domingo, 23 de octubre de 2011

SE ESCUCHARON LOS RAYOS, PERO...

Durante mucho tiempo, "El Capitán Trueno" ha sido uno de los tebeos más representativos dentro del panorama español. Creado por Víctor Mora para la editorial Bruguera, en muchas ocasiones se lo ha acusado de ser un exponente de valores atávicos, de un "¡Santiago cierra España!" que recuerdan a lo peor del oscuro páramo que fue el franquismo para las corrientes artísticas españolas.
Esta apreciación tiene su fundamento de verdad innegable, no obstante, limitar a este héroe de ficción enmarcado en la época de la III Cruzada (aunque las licencias son muchas y se mezclan personajes que no se corresponden con el contexto), pero en verdad hay que ponerse en perspectiva de la época. Tanto Mora como Ambrós no eran precisamente sospechosos de ser muy afines al régimen, mientras que algunos de sus compañeros como Escobar incluso eran acusados de todo lo contrario, por lo que muchos de sus diálogos deben entenderse en la época que fueron concebidos. Por el contrario, "El Jabato", un personaje de muy similares características y mismo creador, por estar ambientado en los días de la Roma imperial, se salvaguardó en buena medida de esos requisitos censores.
Con todo y a pesar de ello el personaje prosperó y prosperó, en una sucesión de aventuras de capa y espada donde el desarrollo de los pérfiles de personajes quedaba sacrificado por una sucesión ininterrumpida de entuertos, viajes exóticos, hechichería y brujería. Tan bien le fue a la creación de Mora que junto con Mortadelo y Filemón, Súper-López y muy contadas excepciones más, sigue en funcionamiento a través de los sucesores del creador original, ya que el señor Mora, nombre clave en la historia del cómic hispano, es uno de los pocos iconos de la historieta que se mantiene bien en venta y cuenta aún con su fiel legión de seguidores.
Más, honestamente, pienso que tanto esos nostálgicos como aquellos espectadores que no conozcan los antecedentes y vayan a la gran pantalla a verlo, no se van a sentir muy complacidos con la adaptación dirigida por Antonio Hernández. Largamente postergada (es una pena que Mora no haya podido disfrutarla estando en una edad más joven y habiendo pudido influir más en su desarrollo), la versión en la gran pantalla de Trueno y su ahora improvisada búsqueda del Santo Grial (como vemos, Indiana Jones fue un mero continuador) parece adolecer de todos los defectos que hacen a muchos cargarse de prejuicios con el cine nacional.
Sergio Peris Mencheta encarna al mítico capitán, conocido por ser el modelo de héroe perfecto medieval, valiente con el enemigo pero noble y defensor de los débiles, uno no va a esperar que en el guión de Pau Vergara, encontrar ahora un Trueno lleno de aristas y complejisimo, pero el retrato de espadachín bravucón y con el que uno piensa tener muy poco en común; por cierto que según dicen en los mentideros, ahora Mencheta se encuentra de pleitos por motivos de honorarios con la productora.
Le acompañan en la trama Manuel Martínez como el titánico Goliat (aunque mucho nos tememos que es bastante peor actor que buen deportista y atleta) y el joven Adrián Lamana como Crispín, escudero y paje del capitán. Como era de esperar, se cruza en su camino de regreso a Castilla la bella Sigrid de Tule, durante mucho tiempo se barajó el nombre de Elsa Pataky como la futura belleza nórdica, aunque finalmente ese rol ha ido cayendo en las redes de Natasha Yarovenko. Este atractiva actriz que saltó a la fama por abrir las puertas del cielo en una habitación romana, representa a una Sigrid que verdaderamente se encuentra muy perdida en la película, en una historia de amor con Mencheta que de tan casta, pura y tibia... se queda en un glacial tono donde uno no sabe qué pensar, la verdad.
En un ejemplo de exceso de ambición, uno, siempre desde la cómoda barrera, no deja de preguntarse por qué no se ha aspirado a menos para poder hacer más. Trueno tiene suficientes aventuras originales de luchas con rivales poco sobrenaturales y en emplazamientos exóticos pero asequibles para un presupuesto que no puede compararse con los ricos fuegos de artificio de Hollywood, una trama más modesta pero bien hecha y medida hubiera podido terminar en una cinta correcta, que hubiera satisfecho a los incondicionales y que, desde luego, hubiera evitado terminar siendo una comedia involuntaria, como sucede con esta búsqueda del Grial y donde las sobre-actuaciones rivalizan con unos decorados donde parece que los castillos y fortalezas están hechos pedazos como si fuera hoy, y los árabes tienen un acento que rivalizaría con el de los lusitanos de la no menos improvisada "Hispania".
Sienta mal, honestamente, tener que hablar así de un proyecto que ha tratado de devolver a un personaje muy representativo del cómic español, pero después del visionado no queda más remedio, casi agradeciendo que haya terminado una sucesión de gags poco inspirados y donde uno se cuestiona por qué si una de las bazas de los villanos es un ejército demoníaco, éste actúa a plena luz del día con un Sol de justicia, en vez de aparecer alguna noche por sorpresa, para variar. Sobre los elementos mágicos, mejor no hablar.
Y es que, verdaderamente uno duda que esa prometida secuela vaya a terminar rodándose... y lo peor, es que uno se alegra, porque no están los pocos héroes que quedan para la península para muchas montañas rusas de este tipo.

2 comentarios:

  1. Virgen, mira que yo tengo fama de ser permisivo con la industria del entretenimiento, pero es que esto no hay por donde cogerlo.

    No añado nada que no hayas dicho tu ya, pero vamos, facepalm absoluto de película.

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  2. Amén hermano bloguero de fatigas. 1 abrazo

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