domingo, 11 de mayo de 2014

DURANTE EL REGRESO... (ÚLTIMA ENTRADA LISBOETA)


Salvo por el pequeño inconveniente de ser un personaje de ficción, Bilbo Bolsón sería una excelente elección como compañero de viaje. El bueno de Bilbo posee muchas de las características indispensables para tener un buen camino, curioso y repleto de aventuras. Básicamente, abandera una extraña paradoja que, sin embargo, puede ser muy real: disfrutar por partida doble el hecho de estar en casa e iniciativa para enrolarse en la primera ocasión exterior que le merezca la pena. 



Costaría poco imaginar al simpático hobbit disfrutando plácidamente de un domingo cualquiera, como hoy, con una buena cerveza en su pequeña y acogedora comarca, quizás leyendo un buen libro, mientras se deja preparada una buena pipa para el atardecer. Si bien, esa placidez no le impediría tomar en muy buena consideración alguna ruta remota que le mereciera la pena, con gentes nuevas y descubriendo costumbres que le son ajenas. Tal vez, incluso, lo que más le atraiga de la oferta es que a su vuelta tendrá una buena historia que contar a sus vecinos. Recorrido y regreso se suelen dar la mano en este tipo de casos. 



Esta última semana me ha sido complicado no establecer algún paralelismo (salvando las distancias de la Tierra Media) con esta sensación. Empaquetar las cosas desde la cidade de Lisboa y volver a Córdoba La Llana supone el final de una estancia tan agradable en lo académico como interesante en todos los aspectos que conlleva estar fuera, como alguna pequeña cosilla se ha podido desgranar en este blog dominical previamente. Mucho ha quedado sin contar: cómo funciona el mercado negro en las residencias universitarias en el tráfico de series como Breaking Bad o Juego de Tronos, la escasez de bacalao y arroz en la excelente gastronomía lusa y cuál es el sistema para encontrar las mejores tiendas de cómics en cualquier lugar del Mare Nostrum en que uno se encuentre. 


Igual de encanto posee un recorrido por las laberínticas calles de la judería cordobesa que la Rua dos sapateiros, oficio, a fin de cuentas, muy propio de cristâos novos, próxima a espectaculares plazas, el principal teatro de la capital y un local que parece un clon del sopraniano Bada Bing. Habrá predominio de spanglish turístico en las proximidades de la Mezquita, mientras que la praça de Pedro IV lo alternará con presencia brasilera y angoleña (con diferencia, la gente que más y mejor he visto disfrutar de la fiesta que puede ser ver un Madrid-Barça).  



Los portugueses tienen una palabra muy aguda para lo que estamos hablando: saudade. Añoranza, nostalgia, echar algo en falta... Va un poco con su propio estilo para algunas cosas (por ejemplo, ¿habrá algo más proclive a la melancolía musicalmente hablando que los fados?), pero la expresión no deja de esconder una cosa que, a fin de cuentas, es tan lógica como sana: a veces, hay que echar las cosas de menos. Eso es señal de que allí no estabas precisamente mal y que dabas por sentado cosas que te gustaban mucho, sin ser consciente del todo.  



Mejor señal será aún si la alegría de volver te deja también alguna sensación de "No he exprimido del todo tal cosa..." o "Cuando vuelva por aquí se me ha quedado por ver...". Puede sonar extraño, pero tener repartidas por varios rincones unas pocas nostalgias es un síntoma muy positivo de la pequeña odisea personal de cada cual. Además, no podemos obviar que, tótem de la crisis al margen, vivimos en una época que ha mejorado en sobremanera algunas facetas que antes eran mucho más dramáticas. 



A pesar de que las redes sociales tienen muchas desventajas (por ejemplo, hay pesados que taladran a sus conocidos con crónicas de sus viajes en un blog), han cambiado muchísimo la posibilidad de estar en contacto a unos niveles globales increíbles. Antes, irse a trabajar a otra ciudad de España producía un distanciamiento muy considerable de amigos y familia. Hoy en día, programas como Skype o aplicaciones del móvil te hacen estar contacto en el día a día con la gente que te importa a cualquier distancia. Podríamos hablar incluso de cercana lejanía, por robar una una expresión que siempre me ha gustado mucho. 



En este sentido, sería muy injusto terminar este recorrido sin agradecer a todas las personas que escribían, llamaban, le daban al me gusta en facebook o usaban el WhatsApp para comentar: "Que sigan las entradas lisboetas...", "Nos leemos el domingo en Amarcord", "¿Cómo va todo, Marquitos?""Se te ve disfrutando, habrá que hacer algo a la vuelta."... Verdaderas pildoritas azules para el ánimo, justo cuando más hacían falta, con el sentido providencial del séptimo de caballería. A todos ellos y ellas, muito obrigado. 



A nivel de aceptación en el centro receptor y anfitriones, creo que me va a costar mucho en futuras estancias encontrar mejor recibimiento; no porque dude de la buena voluntad de otros sitios, pero es muy difícil imaginar que a uno lo traten mejor de lo que uno ha estado a caballo entre Évora y Lisboa. Se iría uno tranquilo, si le prometieran la mitad de lo aquí obtenido. También se dejan gentes muy interesantes de todos los rincones (Perú, Venezuela, Brasil...) que le hacen a uno expandir un poco esos horizontes que a veces se encierran tanto. 


Como decíamos ayer, luce un Sol muy agradable por cierta ciudad califal, que dice algún querido amigo, si ustedes me permiten, es hora de dejar de aporrear el teclado, me han dejado reservado un buen libro, tertulia y pipa en algún lugar de La Comarca. Qué bueno haberse ido. Qué bien estar de vuelta. Hasta la próxima, que espero poder contar de mejor manera... 



Até já. 




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