Hace apenas cuatro semanas analizábamos en este blog la alianza de Netflix con la Cocina del Infierno (enlace). Hoy, nos ocupamos de la segunda temporada de la exitosa Daredevil, ese programa que había demostrado que no era incompatible el mundo de justicieros dando brincos por las azoteas con series de calidad. Sin embargo, cuando todo estaba encajado, la siguiente entrega de las desventuras de Matt Murdock son una clara apuesta de Phil Abraham y cía por darle un toque más superheroico a la premisa, sumergiéndose ya de lleno en la esencia de las viñetas, particularmente en los años al frente de la colección por parte de Frank Miller.
Se produce un cierto oscurecimiento de las primeras adversidades del héroe (mafia rusa, hombres de negocios corruptos, etc.) para dar un salto que, pese a ello, resulta totalmente lógico. La figura de ese demonio que corrige desaguisados con sus propios puños no dejaría de ser inquietante en el New York real. A fin de cuentas, ¿qué garantiza que Daredevil siempre acierte? ¿No puede ser engañado por un falso soplón y agredir a alguien inocente? Es cierto que tiene un firme código de no ser nunca verdugo, pero, ¿quién ha decidido que una persona anónima pueda tomar la justicia por su mano? Habida cuenta de que míster Murdock es un exitoso abogado en su vida civil, queda claro que tiene un principio inequívoco de bipolaridad.
Lo que es peor es el efecto dominó de sus actos. El protagonista surge para combatir aquellas amenazas que por corrupción escapan a las manos de las autoridades. ¿Cuánto falta para que otra persona decida que el propio "Cuernecitos" no es eficaz y que debe darse un paso más para combatir el crimen organizado? La respuesta es inmediata en el show, pues la segunda parte comienza con Frank Castle/Punisher en todo su esplendor. Jon Bernthal va de menos a más como el despiadado cazador de los delincuentes, hasta el punto de que ha conseguido un spin off que volverá a recordarnos que la segunda enmienda y la facilidad de conseguir armas en los Estados Unidos están a la espera del primer desequilibrado que decida ponerse manos a la obra. El duelo de códigos entre El Castigador y Daredevil es la primera gran saga de la exitosa continuación, incluyendo un sentido homenaje a Steve Dillon, por mala fortuna, fallecido hace apenas unos días.
Una intensa dualidad que el programa logra compensar con una trama romántica bien llevada y que no empalaga, la mantenida por el interés creciente que Matt Murdock y Karen Page empiezan a sentir el uno por el otro. Destaca aquí la ternura que Charlie Cox sabe darle a la identidad civil del héroe, mientras que Deborah Ann Woll está paulatinamente más cómoda con la señorita Page, en el momento justo para hacerla evolucionar. Un incipiente romance que solamente podría verse amenazada por un viejo dicho, los ex se caracterizan por aparecer en el momento más inoportuno. En este caso, la persona en cuestión tiene pasaporte griego.
Floria Sigismondi dirige "Kinbaku", capítulo muy especial donde Elektra Natchios decide volver a entrar en la vida de Matt Murdock como solamente ella sabe hacerlo. Elodie Yung logra dar fuerza, sensualidad e independencia a la hábil guerrera, aunque trae un peaje consigo. Las tramas de la antigua amante del abogado ciego exigen un salto en el show que lo acerca más a las viñetas. Ninjas, asociaciones en las sombras y magia. Un cóctel maravilloso para quienes tengan nostalgia por los míticos enfrentamientos de Daredevil con La Mano en una de las etapas doradas de la colección; por otro lado, no es descabellado que quienes no conocieran el pasado del héroe y gustasen de la sensata primera temporada, se sientan incómodos ante este giro de tuerca.
Una pérdida de verosimilitud que se ejemplifica con dos ausencias terribles. La primera es el carismático Ben Urich, el sagaz periodista cuyo hueco no puede ser llenado y generaba una fuerte empatía conlos espectadores. Por el otro, el eficaz James Wesley (Toby Leonard Moore), fiel lugarteniente de Wilson Fisk, otro personaje que, sin ninguna habilidad sobrehumana, era capaz de ser una amenaza constante. Ambos dejan paso a un mundo callejero más sobrenatural que no complacerá a todos por igual.
Como fuere, las colosales personalidades de Punisher y Elektra garantizan que la segunda temporada de Netflix sea una inagotable montaña rusa que no permite ni un instante para recuperar el aliento. Ambos suponen épica y, cada a uno a su manera, tienen la virtud de desestabilizar buena parte de los valores del que algunos han apodado como el hombre sin miedo. En menor afluencia que en la anterior, pero siempre recibidas como aguas de mayo, las presencias de Kinping (Vincent D´Onofrio) y Claire Temple (espléndida Rosario Dawson) no son obviadas.
Se echan en falta algunos de los exquisitos flashbacks de las infancias de Matt y Wilson, aunque sí se ahonda en los primeros años del primero, especialmente en materia de cómo tras el asesinato de Jack Batallador Murdock fue adiestrado por Stick. El cruel tutelaje del carismático personaje encarnado por Scott Glenn recuerda mucho al universo tarantiano de Kill Bill.
Si de algo no adolece la línea gestada en la Cocina del Infierno en este momento es de una notable y excelente capacidad de sorpresa. ¿Cuánto tiempo pueden mantenerse tantos platos en el aire sin que ninguno se caiga? No estropeemos el truco con preguntas y sigamos confiando en que, con argumentos tan inteligentes como los empleados por Foggy Nelson, hasta un caso perdido como Frank Castle puede ser defendible.
-http://es.ign.com/daredevil-tv/100611/news/daredevil-nuevo-trailer-de-su-segunda-temporada
-http://www.imdb.com/title/tt3322312/mediaviewer/rm113632512
-http://www.ew.com/article/2016/04/06/daredevil-elodie-yung-elektra