Por motivos ajenos al deseo de este modesto blog, el ritmo de producción se ha ido ralentizando, temiendo que se extienda durante enero y febrero, por motivos ajenos a mi voluntad. Quisiera en primer lugar desear a los/as que no lo haya hecho previamente, que estén teniendo una buena entrada de año y que comiencen el 2.010 con las pilas cargadas. Particularmente, siguiendo nuestro orden no escrito, hoy nos ocupa un programa televisiso, pero hay que traer vientos de cambio y hoy vamos a modificar ligeramente el enfoque. Nos encargamos hoy de uno de los últimos profetas que nos quedan, un romántico idealista que pretende una quimera... una televisión popular de calidad que se aleje lo más posible de lo convencional, pero lo peor para algunos... es que a veces lo consigue.
No hablamos hoy de "Ratones Colorados", "El Loco de la Colina" (en sus varias versiones), o cualquier otro espacio elaborado por muy diversos (y excelentes) equipos de grabación, ya fuera en Telemadrid, TVE o, actualmente, Canal Sur. Nuestra modesta reseña de hoy versa sobre el periodista Jesús Quintero. Bueno, o mejor dicho, presentador, reporter, director y totalmente... dueño y maestro de la entrevista, como le reconoció sin rubor Susana Griso, una de las reinas del share por las mañanas, tras acudir de invitada recientemente.
Quintero tiene el raro don de hacer que sus invitados permanezcan cómodos. Incluso traseros de mal asiento como Sabina se encuentran como en su casa ante el onubense, siempre bajo esa mirada inquisititiva y dando una elección a muchos ilustres compañeros de profesión, al dejar siempre el protagonismo en manos del invitado, tanto si era de sangre azul como nuestros entrañables "Risitas" and Company. En ocasiones, sus programas parecen haber basculado demasiado peligrosamente a la vertiente freak, pero, dudo que, como en ocasiones le han acusado, se haya reído de... parece de los que se ríen con.
Esto no le quita un duende travieso y una malicia innata a la hora de buscar las cosquillas a los más pintados. Teniendo a Paz Vega no pudo resistirse a: "¿Y cómo reacciona tu marido en esas escenas donde él lo pasa tan mal y el resto disfrutamos tanto?". Tampoco pudo librarse una estrella femenina del porno, casi en atuendo de trabajo, cuando antes de abrir fuego, la inquirió: "Siendo sinceros, ¿cuántos espectadores crees que te están mirand ahora a la cara?". No corran a llamarle machista porque tampoco actores y aristas con diferente cromosoma a las anteriores se han librado de las educadas impertinencias.
No siempre he seguido a pie juntillas su carrera, aunque lo respeto, el flamenco y la tauromaquia no casan demasiado conmigo, suelo desconectarme de sus duelos verbales cuando giran en ese campo. También he decir que cuando se ha enfrentado con estrellas deportivas, ese frío distanciamiento intelectual suyo no le ha permitido empatizar del todo con la sensibilidad de este tipo de temas. ¿Por que resaltó, a mi juicio, estas pequeñas lagunas? Pues porque en el resto roza casi la perfección. Esgrimista de primera, da igual estar ante Galeano o el escritor Antonio Gala (que no pudo si no contra-atacar, "¿Y usted por qué me pregunta eso?").
Pausado y contenido, Quintero ha estado no solamente con gente famosa y... extravagante, ha hecho su profesión en cárceles, donde ha entrado con gente poco menos que muy peligrosa. Ha jugado auténticas partidas de póker y ha mantenido sus faroles, sabe tirar de la lengua y conoce que si no aporta nada decir algo... no se dice. Sus cuestiones, cual Hércules Poirot, parecen dar vueltas en cícurlos, pero apenas pretenden hacer bajar la guardia, acercarte donde quiere y llevarte a su terreno. Cuando se ha encontrado con políticos de primer nivel (han estado desde Ibarra, pasando por Felipe González, Aznar, Bono...), ha tratado que su propia ideología (que la tiene, si duda) no le lleve a la impertinencia o a la caricatura.
