Nada por aquí, nada por allá. Corría el año de 1998. Como un prestidigitador de altura, Francisco Ibáñez podría haberse permitido el lujo de sacar pecho, pues de su mágica chistera habría logrado extraer mucho. 40 años con los mismos personajes de cómics y gozando de gran éxito de público es muy complicado. En España, algo que rozaría los límites de lo milagroso. Sin embargo, fiel currante desde sus días en la mítica Bruguera, el padre de los inefables Mortadelo y Filemón se decidió a celebrarlo a su manera, trabajando en un nuevo álbum que hiciera homenaje a la bien llevada madurez de los dos agentes de la TIA.
En realidad, Su vida privada es una pequeña excentricidad dentro de la tónica habitual de la serie. A lo largo de su dilatada trayectoria, Ibáñez se ha caracterizado por un gran nivel de producción y tremenda efectividad a la hora de usar fórmulas clásicas del humor que él ha usado con gran acierto. La nieta puede abrir el número 75 de la colección Olé, mientras que el abuelo hace lo propio con el primer Súper Humor de lomo rojizo. Están leyendo la misma esencia, no hace falta ninguna nota a pie de página o conocimientos previos de otras aventuras para poder lanzar una espontánea carcajada ante las desventuras de estos dos cabestros rodeados de jefes despóticos, inventores de alopecia y mucha mala uva contra el prójimo en general.
Sin embargo, en ese éxito rotundo hay un asterisco. Todas esas virtudes que han hecho de Mortadelo y Filemón atemporales también han provocado un paulatino alejamiento del riesgo, de todo aquello que pudiera parecer excesivamente novedoso. Como si el mero atisbo de un universo de ficción algo definido pudiera quitarle gracia al asunto. Por ello, no tiene nada de extraño que fuera una presión editorial la que llevase al creador a ponerse manos a la obra, cuando él hubiera estado más que complacido en hacer una aventura más al uso. Por fortuna, la Historia también dice que cuando el padre de Rompetechos se pone en faena, el resultado suele ser muy bueno. Y, en su excepcional premisa, Su vida privada es uno de los mejores tebeos firmados en la década de los 90 de esta saga.
Indudablemente, se trata de una pieza que contiene los suficientes detalles para embobar a los fans de toda la vida. Dentro de sus viñetas, al fin nos enteramos de por qué acabaron ambos merluzos...perdón, quería decir agentes, en su exquisita pensión Calvario, calificada con cinco estrellas. De igual manera, Ibáñez se permite guiños como utilizar a una amiga de Chicha (una de las miembros del triunvirato de parados que empleó el autor en Chicha, Tato y Clodoveo, de profesión sin empleo) como ligue de una noche de un Mortadelo que se muestra tan peligroso al volante como a la hora de llevar a cabo sus misiones.
Si la vida profesional de los protagonistas está sometida al cambiante humor de cierto Vicente, tampoco les es nada fácil su vida privada. Como el desventurado Walter Matthau en Aquí un amigo con Jack Lemmon, Filemón no podrá conciliar unas tranquilas vacaciones con su pareja o una visita de sus padres sin que su "querido" subordinado aparezca para ponerle en mil aprietos. Visita a su intimidad que el otro habría realizado antes, cuando conoció a los parientes mortadelianos que pueblan Borricón de Arriba, intuyéndose la sospecha de que el señor de los disfraces es el fruto de una continuada estrategia conyugal endogámica de parientes en segundo grado, habido el espectacular parecido físico de unos y otros.
Resulta sumamente agradable ver a estos dos iconos de la historieta en situaciones más inusuales, demostrando que, como todo hijo de vecino, la convivencia no es asunto nada fácil (desde las gorronerías de Mortadelo para ver la televisión de su jefe sin pagar, hasta malentendidos de alcoba con el matrimonio Repóllez, cuyo apellido ya invita a pensar que iban provocando), menos con dos tipos que podrían venderse mutuamente por dos perras gordas.
Dentro de sus páginas, Ibáñez no se priva de mostrar algunas de las influencias que más han marcado su trayectoria, destacando el tipo de gags que Franquin exhibía en Gastón el Gafe. De igual manera, su forma de entender las pensiones no discrepa en nada del estilo con el que lo hacía Rafael Azcona. Un mundo terrible y colérico, no obstante, es imposible no reírse sin ninguna clase de miramiento. No en vano, un cineasta tan personal como Álex de la Iglesia ha admitido que ha bebido mucho de la fuente de esos dos agentes (no en vano, Muertos de risa puede ser interpretada como una traslación de Mortadelo y Filemón al mundo de gentes del espectáculo).
Paradojas de la vida, este cómic original y atípico en la serie madre, quizás carezca de un final redondo, un clímax que es mucho más fácil de lograr cuando los protagonistas intentan frenar el mal que pretenden sus villanos (en muchas ocasiones, sus soluciones generan mucho más terror que el objetivo de los criminales). Se echa de menos al inefable Bacterio en el proceso, así como a la Ofelia y cía, siendo solamente el Súper quien tiene ligeros cameos. Pero, ya saben, quien algo quiere, algo le cuesta. Es vida personal y, a juzgar por los trompazos que se han metido, los empleados de la TIA no parecen proclives a juntarse con la parentela para ver el partido del domingo o ir al cine.
Unas páginas muy gratas y que rindieron tributo a 40 años dando el callo como los mejores. Habrá que ir pensando en qué harán para la próxima celebración... de momento, respiramos tranquilos, con o sin vida privada, tenemos Mortadelo y Filemón para rato.
ENLACES Y REFERENCIAS DE INTERÉS:
FOTOGRAFÍAS EXTRAÍDA DE LOS SIGUIENTES ENLACES:
http://www.zonanegativa.com/mortadelo-y-filemon-su-vida-privada/
https://cosasdesuperheroes.wordpress.com/2015/08/10/mortadelo-y-filemon-su-vida-privada/
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