domingo, 2 de noviembre de 2014

UN ARMA DE DOBLE FILO


"Lo más difícil del ajedrez es acabar una partida ganada". Sin duda, no se puede juzgar todo por el resultado, pues, en ese caso, únicamente necesitaríamos un teletexto con marcadores para determinar el valor de cada cosa. Pese a ello, las series de televisión, especialmente las que alcanzan una gran atención de la audiencia, tienen una revalida en su última temporada que, a veces, se resume en el último episodio, como si el trabajo de años fuera cuestionado en unos minutos decisivos. 





Estamos una época donde están empezando incluso a proliferar los finales alternativos como jugoso extra de las ediciones en DVD (en algún caso con agravios comparativos sangrantes, como, bajo mi modesto juicio, sucede con la novena de Cómo conocí a vuestra madre, cuya sencillez de epílogo parece a haber satisfecho más a algunas personas seguidoras del show que el rocambolesco y más convencional de lo que parece desenlace originalmente emitido), señal de cómo el último bocado es el que parece incrustarse en el paladar del espectador. 





Los hay de todos los estilos y momentos. Tan controvertidos como el de los añorados Soprano, el cual, pese a la pistas dejadas en sus oscuros últimos episodios, parece dejar la cosa en un éter de libre interpretación que satisfizo a unos y encolerizó a otros (incluso incondicionales como Carlos Boyero, quien suspiraba porque Tony Soprano se hubiera despedido mirando el horizonte en las Vegas, con una nueva goomar y su dosis de peyote en el cuerpo). En algunos casos, esa escena final puede ser motivo de ostracismo por parte de quienes, hasta hacía unos momentos, eran devotos de la serie. 


Pocos ejemplos recientes son tan visibles como la afamada Lost, durante años, una de las más mimadas por crítica y público. De cualquier modo, la resolución de las muchas líneas argumentales creadas (y con ellas, unas expectativas brutales), han llevado a personalidades como George R. Martin a afirmar que confía en evitar generar una decepción así a sus seguidores. Guiño que puede tornarse irónico en el caso del genial creador de Juego de Tronos, portentoso monumento a la fantasía heroica y que muy difícilmente va a poder satisfacer la visión de que sus millares de seguidores tienen ya en su cabeza. Pero, ¿acaso es justo resumir a la original isla por su mayor o menor certeza a la hora de dilucidar el problema? ¿Hay que rasgar las páginas de épicas como Tormenta de espadas porque finalmente descubramos que Jon Nieve era el hijo de una aparejadora de Poniente con poderes mutantes? 




No siempre, ni mucho menos, es la culpa del exceso de presión que ponemos la voluntariosa pero pasional audiencia. Productores y guionistas se ven tentados de jugar las cartas más recurrentes (bodas, fallecimientos inverosímiles de algún personaje querido del show, piensen en el pobre Marcial en Médico de familia, qué ganas de cargarse a alguien, etc.) para provocar un shock que, de paso, devuelva al candelero a un programa que lleva muchos años emitido. Incluso un irreverente como Seth MacFarlane ha caído en eso para darse cuenta de que, una vez los medios han vuelto a centrarse en Family Guy, siempre se puede resucitar a uno de los personajes más queridos. 




No menos cierto sería afirmar que la necesidad de buscar un broche de oro a lo que no lo precisa. El Chavo del 8 del que hablamos hace muy poco no precisa de una épica resolución con crossovers con el Chapulín Colorado para dejar una sonrisa en los nostálgicos de la creación mexicana (aunque me sigue pareciendo válida la teoría de un amigo que afirma que los miembros de una vecindad viven en una especie de purgatorio donde repiten sus Tangamandapios y latiguillos. ¿Les suena raro? Pues recuerden a Los Serrano y esta hipótesis se torna sólida y contrastada en las fuentes). 


Excepciones tiene la regla y hay ejemplos de regustos inmejorables en el desenlace, curiosamente, entre dos series que eran primas-hermanas entre sí, Cheers y Frasier, puestas de relieve en esos benditos veinte minutos de duración del género de comedia situación. Y es que esa sensación de cerrar el círculo debe ser muy grata para fans y miembros del elenco, la rubrica perfecta a un examen impecable. Pero no siempre se tiene esa fortuna. 




Y es que los creadores disponen y el mercado... Que se lo digan sino a una serie de animación tan original como Futurama, la cual ha vivido una curiosa mezcla entre su capacidad de generar una legión fiel de adeptos y un don de la FOX para ir poniéndole cancelaciones que terminan provocando que, a día de hoy, dudemos de tener la fortuna de verla otra vez en antena. Un cierre a la continuidad que escapa a las buenas intenciones de su equipo artístico. 




En cualquier caso, como en tantas situaciones de la vida, sigue pareciendo más sensato disfrutar de las ficciones de la caja tonta atendiendo más al viaje que a la estación final. Aunque, si encima la parada merece la pena, es una forma de garantizar que volveremos a sacar el billete. 
  


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