domingo, 17 de mayo de 2015

GET SMART


Nunca fui especialmente de 007. Sin duda, debemos al inefable James Bond algunos momentos muy buenos en la literatura y, quizá todavía más, en la gran pantalla. Sin embargo, cuando pienso en agentes secretos de la ficción, el número 86 es el primero que me viene a la cabeza. Y es que en el género de espías me suele suceder que gozo más con la parodia que con la obra original. En definitiva, ante todo, uno debe declararse acólito de la agencia de Superagente 86, mítica serie creada en 1965, uno de esos programas que hacen esbozar una sonrisa cómplice en las personas que la siguieron en algún momento. 




Y es que resulta mucho más fácil empatizar y divertirse con el voluntarioso y algo clouseauno agente Maxwell Smart que con el casi perfecto e impecable James Bond. Así, la creación de Mel Brooks y Buck Henry tiraba mucho más del sentido del humor que de alguna arma mortífera oculta en su reloj; además de sus creadores, los cinco años de exitoso funcionamiento del show dieron para una amplia nómina de sarcásticos y divertidos guionistas (Leonard Stern, Mike Marmer, Gloria Burton, etc.). 




El inefable Don Adams fue el encargado de encarnar al protagonista, quien, pese a alguna pequeña torpeza y malentendido en el camino, era más que capaz de hacer frente a amenazas tan temibles como KAOS, organización dedicada a la destrucción a escala internacional. No lo haría solo, pues estaría casi siempre bien acompañado (en todos los sentidos) por la agente 99, interpretada por la actriz Barbara Feldon (cuya altura enfurruñaba al bueno de Adams, quien le pedía que no se pudiera tacones, evitándose así agraviosas comparativas).



Estéticamente, Get Smart marcó claramente una tendencia y una estética. Empezando por su pegadizo opening, mil veces parodiado, se diseñaron muchos clichés y fórmulas que se mantendrían en los futuros sucesores, de todo tipo, pelaje y condición, desde Austin Powers a Torrente, pasando por el inspector Gadget. De hecho, precisamente en España debemos mucho a estos esforzados agentes, pues sus artilugios y armatostes serían muy bien recogidos por su potencial humorístico por algunos de nuestros mejores creadores de cómic: especialmente, sobresale el caso de Manuel Vázquez (Anacleto, agente secreto) y Francisco Ibáñez (padre de los incomparables Mortadelo y Filemón).



Probablemente, porque el pretexto de las misiones secretas da un juego tremendo para mover escenarios y justificar toda clase de aventuras. Eso vale para Anacleto y su desierto, los múltiples encargos del Superintendente Vicente a sus muchachos de la TIA, y, por supuesto, para la pareja 86-99, en ocasiones, acompañados también por el canino correspondiente. La naturaleza de su profesión permitía que fuera, relativamente, fácil, mantener un alto ritmo de producción de capítulos sin que parecieran forzados.



Asimismo, villanos, una auténtica galería de los mismos. Si el infalible servidor de Su Graciosa Majestad se mide a peculiares doctores con recursos para la dominación global, así como adversarias tan mortíferas como exuberantes, Smart y 99 se las verán con todo tipo de enemigos. Destaca en esta lista con honores Siegfrid, quien apareció por primera vez en A Spy for a Spy, destacando desde el primer instante como uno de los más constantes (y divertidos) servidores de KAOS. La caracterización de Bernie Kopell ayudó mucho a que este "malvado" ingresase en el panteón de los aficionados de la serie.



No fue el bueno de Siegfried el único, en la nómina de gente peligrosa figuraba también el sicario "Susurro", así como un, aparentemente, educado criador de palomas que tiene una visión muy particular para acabar con la Guerra Fría y el ruidoso mundo donde viven. Pero siempre podían contar los paladines con CONTROL y la figura del Jefe (Edward Platt y su rictus sereno aguantaron las tonterías de Smart con elegante resignación durante más de 130 episodios, siempre amparados en el bendito formado de 30 minutos, que al género siempre viene tan bien).




El éxito permitió varias secuelas y filmes televisivos, sin la magia de antaño, todo hay que decirlo; incluso encontramos una adaptación a la gran pantalla en 2008, con Steve Carrell y Anne Hathaway tomando el testigo de la primera pareja. De cualquier modo, el recuerdo parecer irse siempre, al hablar de este tema, a aquella década de los 60, donde marcó toda una tendencia.



Para el imaginario popular, este mítico interrogatorio:


JEFE: ¿Cómo confiar en un hombre que traiciona a sus amigos?



SIEGFRIED: ¡Dumkopf! ¿Y a quién más se podría vender? ¡No puedes traicionar a tus enemigos!


FOTOGRAFÍAS EXTRAÍDAS DE LOS SIGUIENTES ENLACES: 






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