Función del día 22 de diciembre de 2018. [Fotografía realizada por el autor del blog]. 

domingo, 16 de diciembre de 2018

SEÑORA DE ROJO SOBRE FONDO GRIS


Al contrario de lo que se piensa, los libros no sirven para darnos soluciones. De hecho, solamente valen para crearnos nuevos problemas. Ella siempre decía que el primer libro era fundamental. Si logra despertar tu curiosidad, un libro te llevará a otro libro. Esta clase de reflexiones dichas con la voz de un actor de la talla de José Sacristán tienen un eco destacado. Cuando Miguel Delibes escribió Señora de rojo sobre fondo gris estaba hablando de dos cosas: de la persona que más había amado y sobre sí mismo. 



El protagonista de esta obra es Nicolás, un pintor en horas bajas a quien los ángeles y las musas han dejado desamparado de inspiración. En definitiva, la misma situación por la que estaba pasando Delibes, un escritor de enorme talento que había sufrido la prematura muerte de su esposa, Ángeles de Castro. Él mismo afirmaba que le faltó la referencia, el faro que guiaba sus actividades, dejando incluso la pluma y el papel. Si bien es cierto que nadie es imprescindible, ese viejo dicho olvida que sí hay gente importantísima que, cuando desaparece, deja un hueco profundo e imposible de llenar. 



La producción y dirección de José Samano se basan en la sobria sencillez, aprovechando en todo momento que cuentan con un intérprete de los que se cuentan con los dedos de una mano. Pocos secretos esconden las tablas para un José Sacristán que se mueve entre ellas como un gato hábil sobre un tejado, siempre sin miedo a resbalarse. Tarea nada fácil, habida cuenta que es el único actor en escena, si bien el espectro del personaje de su fallecida mujer sobrevuela toda la obra.


La obra es prima-hermana de Cinco horas con Mario, puesto que sendas representaciones exigen a la persona protagonista enfrentarse con el público sin más armas que una habitación plagada de recuerdos, especialmente el de ese lienzo que nunca se atrevió a pintar. Ambos textos son asimismo crepusculares, como el testamento de un final de viaje.



Eso no quita que sea, a la par, un pincel que arroja mucha pasión juvenil. A lo largo de los recuerdos, Nicolás evocará los días más felices con su pareja, los instantes donde todo parecía que era una fiesta que no se iba a terminar nunca. Como si nos hubiésemos asomado por la mirilla, somos testigos de un soliloquio sin censura acerca de lo que es la vida conyugal con sus luces y sombras.



No parece casual que la pregunta que se le haga siempre a Nicolás es si bajaron los ángeles a visitarle con inspiración. Y es que durante años aguardó que Ángeles de Castro volviese de donde quiera que fue para regalarle la mitad más feliz de su memoria. Si rara vez se guardaba algo en el tintero (pensemos en Los santos inocentes), aquí su escrito es de una honestidad brutal.


Un trasfondo novelesco que encuentra su mejor vehículo en la voz y presencia de un Sacristán comodísimo en el papel, siempre sereno y sin alardes para decir mucho con apenas unos pocos gestos. A estas alturas de su carrera, parece el jugador veterano de infinita clase al que nada de lo que ocurra en el campo le perturba. Está más que habituado y sabe que si surge un imprevisto en escena, él lo va a resolver.



¿Es verdad lo que nos cuenta Nicolás? No es una pregunta baladí en ese sentido, la nostalgia es traicionera y tiende a recordar las cosas mejor de lo que fueron. El subjetivismo de este monólogo lleva a varios silencios de época, con cuestiones como el paradero de la hija mayor del protagonista, un claro reflejo de la política española en la década de los 70 del pasado siglo. Todo queda en el aire.



Obra roja sobre fondo gris que no podemos dejar de mirar.



