domingo, 29 de noviembre de 2009

DIOS NO COJEA



Título: House.
Creador: David Shore.
Productores ejecutivos: David Shore, Paul Attanasio, Katie Jacobs, Bryan Singer, etc.
Reparto: Hugh Laurie, Lisa Edelstein, Robert Sean Leonard, Omar Epps, Jennifer Morrison, Jesse Spencer, Peter Jacobson, Olivia Wilde, Kal Penn...
Emitida por primera vez en: FOX (2.004). Compañías asociadas: Heel and Toe Films, Shote Z Productions, Bad Hat Harry Productions y NBC.
Temporadas: Actualmente 6, pero sin cierre a la vista.
Imagina colocar la capacidad de deducción de Sherlock Holmes. El peculiar estilo de enfocar su talento de Einstein y el sentido provocador de un bohemio. Te saldría un individuo genial, carismático, brillante y... absolutamente desgraciado y con problemas de sociabilizar.
Leía el otro día en un espléndido cómic que me prestó un gran amigo, "Es la teoría el clavo. Al que sobresale... le golpean para que vuelva dentro". Bajo esta premisa, el inusual pero excelente cóctel de productores metidos a guionistas y guionistas metidos a productores, lograron acercarse a la cadena FOX, que dio vía libre a un drama médico. ¡Buff! ¡Pues vaya! ¡Otra de tantas! Pero no olvidemos, que en ocasiones hay gente que coge un tópico... para darle un giro nunca antes visto.
De la mano de Hugh Laurie (que ha recibido merecidísimos premios por su actuación a nivel internacional), conoceremos al doctor House, un peculiar médico que tiene una visión de las cosas única. Probablemente sea un maldito genio y es sin duda el mejor y más cualificado empleado que la directora (la gran Lisa Edelstein, que tiene un pulso de tensión sexual con House muy divertido todas las temporadas, pero que puede terminar alargándose sin motivo) Cuddy, pero es casi imposible el trato con él. Nunca de carácter fácil, fruto de un hogar complicado (apenas se ha desgranado su verdadera relación con su fallecido padre, un severo militar), divorciado (probablemente su misoginia ayudó) y con una cojera galopante que hace las veces de lo que Stan Lee con Reed Richards, un talón de Aquiles bien visible para que nadie olvide que este sujeto, por mucho que acierte, es humano. Ese es el nudo de las primeras temporadas. Sería imposible, por resolutivo que sea diagnosticando, que ningún paciente estuviera con él sin querer pegarle un hachazo en su cínica cara. Por ello, tiene que tener un equipo al lado, el triángulo, dicen algunos, la forma más estable: Jennifer Morrison hace el papel de Cameron, una muy atractiva joven doctora que tiene mucho que aprender de su inteligentísimo jefe, pero que le da mil vueltas tratando a los pacientes. El segundo es Omar Epps, que hace el papel de Foreman (aparte de ser uno de los mejores amigos en la vida real de Laurie), un prometedor médico que podría terminar siendo igual que House, algo que le aterra tanto como le atraen sus métodos. Entre Foreman House hay un entramado maestro-discípulo obligados a entenderse, aunque sean la noche y el día... a flor de piel, pero por dentro, son demasiado parecidos para olvidarlo. En las temporadas centrales este odio-respeto dará algunos de los mejores momentos.
Y por último el personaje de Chase, magistralmente llevado a carne y hueso por Jesse Spencer, un doctor que podría ser otro de los guapitos de cara de una nueva Urgencias, pero a pesar de su pose de niño rico tiene más neuronas de las que aparenta. En las primeras temporadas tendrá un affaire con Cameron del que los guionistas aún no se han desligado del todo, es un pelota sin escrúpulos de House, en quien confía para ascender, aunque no siempre comulga con él. Este heterogéneo grupo tendrá que convivir y entenderse, resolviendo casos médicamente imposibles. Como dice uno de los mejores colaboradores de Alex de la Iglesia: "Da igual que no tengamos ni idea de medicina ni los términos que usen. A la gente le encanta House".
Esta fórmula y la atractiva personalidad de House hubieran bastado para hacer plausible su vida laboral, pero incluso el peor de los hombres debe tener un amigo... y House afortunadamente cuenta con su fidelísimo particular. Se trata de su colega Wilson, también médico, a quien conoció hace muchísimo tiempo en un Congreso (House admitirá muchos episodios después: "Me fijé en él porque era el único que no era un capullo"), un santo varón dependiente de sus relaciones con el bello sexo y que es llevado a la pantalla pequeña por un espléndido Robert Sean Leonard. Iba a poner aquí que Wilson es el Watson particular de House, pero es tan complejo que no me termina de convencer el paralelismo. Wilson-House es una de las pocas amistades llevadas a cabo en una serie de televisión que parece comprender lo verdaderamente difíciles que son estas relaciones.
Obligados en ocasiones a compartir piso, o en el caso de Wilson a hacer de corta-fuegos cuando las demandas a House se amontonen... En la cuarta temporada, que no destriparé, por si hay algún interesado, esta amistad se someterá a una dura prueba. Wilson desaparecerá entonces y todos temeremos lo peor, pero como en otra maravillosa serie (Los Soprano), los personajes desfilan y vuelven cuando menos te lo esperas, traduciéndose en un inesperado road episode donde House y Wilson se convierten en una extraña pareja humorística muy divertida, donde además conocemos a la mamá de House (sí, porque incluso este maquiavélico de la vida tiene una madre). A diferencia de otras series de hospitales, House tiene un destacado peso del sentido del humor, si olvidar su faceta de drama médico, pero el cinismo salva muchos episodios, con diálogos inolvidables en el ascensor.

