Convendremos en que Calígula nunca estuvo especialmente cuerdo. Nombrar cónsul a su caballo y tratar de hacer la guerra a Poseidón son dos buenos ejemplos de esa afirmación. Con todo, era capaz, a juzgar por las crónicas, de momentos de extraordinaria lucidez. En cierta ocasión, un zapatero galo tuvo la ocurrencia de llamar "fantoche" al emperador. Por menores afrentas, el miembro de la dinastía Julio-Claudia había asesinado, confiscado bienes y desterrado a personas. No obstante, aprovechó la ocasión para hacer una confidencia a su interlocutor: "Es verdad, pero, ¿crees que mis súbditos valen más que yo?".
Esta figura siniestra y con magnetismo ha despertado siempre la creatividad literaria, siendo la obra de Albert Camus (1913-1960) una de las más recordadas para llevar al escenario al hijo de Germánico (precisamente siguiendo a su progenitor en campaña se ganó su sobrenombre, llamado afectuosamente "botitas" por los legionarios). No tiene nada de extraño que esta edición del Festival Internacional del Teatro Clásico de Mérida haya cogido en su programa como plato fuerte esta adaptación de un valor tan sólido como Mario Gas. Existen pocos teatros que puedan tener esa mística romana para dar nuevamente palabras y vida a ese texto.
Este Calígula ficticio es un bombón envenenado para cualquier intérprete. No en vano, en aquellos célebres Estudios 1 se le dio el papel a un actor tan consagrado como José María Rodero. No le va a la zaga en ese sentido un Pablo Derqui muy inspirado, capaz de hacer que parezcan fluidos los constantes soliloquios del enloquecido soberano del mundo que codiciaba la Luna. Su despliegue es brutal y no deja nada en la función, siendo un ejercicio que, indudablemente, le dejará completamente exhausto.
Con todo, creo que empieza a haber algún pequeño problema con el maravilloso escrito de Camus. Calígula es una obra densa, mucho más de lo que aparenta. Pretende que nos coloquemos los ojos del monstruo, que entendamos al gobernador del imperio que decide igualar a los dioses en crueldad, puesto que no puede hacerlo en bondad. Apenas hay insinuaciones al efecto de la desaparición de Drusila, una de sus hermanas, con la que mantenía relaciones incestuosas. Los diálogos son cargados, profundos, aunque también agotadores paulatinamente. Acaso la verdad fuera más simple con Calígula y estemos buscando explicar lo que el simple sadismo haría sin notas a pie de página.
Igual que hizo en Julio César de William Shakespeare, Gas viste con traje actual a los miembros del Senado y habitantes del Palatino. No hay ningún problema, es una fórmula que le sirvió de manera admirable con Marco Antonio y cía. Eso sí, aquí se asumen más riesgos y el montaje del escenario paga su peaje. Sobre todo se ha reducido el número de personajes con respecto a la original, lo cual hace que algo deba dejarse en el camino.
Por supuesto, en un realizador de esta categoría y su magnífico equipo, hay hallazgos sorprendentes. Las fosas que emergen y la sensación de muerte caprichosa como espada de Damocles es muy lograda. En la mente del protagonista, todos son culpables. Alcanzará dos grandes cómplices, su liberto Helicón (sobrio y excelente Xavier Ripoll) y su amante Cesonia (Mónica Lopez, quizás el frágil hilo con la realidad que le queda a Calígula). Roma servirá a este arquitecto del caos como laboratorio de pruebas.
Un monstruo que deja su reguero de víctimas, siendo una de las más conmovedoras la de Escipión (Bernat Quintana), un poeta que se irá desgarrando en la relación tóxica con alguien experto en corromper voluntades. ¿Queda humor en esta tragedia? Obviamente, puesto que en cierta perversa forma, el protagonista es un maestro en eso, un muy peculiar jefe de pista en el Circo de los horrores en que ha convertido a la augusta cámara.
Con solvencia y muy buen hacer, se representa a destacados políticos y dirigentes obligados a doblegarse y parodiarse ante el poder inigualable del César y sus pretorianos. Tardará, pero llegará la resistencia donde sobresaldrá Quereas (Borja Espinosa). Entre veras y burlas, la farsa y el drama, se va tejiendo el desenlace anunciado.
Pero hay quien dice que el monstruo no murió, que simplemente cerró los ojos a la espera de una nueva oportunidad.
BIBLIOGRAFÍA:
-MONTANELLI, I., Historia de Roma, Plaza Janés, Barcelona, 1999, pp. 283-289.
ENLACES DE INTERÉS:
-CALÍGULA (ESTUDIO 1, 1971)
FOTOGRAFÍAS EXTRAÍDAS DE LOS SIGUIENTES ENLACES:
-Teatro de Mérida. Representación de Calígula [15 de julio de 2017]. Fotografía tomada por el autor del blog.
-Programa Calígula de Albert Camus (del 12 al 16 de julio de 2017, 63 Edición Festival Internacional del Teatro Clásico de Mérida).
-Teatro de Mérida. Representación de Calígula [15 de julio de 2017]. Fotografía tomada por el autor del blog.
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