FOTOGRAFÍAS EXTRAÍDAS DE LOS SIGUIENTES ENLACES:



- Señora de rojo sobre fondo gris, función del día 15 de diciembre de 2018 en el Gran Teatro de Córdoba [Fotografía realizada por el autor del blog]



Señora de rojo sobre fondo gris, función del día 15 de diciembre de 2018 en el Gran Teatro de Córdoba [Fotografía realizada por el autor del blog]



Señora de rojo sobre fondo gris, función del día 15 de diciembre de 2018 en el Gran Teatro de Córdoba [Fotografía realizada por el autor del blog]

domingo, 9 de diciembre de 2018

MADRID SE QUEMA


Fue catalogada como el animal más hermoso del mundo. Una fórmula complicada, la trampa después de aparente elogio. Durante toda su carrera, Ava Gardner comprendió perfectamente que importaba menos lo magnífica actriz que era ante la imagen que proyectaba. Un reclamo de la cartelera por su mera presencia en el póster, objeto de deseo de propios y extraños. Bajo unas reglas despiadadas y machistas de la industria cinematográfica cuando las intérpretes envejecían, la diva siempre encontró en España un lugar de repaso, el castillo particular donde ejercer su carpe diem sin miedos. 



Una ironía en un país que en aquellos años se movía en dictadura y la propaganda oficial se jactaba de ser la reserva espiritual de Occidente. No obstante, tener a una de las diosas de Hollywood rodeada de toreros y cantantes flamencos era una publicidad demasiado golosa, por lo que la ilustre estadounidense pudo vivir con una libertad que otras personas no podrían ni haber soñado. Asimismo, pese a la ideología de izquierdas con la que simpatizaban, ilustres visitantes como Hemingway o la propia Gardner no vieron la contradicción de disfrutar en las plazas y tabernas en una nación con un sistema político en las Antípodas de la democracia. 



Paco León pone su olfato fino en esa etapa para narrar en unos pocos capítulos una historia deliciosa con el elocuente título de Arde Madrid. En vez de hablar de los grandes nombres (Dominguín, Frank Sinatra, etc.), el intérprete y director piensa en cómo sería el día a día de aquellos artistas callejeros y busca-vidas que inundaron la casa de la célebre actriz. La micro-historia se centra en Ana Mari (excelente Inma Cuesta), miembro de la Sección Femenina de Falange, quien entra al servicio de la celebridad. 


La química que se termina generando en la extraña pareja que conforman los personajes de Inma Cuesta y Paco León es básica para el éxito de este relato que recuerda a lo mejor del género literario de la novela picaresca. Es decir, protagonistas de moral ambigua que deben recurrir a toda clase de ingenios para lograr sobrevivir en el día a día, buscando ser más oportunistas que el resto cuando la oportunidad se tercie. 



Con todo, una de las papeletas más complicadas la tenía Debi Mazar, encargada de dar vida nada menos que a la propia Ava Gardner. Logra una encarnación creíble y nada sobre-actuada, transmitiendo el ocaso fascinante de una dama que ya solamente teme el aburrimiento. Fruto del contacto con el elenco que la sirve irán surgiendo extrañas rivalidades y complicidades que reflejan con maestría a la Dennis Rodman del celuloide, una epicúrea venida a tierras extrañas con el firme propósito de llevar sus caprichos al exceso. 



Hay también guiños a estereotipos que eran muy populares en el cine español de la época. Anna Castillo da su presencia a la inocentona Pilar, criada de adorable personalidad y que genera incluso el instinto protector de la señora Gardner. Recuerda bastante al mismo rol que ejercía una cómica de la talla de Gracita Morales, la muchacha venida de provincias a la jungla de asfalto madrileña.


Hay algún desperdicio de casting como no aprovechar a una actriz del talento de Carmen Machi, la cual tiene esporádicas apariciones con un personaje ya bastante trillado. Más jugo se saca de las aportaciones de Miren Ibarguren y Moreno Borja como una disfuncional pareja que tendrá varios encontronazos con el servicio de la actriz. O Julián Villagrán como el peculiar hermano de la protagonista.



Hay bastantes guiños históricos que no se limitan al mundo de la farándula. Especialmente a través de dos vecinos de Gardner en su finca, nada menos que Juan Domingo Perón (Osmar Núñez) y su esposa Isabelita (Fabiana García Lago). Los dignatarios argentinos tendrán varias quejas por los ruidos a altas horas de la madrugada y ciertos desencuentros caninos con la norteamericana.



En resumen, una mini-serie muy interesante que evoca una época plagada de contradicciones. 



