De un tiempo a esta parte, parece que el arte de la conversación fuera un disfraz atávico que ya no encajaría en ninguna fiesta de disfraces. El sosegado ritmo que conlleva esta destreza, la capacidad de escuchar e interpretar, suenan a una suave balada clásica que tuviera que intentar hacerse hueco en una tienda de discos donde suena música heavy a todo volumen.
No obstante, aún hay individuos que practican este arte. Uno de los más hábiles es, sin duda, Woody Allen. El genial cineasta, puede ser el tipo de persona, para quienes tengan el placer de conocerlo, que hace buena la expresión, "se merece un café". Es decir, que uno se puede divertir, aprender y disfrutar de un rato de su compañía, de su charla.
Visto que es poco probable que podamos invitarle esta tarde de domingo a un té y unas pastas, Eric Lax nos ofrece una vía de consolación que no está nada mal. Durante años, este periodista ha tenido encuentros con el creador de Manhattan, viendo la evolución de este artista, año tras años. Lax y Allen han pasado por casi todos los temas, desde los cinematográficos, pasando por los literarios, musicales (no olvidemos su pasión por el jazz) a los más personales (sus relaciones sentimentales con las actrices Mia Farrow y Diane Keaton, sin ir más lejos).
El presente libro, fácil de encontrar en cualquier librería especializada, es el mejor homenaje posible a este director que ha recibido varias nominaciones por su maravillosa "Midnight in Paris". Una conclusión que uno saca tras devorar sus páginas, es que, efectivamente, Allen casi nunca deja del todo desconectada la cabeza, urdiendo nuevas tramas y, explicando porque es uno de los pocos personajes de la industria que se atreve con el considerable reto de hacer un film anual, para goce de sus seguidores en todo el globo, aunque quizás, como nadie es profeta en su tierra, aunque respetado por la crítica, nunca ha gozado de un fuerte seguimiento popular en los Estados Unidos.
Intro-vertido, sagaz, excéntrico, divertido, agobiado y agobiante... Muchos son los adjetivos que se pueden utilizar con el entrevistado, pudiendo solamente reprochar a la minuciosa labor de Lax, que algunos temas inevitablemente se repiten durante las sesiones que tuvieron a lo largo de diferentes momentos de la vida del cineasta. Con todo, los incondicionales del tipo que ha enseñado a amar New York y perdonarle esa clase pseudo intelectual que la rodea, están de enhorabuena con la re-edición de este compendio de piezas sueltas que van a ayudarles a reconstruir mejor el rompe-cabezas del discípulo aventajado de Groucho Marx.
En una era tan acelerada, donde más de uno juega al ajedrez (en su vertiente más torpe) en redes sociales apresuradas y donde la superficialidad es la tónica imperante, Woody es el último exponente de la Vieja Escuela... El mejor artesano, de un arte en peligro de extinción pero que aún alcanza muy altas cotas cuando le dan un lienzo y un interlocutor atento, como es el caso de Lax.