"Si el jefe volviera y se diera una vuelta, viendo todo el tinglado que tienen organizada, ¿no sacaría de nuevo el látigo?", fue su descarada inquisición particular a una alta autoridad eclesiástica. Y eso que Quintero tiene algo de vena de sacerdote, tras escuchar mucho a los demás, no duda en lanzar su sermón o panegírico, cumpliendo aquella frontera del genio, el pesado, el filósofo y el aspirante a Demóstenes. Tiene oratoria su lengua y ha sabido rodearse de buenos ayudantes (¿qué hubiera sido de sus primeros años sin los guiones de José Borrego?).
Tiene también algo de actor, curiosamente su vocación frustrada, especialmente devoto de los escritos de Shakespeare, con todo, no puede quejarse del cambio, los premios de crítica se han continuado a lo largo del tiempo, mas algo mucho más relevante se ha mantenido en su casi inmaculada carrera... el cariño de la gente. Es curioso, pero la mayoría de lo que les admiran, apenas pueden decir que le conocen, sin ir más lejos, un servidor de ustedes, lo más cerca que ha estado fue cuando en un viaje a Sevilla mi padre me observó que había visto pasar a Quintero en un coche de caballos, manteniendo esa expresión entre Trajano y Adriano de hispano del sur orgulloso, pero amigo de lo cambiante y lo nuevo. La misma zona hispalense donde se ha salido con la suya al incentivar y ver crecer un nuevo teatro en una calle, al que han puesto su propio apellido.
Su última obra maestra la firmó hace poco, cuando el eco del crimen aún coleaba y uno de los responsables ya está en la calle, tuenti mediante, conseguía incluso insensata popularidad. El periodista andaluz se enfrentó cara a cara con la madre de la tristemente desaparecida Marta del Castillo. Entre tanto sensacionalismo, fines egoísticas de políticos y por supuesto, bromas de malgusto, Quintero volvió a dignificar la profesión demostrando estar a la altura de tan penosas circunstancias. Siempre ha sido de admirar en él que si el entrevistado/a ha sido divertido o humorista, se ha dejado llevar por la risa loca, pero nunca ha caído en clichés de exceso dramático, que tan mal quedan en el trato y roban protagonismo a lo que nos interesa.
Fue un diálogo de un ser humano excepcional, la madre de la muchacha desaparecida demostró una coherencia, lógica y sentido de la justicia capaz de hacer sonrojar a no pocos de nuestros ilustrados letrados. Quintero, lejos de mórbidos detalles, preguntó por sensaciones, sentimientos, pérdidas, nostalgia, justicia y... por la chica cuándo estaba viva. Eso que tan pocos parece haberles importado, pero, ¿cómo no hacerlo al hablar con una madre que apenas acaba de perder a una de sus hijas? Una falta de tacto que suele ser normal en un mundo violento. La entrevista se culminó en un clima triste pero cordial, apostillando Quintero, "Y dígale a su esposo que yo nunca pagaré o cobraré por una entrevista así". Lo mejor es que cuando él lo dice te lo crees.
Bufanda para cubrirse del frío, mil veces parodiado como suelen serlo los personajes de verdad, sonrisa discreta y carcajada medida, sigue impartiendo cátedra de aquella manera que solamente él sabe... y que nos dure muchos años. Esta televisión no abunda. Un loco de la colina, una voz en el desierto, un vagamundo, uno de ésos con el que cuando nos encontramos cambiamos rápido cruzando de acerao en vez de preguntarnos por qué tirita ante la helada. Ya fuera en radio o en televisión... digno de escucharse.
Sin duda uno de los pesos pesados de la T.V. española y uno de los pocos aciertos de los programadores de Canal Sur.
ResponderEliminarY Quintero convirtió la entrevista en arte, podía apostillarse
Totalmente de acuerdo con el apostillamiento, don Francisco. Sí, la perla de Canal Sur, sin duda. Gracias por tu visita.
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