El Romanticismo vino para quedarse y devorarlo cualquier oposición a su paso. Una nueva forma de concebir la literatura, las relaciones personales, el estilo pictórico y todo un sistema de valores. Empezaban a resquebrajarse los cimientos firmes y atávicos de la tradición para ir dando paulatino paso al individualismo en el terreno amoroso, el intento de alcanzar el ideal inalcanzable de una quimera, un dulce veneno que prometería felicidad a cambio de viacrucis de desamores. Muy pronto, los románticos encontraron en Juana I de Castilla al ideal hecho carne de sus postulados, una trágica historia que le daría a una de las hijas de los Reyes Católicos el infamante mote que hubo de portar para la posteridad: la Loca.
Escribía hace poco Gerardo Vera, director de Reina Juana, que la única pena era que William Shakespeare no hubiera centrado uno de sus grandes dramas en esta desventurada soberana. En verdad, fue una mujer de notable longevidad para su tiempo, nada menos que setenta y seis años de edad tenía cuando falleció. Redoblada singularidad si atendemos al hecho de que pasó buena parte de ese periplo en aislados cautiverios y con la baja esperanza de vida para aquel tiempo, incluso entre los miembros de la nobleza coronada como ella.
Por ello, Ernesto Caballero decidió ponerse manos a la obra para hacer una versión novelada y libre de los últimos días de la protagonista, liberada de las ataduras de los dominios de Clío para convertirse en la metáfora de su época. Un texto articulado en un largo monólogo, bajo pretexto de una última confesión que habría exigido su nieto, el futuro Felipe II, siempre pulcro ante la conciencia y cualquier alarma luterana. Todo ello una excusa idónea y justificada para volver a disfrutar sobre el escenario de una de las actrices de mayor trayectoria en España.
No resulta este blog el espacio apropiado para abordar, siquiera de forma somera, la trayectoria artística de Concha Velasco (Valladolid, 1939), la cual se muestra encantada y cómoda con tan goloso personaje, recogiendo con él prestigiosos galardones y una exitosa gira que ayer arribó a Córdoba. Asimismo, la enésima demostración de que, pese a que la industria del entretenimiento se le suele olvidar tal premisa, protagonistas encuadrados en la etapa de la vejez pueden ser tan o más interesantes que otros más jóvenes. Volviendo al Bardo, baste pensar en el rey Lear.
La experiencia de Velasco en este sentido es fundamental para que la empresa llegué a buen puerto. Ya sería bastante hazaña recordar un discurso tan complejo en una biografía tan fascinante como la de Juana, pero hay que añadir a ese cóctel que la actriz encargada de darle vida pueda parecer fluida cuando lo recite, convirtiendo a todo el público en ese silencioso confesor que ve resucitar los recuerdos de una vida excepcional y repleta de infelicidades.
Como en cierto cuento navideño, distintos fantasmas del pasado irán haciendo sus particulares visitas en la golpeada mente de la que fuera una joven infanta castellana embarcada en el puerto de Laredo para conocer a un apuesto archiduque flamenco que daría lugar a una de las relaciones más pasionales e inmortalizadas por la leyenda. Mito que la propia Juana contribuyó a crear con su largo peregrinaje fúnebre del cuerpo de su fallecido marido.
Buen conocedor del contexto histórico, Caballero aprovecha para meter memorias relativas a uno de esos episodios notables, extraños y que bien hubieran podido cambiar el panorama político en Castilla: la revuelta de los Comuneros. Padilla y los otros dos líderes más destacados de la revuelta contra Carlos V, hijo de la propia Juana, hicieron la astuta e inquietante (para sus enemigos) maniobra de presentarse en el encierro de Tordesillas en busca del apoyo de la depuesta soberana. De haberse decidido a apoyar firmemente a los alzados, buena parte del panorama peninsular pudo haber sido bien distinto a la política que se desarrolló.
Como fuere y, pese a que tanto Felipe el Hermoso como Fernando el Católico tenían sobrados intereses para acelerar la incapacitación de la heredera al trono, de su inestabilidad emocional hay sobradas versiones que parecen reafirmar la creencia generalizada de un carácter inestable.
Mosén Luis Ferrer, uno de sus escasos carceleros que pareció tratarla con mayor sensibilidad, advertía que cuando se encontraba recibiendo un trato afectuoso, la antigua reina era capaz de mantener conversaciones prolongadas en estado de lucidez. Como Blanche DuBois, la Juana ficcional que con maestría lleva a cabo Concha Velasco, se ve avocada a depender de la bondad de sus desconocidos espectadores. A buen seguro lo conseguirá.
-https://www.taquilla.com/entradas/reina-juana
-http://aracelirlunpocodehistoria.blogspot.com.es/2015/09/juana-i-de-castilla-un-destino-truncado.html
-http://www.nationalgeographic.com.es/historia/grandes-reportajes/juana-la-loca_9525/2
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