Lo más importante de un juego es conocer sus reglas. No obstante, durante la madrugada tras una cena de profesores de universidad, una joven pareja decide cometer la imprudencia de aceptar participar en uno sin conocer las instrucciones que lo rigen. Nunca en la historia del teatro, ha sido más imprudente aceptar la clásica: "La última en nuestra casa".
Creada por Edward Albee en la excelente década de los 60 de los escenarios estadounidense, Quién teme a Virginia Woolf, sigue siendo uno de los grandes regalos que actores y actrices buscan por igual. Con un título que es un juego (nuevamente el concepto) de palabras intraducible, Who´s afraid of Virginia Woolf?, ha atraído la atención del público, tanto en su formato original como en la célebre adaptación cinematográfica, la cual estuvo aderezada con la tensión sexual entre Elizabeth Taylor y Richard Burton.
Córdoba tuvo la fortuna el pasado viernes de recibir la versión de Daniel Veronese, la cual venía apadrinada de excelentes críticas. De cualquier modo, ninguna recomendación es mejor aval que el talento exhibido por la pareja protagonista, un excelente tándem formado por Carmen Machi y Pere Arquillué. La primera encarna a Martha, la hija del rector de la ficticia universidad, casada con uno de los profesores del lugar, George. Tras años de frustraciones y decepciones, los dos son, en apariencia, la típica parea tragicómica, gruñona entre sí, condenados a soportarse... ¿o no? Con el paso del tiempo, cada uno parece haber perfeccionado exquisitas y retorcidas maneras de fastidiar a otra, involucrando en ocasiones a otros en estos juegos donde nadie, salvo ellos, entienden cuándo comienzan y dónde terminan.
De Carmen Machi poco hay que decir, muy reconocible para el gran público por su popular personaje Aída (que interpretó primero en Siete Vidas y posteriormente en la serie del mismo nombre), directores de la talla de Pedro Almodóvar siempre han subrayado su gran capacidad para el género cómico (viene a la mente su delirante monólogo como concejala en un corto del cineasta manchego). En esta ocasión, a las virtudes que ya le conocemos, añade toda la oscuridad que lleva aparejada el personaje de Martha, un auténtico lobo para quienes la rodean y que es capaz de devorar su entorno y devorarse a sí misma.
Si a ese fuego añadimos la réplica brillante e irónica que le da Arquillué, solamente queda disfrutar de un espectáculo de casi dos horas, donde, no cambiar de escenario, no es ningún inconveniente. Con la grata compañía del buen amigo Chespiro, viejo conocido de este blog, disfruté de la incómoda y cotilla sensación de estar en medio de una escena de matrimonio con problemas y resquebrajada, donde una pequeña pulla puede desencadenar la erupción del volcán. Arquillué da un colosal y agridulce carisma a George, un hombre en su ocaso, cínico, amargado y, no obstante, como su propia esposa reconoce, la única persona en sus macabros juegos que es capaz de comprender sus reglas y ponerlas en su contra, a una rapidez endiablada.
En principio como ojos del espectador y, posteriormente, revelando más aristas de la que se esperaba en el principio del meeting, Ernest Villegas y Mireia Aixalá encarnan a la joven alianza conyugal que se va a exponer al fuego cruzado. Pero cuidado que no es oro todo lo que reluce y los inocentes recién casados también tienen varios esqueletos en el armario. La opresión ácida, divertida y a veces terrible que van a sentir en esas cuatro paredes recuerda poderosamente a la posterior Un dios salvaje.
Interpretaciones excelsas al servicio de unos diálogos maravillosos y tenebrosos que, hoy y siempre, siguen resistiendo al terrible invasor del tiempo, para seguir enganchando a nuevo público al teatro.
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ResponderEliminarLa verdad es que la pareja protagonista consiguió hacerme sentir mal, como cuando presencias las desavenencias conyugales de cualquiera, todo un mérito de su trabajo.
ResponderEliminarFue un placer asistir a esta obra con usted.
Saludos.
Jajaja, quid pro quo entonces, mejor compaña imposible. Sí, el mérito de los dos protagonistas es impecable, te sientes metiéndote en las intimidades de un matrimonio sin ninguna clase de censura.
ResponderEliminarActuaciones con mayúsculas.