domingo, 15 de abril de 2018

UNA SERIE DE CULTO


Paolo Sorrentino es lo más cercano que nunca vamos a estar a poder ver el Renacimiento en HD. Cineasta italiano único y con un estilo tan personal que basta una secuencia para identificar su sello; el director de ese monumento llamado La grande bellezza (2013) era una tentación demasiado irresistible para que la HBO no cayese en ella. Marca registrada en está época de fiebre por las series, en 2016 dio carta libre al transalpino para hacer el programa que él quisiese, contando con un presupuesto digno del Mausoleo de Julio II. 



Para comprender la atmósfera que respiramos en El joven Papa, basta con ver su irreverente opening. Pensado para levantar ampollas, más de una mano apagará el televisor ante la primera intervención de Jude Law como Pío XIII, nombre sacro de la ficción para Lenny Belardo, recién escogido para el trono de San Pedro al poco de comenzar la narración. La primera escena pone en guardia para ver si nos enfrentamos a una travesura fácil o algo más profundo. Para gustos los colores, baste decir que la fe en el talento de Sorrentino rara vez defrauda. 



A medida que nos adentramos en los entresijos de este Vaticano que intuimos mucho más real de lo que parece en esta hipérbole, nos vamos dando cuenta de que la provocación va por camino doble, aunque todos terminan desembocando en Roma. Un producto cuidado y delicado en las formas que se ha hecho para molestar a creyentes y ateos por igual, una invitación a sonreír con ironía, mientras que disimulamos las reflexiones a las que conduce. Algo único en su especie. 


El casting hechiza por su carisma. Law coge un papel realmente complicado, un pontífice enigmático que parece hacer comulgar en su persona todos los períodos en uno: un predicador oscuro y medieval, el aire reformador del Concilio Vaticano II, el egoísmo del privilegio, la sofisticación perversa de los Borgia, los rigores del fanatismo, la duda razonable de las crisis de fe, etc. No menos misteriosas resultan las compañías cercanas al nuevo inquilino de la tiara en la Ciudad Eterna, destacando la magia de Diane Keaton como Sister Mary, un personaje complejo, bien construido  y mejor interpretado. 



Luego existen dos lujos que se permite una producción de estas características. El cardenal Voiello que encarna un Silvio Orlando magistral es el perfecto exponente de las múltiples paradojas que esconde El joven papa. En muchos aspectos, este príncipe de la Iglesia sería el reflejo de los mil sinsentidos que pueblan el día a día de cualquiera de las religiones oficiales. Una figura atávica y reacia al cambio, sin embargo, el guión firmado por Contarello, Grisoni, Rulli y el propio Sorrentino es demasiado inteligente para limitarse a eso. Voiello es un ser humano, alguien digno de lástima en ocasiones y, por qué no decirlo, de admiración cuando le vemos en su particular relación con cierto muchacho que ha acogido bajo su protección. Si alguien tiene dudas de que el director quiera a Voiello, pensemos que lo ha hecho ultra de la squadra de sus amores, el Nápoles. 



El otro regalo no es otro que el también cardenal Gutiérrez, el otro extremo de la baraja. La elección para hacer de este español en la Santa Sede no es otra que un Javier Cámara que gusta de los retos, capaz de embarcarse en proyectos de estas dimensiones (pensemos en su participación en la tercera temporada de Narcos, sin ir más lejos). Otra caracterización más complicada, una buena persona embarcada hacia varios infiernos. De sus diálogos con Pío XIII surgen algunas de las más hermosas reflexiones que nunca se han hecho sobre algunos de los temas tabúes de la fe. 


Nos hallamos ante diez capítulos que se han propuesto no dejar indiferentes a nadie. Todo ello rodeado de un estilismo único, la forma de mover la cámara, su cuidada fotografía y la música escogida nos revelan siempre de una profunda sensibilidad. Fionnuala Haligan brindaba una crítica certera sobre el tema que hoy nos ocupa, donde acuñaba un término perfecto para definir el metraje: "minutos bizantinos". Sorrentino y su fantástico equipo no nos facilitan el camino, si bien se preocupan por garantizarnos un viaje cómodo mientras sacamos nuestras propias conclusiones. 



Y, como casi siempre le ocurre, Roma está presta para convertirse en su socia, la mejor aliada posible, esa Ciudad Eterna que permite callejear por siglos de Historia en apenas un suspiro. Un caos donde el cineasta se mueve como pez en el agua, aquí para reflejar las conjuras de la Curia y temas de más que rabiosa actualidad. La hazaña se logra con una mezcla de valentía y delicadeza, abriendo todas las ventanas pero sin burlarse de la desnudez ajena. El Doutor Sócrates afirmaba que se debía ser muy duro con los problemas y blando con las personas. Bastante de eso hay en el napolitano. 



Nos alejamos de la Plaza de San Pedro con la sensación de haber sido testigos de algo especial. Probablemente, el efecto que suele producir una serie de culto. 



ENLACES DE INTERÉS:



-Young Pope´s review



FOTOGRAFÍAS EXTRAÍDAS DE LOS SIGUIENTES ENLACES:



-http://ew.com/recap/the-young-pope-season-1-episode-2/



-https://www.theguardian.com/tv-and-radio/2016/oct/30/the-young-pope-black-mirror-bake-off-final-review-jude-law-charlie-brooker



-http://protestantedigital.com/blogs/42094/una_iglesia_de_huerfanos

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