Casi como hija de la anterior entrada, hoy comentamos un libro muy vinculado a la figura del director de la película de la que hablamos la semana pasada, Billy Wilder. Magnífico regalo de Reyes, entre otros ajetreos, he podido disfrutar la última semana devorando "Conversaciones con Billy Wilder", un compendio de entrevistas realizadas por el también cineasta Cameron Crowe a uno de los genios de la comedia en el séptimo arte.
La entrevista siempre ha sido un arte esquivo, si se hace muy bien, el resultado es extraordinario, un collage de impresiones muy ricas que van arrojando rasgos de la personalidad del entrevistado. No obstante, el más pequeño error o falta de ritmo, se penaliza caro, la mala pregunta o la floja respuesta va ralentizando a las siguientes. Es un verdadero éxito que haya sido un colega el que abordase la tarea (nada fácil por otra parte, ya que era un Wilder muy cansado y un poco de vuelta de todo), ya que comprende a la perfección el oficio que el protagonista había desempeñado y hasta perdonó cierto desplante que le hiciera tiempo atrás ante una audiencia que le solicitasen él y Tom Cruise para que hiciera cierto cameo.
Cierto es que, como toda elección tiene sus inconvenientes, Crowe y Wilder se pierden en algunos pasajes en conversaciones de rabinos, por la inherente deformación profesional que sienten dos buenos artesanos cuando se siente ante alguien que habla su lengua. Se hacen cortas las preguntas de su origen europeo y su drama familiar (tal vez el propio Wilder evitase esos recuerdos) y primeros años, aunque la figura de su esposa gana peso en las últimas sesiones, ofreciendo una imagen familiar que no se aborda en otras biografías del artista.
Como bien rescataron los publicistas de Alianza Editorial, nosotros también recurrimos a la frase que el no menos reconocido Martin Scorsese acerca de este trabajo: "Un libro precioso e insustituible como las mejores películas de Wilder".
Al efecto estético del mismo, destacar un corpus fotográfico muy bueno, imágenes algunas veces inéditas y muy interesantes. Por supuesto, trapos sucios y polémicas, como sus fuertes discusiones con Bogart durante "Sabrina" (conocido era el antisemitismo del protagonista de "Casablanca"), aunque la enfermedad del segundo propició una reconciliación.
Asimismo hay matizaciones de otras viejos tópicos de este discípulo aventajado de Lubitsch, como sus célebres broncas con Marilyn Monroe. Aunque le mataba con su indisciplina y capacidad de equivocarse en las más sencillas tomas, no le niega un sentido innato para la comedia y una sorprendente resolución en los clímax de los filmes. Otros, como su adoración de la pareja Lemmon-Matthau, era un secreto a gritos.
El esfuerzo de Crowe transcribiendo y ganándose con pericia la confianza de una personalidad tan peculiar como Wilder, hombre de verbo rápido y capaz de dejar sentado al más pintado, es el secreto del éxito de esta publicación. Ha habido temas no siempre lo suficientemente profundizados, como su modo de trabajo con Diamond (su alter-ego en muchos guiones) y, por supuesto, las decepciones, ya que nada nos suele consolar más que el hecho de constatar que los genios también tuvieron sus sinsabores.
En la exitosa carrera del vienés, hay uno en especial, un tema que le tocó la fibra y le replanteó salir de ese retiro entre consentido e inducido, para volver a ponerse a gritar "¡Acción!". Fue "La lista de Schindler". Reconociendo caballerosamente el mérito de Spilberg, como el propio Crowe, no dejamos de pensar la forma en que él le afectó este fenómeno, qué clase de visión le hubiera dado este fenomenal individuo a un tema tan delicado.
Polémicas, junto con su catalogación de Bogart, resultarán sus apreciaciones de genios tales como Peter Sellers, aunque también muestra su lado más fan y menos distanciado de todo, con Charles Laughton, el tremendo actor británico a quien sin duda coloca en un pedestal y afirma que era una delicia para cualquier director poder contar con él.
Muy curioso, libro de anécdotas, "Conversaciones con Billy Wilder" es un muy agradable y entretenido paseo por la mente de uno de los tipos más singulares que brindó su talento de El Viejo Continente a Hollywood. Entre sus tesoros, destacar cierta fotografía firmada por Groucho: "Billy, aquí tienes una firma que no aporta nada a tu colección". Sus mandamientos del guionista, también son de recomendable lectura para todas las personas que, alguna vez, soñamos con coger una máquina de escribir y tratar de ponerle sonrisa a una realidad bastante dura de por sí.
Podría comentar varias semejanzas, pero para resumir diré, que cosas como esta lo hacen ser más realista a uno.
ResponderEliminarQuiero decir, para los que de momento no tenemos más remedio que movernos en ámbito fanzinero, ésto nos pone los pies en la tierra demostrando que los grandes también han currado como cualquiera. Viene bien recordarlo a veces, cuando nos ponemos bohemios (en el sentido de soñadores, no de borrachos). Y asimismo, es imposible no verse reflejado en mas de una anécdota (tu mismo lo has relatado bien con lo de "volver a gritar acción".
Gran entrada, Viejo.
Gran entrada y gran comentario el de Easmo.
ResponderEliminarCiertamente, el caso de Billy Wilder nos reconcilia a todos los que alguna vez soñamos con escribir o expresarnos en el medio de la imaginación.
ResponderEliminarMuchas gracias Franchesk, nos vemos en tu blog.