FOTOGRAFÍAS EXTRAÍDAS DE LOS SIGUIENTES ENLACES:



https://www.elespanol.com/cultura/series/20180920/carmena-paco-leon-hablan-franquismo-arde-madrid/339466716_0.html



http://www.diariodeleon.es/noticias/gente/arde-madrid-sigue-movistar_1292236.html



https://www.espinof.com/trailers/trailer-arde-madrid-paco-leon-e-inma-cuesta-criados-ava-gardner-nueva-comedia-movistar

domingo, 2 de diciembre de 2018

SENTIDO, SENSIBILIDAD, ESPADA Y BRUJERÍA


Exigía una extraña alquimia. Los dos personajes resultaban tan emblemáticos como difíciles de comulgar en una misma portada. No obstante, una de las mayores alegrías para las estanterías de los últimos meses ha sido el cruce titulado Wonder Woman-Conan. ¿Juntar la Edad Hiboria con la mitología griega? ¿Hacer cabalgar por el mismo sendero al bárbaro de Robert E. Howard con el icono feministas que diseñaron William Marston, Elizabeth Holloway y Olive Byrne? El resultado podía haber sido un cómic comercial sin mucho sentido y que únicamente aspirase al tirón que por sí mismos tienen cada uno de estos protagonistas entre sus hinchadas.



Indudablemente, uno de los grandes aciertos de la empresa fue poner al timón a Gail Simone. Guionista muy experimentada, denota en cada diálogo y descripción un profundo conocimiento de lo que significan Diana de Temiscira y Conan de Cimmeria. Las legiones de fans pueden respirar aliviadas en un crossover donde no se atenta jamás contra la continuidad o la esencia de iconos de la historieta con décadas a sus espaldas. Lograr la armonía entre esos dos universos de ficción era una tarea nada fácil que la escritora sortea con habilidad pasmosa y aparente sencillez. 



Con el arte gráfico de Aaron Lopresti, realmente muy inspirado en estos números, Simone embarca a Diana y Conan en una extraña búsqueda. Todo comienza con el desafortunado encuentro del bárbaro con un oportunista que lo llevará a tratar con unos esclavistas poco recomendables. Allí conocerá una arena donde hay una guerra distinta a cualquiera que haya conocido antes. ¿O no? Porque la mujer le recuerda poderosamente a una niña de la que estuvo enamorado en el pasado y provenía de extrañas tierras. 


Con unas excelentes tintas a cargo de Matt Ryan, acompañadas de un color espectacular de Wendy Broome y Tony Aviña, Wonder Woman-Conan hace que esta fusión de emplazamientos resulte tan atractiva como armoniosa. Hay un componente de espada y brujería que no chirría al ir de la mano con enclaves que habría imaginado Homero. 



Perfecta conocedora de los puntos fuertes y débiles de cada cual, Simone siempre logra pulir la mejor perspectiva posible para potenciar a la dupla. Si bien el cimmerio es un guerrero formidable, muy por encima de la media, no podría sobrevivir en ninguna pelea directa contra la mejor amazona de Temiscira que, además, cuenta con poderes extra. De maneras ingeniosas (y que hacen referencia a sagas anteriores) se consigue evitar esa desproporción. 



Irónicamente, las portadas de Conan en sus distintos medios han sido en abundancia orientadas a satisfacer al público masculino con damiselas en apuros de hermosa apariencia. La propia Wonder Woman, cuando falleció Marston, también vivió una travesía en el desierto donde quedó muy ensombrecida ante sus contrapartidas masculinas en DC. ¿Como se llevarían en una hipotética primera cita? 

Siguiendo la estela del film de Patty Jenkins (2017), Simone articula un posible romance de una forma inteligente y sin caer en tópicos. Algo realmente meritorio en el caso del bárbaro destinado a convertirse en rey de Aquilonia. El cimmerio ingenuo y enamoradizo al que engañaban en la perversa Shadizar tiene, en apariencia, poco que ver, con sus representaciones más mujeriegas y primarias. Pero la guionista es consciente también de que adorador de Crom ha tenido relaciones de iguales con personalidades como Bêlit. 



Y, sobre todo, una continuada búsqueda de la libertad. Si algo tienen en común las trayectorias de ambas carreras es esa necesidad de liberarse de ataduras. Durante seis números, este equipo artístico de primer nivel nos da un cruce de caminos que parecía insospechado y termina resultando natural, un breve pero glorioso momento donde ambas colecciones se refuerzan mutuamente. 



Se cierra el tomo con una sensación de agrado permanente en la lectura. Una demostración de que se puede hacer algo comercial sin renunciar a la inteligencia y la sensibilidad bien entendida. 



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