Del mismo modo, encontrando aquí otro paralelismo con otras series norteamericanas, los finales son muy significativos (maravilloso por ejemplo el del niño autista) y los temas musicales deliciosamente bien elegidos. Además, cada temporada se buscan nuevos retos a House, ya sea un inversionista sin escrúpulos que quiere donar dinero al hospital siempre y cuando se desembaracen del cojo que tanto provoca o un policía igual de toca-narices que él con quien se ensarza en una discusión.

A mayor escala y a través de los episodios, vamos viendo, igual que con Sherlock, los problemas de House con sustancias adictivas, en su caso la vicodina. Es muy atrevido, incluso en nuestros días (quizás salvando Weeds), que el principal protagonista de tu espacio sea un drogadicto declarado. Otro punto polémico es la duración, a diferencia de algo que tienen muy claro otros productos angloparlantes, House no apuesta por los benditos 20 minutos, sino que la serie se alarga hasta rozar la hora. Mientras reparto y guionistas estén a la altura, no habrá problema, pero esto puede acelerar la pérdida de ideas. Pero creo que eso ya lo saben y se demostró con un terremoto que sorprendió al propio casting, especialmente a los actores, que tomaron la sabia idea de “Si algo funciona, no lo arregles”. Pero en el Ecuador de lo que llevamos de serie se decidió desmontar a los colaboradores de House.

Esto que provocó una de las temporadas más alocadas, teniendo Foreman, Cameron y Chase que buscarse la vida, que quizás haya hecho que pierda algún incondicional, pero que yo me aventuro a pensar ha salvado la serie a largo plazo. Con la fórmula “todos contra House pensando que no lleva razón pero al final la lleva”, sus tres aprendices de brujo están preparados para buscarse la vida, así que él tiene que buscar nuevos candidatos. Si pensaron que Risto Mejide era duro en sus valoraciones, no han visto esos episodios.

Peter Jacobson, Olivia Wilde, Kal Penn, etc. Entre muchos otros, irán desfilando a veces para más tiempo y otras para menos, tratando de aportar su personalidad y ser útiles al severo House. Algunos personajes duran poco pero son entrañables, como el viejo celador que de tanto tiempo entre agujas y ungüentos tiene más conocimientos que muchos aspirantes y logra pasar una temporada con House, con el que sin embargo concuerda un despido inesperado pero brillantemente resuelto y que explica la forma de funcionar de House, por oposición de ideas.

A día de hoy House tiene muchos retos. Su pulso con Dios, que como con Moisés, de momento ha quedado en tablas, sigue pendiente, el personaje tiene en su ateísmo racional su principal atractivo, pero esto siempre le deparará grandes discusiones con pacientes que si piensen en el más allá. De la misma forma, sus cimientos con Wilson y Cuddy no son tan sólidos como para no desmoronarse si sigue siendo como es, mientras que su nuevo equipo debe tratar de hacer olvidar a los inolvidables Foreman-Chase-Cameron (que sin embargo los aficionados no están dispuestos a verles marchar, así que habrá que buscar que sigan apegados al buen doctor de alguna forma).

Como conclusión de esta provocadora serie, me aventuro a pensar que nunca perderá el favor del público si House se mantiene como es y los guionistas le siguen propinando su buena ración de derrotas que la hagan autobajarse del pedestal… Esto quedó muy bien reflejado en su maravillosa y extraña partida de ajedrez con el “Niño cabrón” y cuando Wilson le confiese que le habían ocultado la verdad de su acierto en un arriesgado diagnóstico temiendo que su gran amigo empezase a creérselo demasiado y experimentar hasta barreras divinas con los enfermos. A lo que House, volviendo a ser de carne y hueso contesta: “Dios no cojea”.

Magister dixit.

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