domingo, 24 de febrero de 2019

USUAL LOSERS: LOS ENEMIGOS SUPERIORES DE SPIDERMAN


Festina lente. Acercarse despacio a las cosas no suele dar mal resultado. A las alturas que el guionista Nick Spencer conseguía libertad por parte de Marvel para hacer una serie secundaria del trepamuros más famoso del mundo, Dan Slott estaba alcanzando gran revuelo ese 2015 por sus decisiones con respecto a la colección principal. Por ello, su proyecto de Enemigos superiores de Spiderman jugaba con la ventaja de no tener la presión del escaparate, algo que el heterodoxo escritor iba a aprovechar de forma admirable. 



¿De qué iba el experimento? Pues de contar la andadura de unos supervillanos que no resultaban especialmente terroríficos. Spencer escogió entre los olvidados y menos carismáticos para hacer una alineación forajida poco deseable, lo cual le daba la ventaja de que había tan escaso bagaje en sus mochilas que les podía poner el pasado y personalidad que él quisiera. Escarabajo, Conmocionador, Bumerang, Demonio Veloz y Turbo serían el nuevo juguete de Spencer, quien no pensaba tener piedad con ninguno de estos integrantes al diseccionar a cada pieza del engranaje en su día a día.  



El dibujante tampoco sería convencional para lo que se espera de una industria donde la poses hipermusculadas están a la orden del día, en ocasiones, dejando la sensación de fórmula trillada por el abuso del género superheroico. Steve Lieber desentona en esa onda, siendo un artista poco dado a las hipérboles gráficas, sus personajes no parecen ser inquilinos constantes del gimnasio o la pasarela Cibeles. Un ambiente terrenal y  la difícil capacidad de narrar con sencillez cada una de las escenas le hacían el compañero de viaje ideal de Spencer. En poquito tiempo, el boca a boca de las personas aficionadas al cómic empezaron a señalar a esa extravagante idea que parecía, pese a toda la locura, saber muy bien a dónde iba. 


Y eso contando con que la estructura del argumento no era especialmente fácil. Rocambolescas tramas como el paradero de la cabeza de Cabello de Plata o las distintas traiciones que los integrantes del grupo se realizan entre sí están concebidas a largo plazo, como una especie de novela-río donde todo termina convergiendo. Un ácido humor negro preside toda la velada, aunque, y aquí radica uno de los secretos de su éxito, hay un componente de ternura bien colocada para impedir que el cómic caiga en un pesimismo absoluto. 



Una prueba palpable es a través de uno de los villanos más particulares del grupo: El Conmocionador. Perfectamente diseñado por John Romita en los años dorados de Spiderman, es quizás el antagonista al que más cosas le varía Spencer para hacerlo bastante más patético que en otras versiones. No obstante, aunque le quita ese aura de amenazante, no deja de ser un tipo inteligente y más solidario que el resto de la cuadrilla rufianesca, un individuo poco valorado entre la jauría en la que se ve envuelto. A pesar de todos sus sufrimientos, no deja de notarse que Spencer y Lieber le tienen en estima. 



En cambio, otros como Boomerang y Escarabajo bien podrían encontrarse en niveles reptilianos en cuanto a moralidad. Spencer incluye alguna sorpresa especial con respecto a la segunda incluyendo una conexión importante con uno de los matones predilectos de la mafia del universo arácnido, sobre todo tras cierta película reciente. 


Además, aunque Spiderman apenas salga, no deja de ser un fantasma omnipresente en cada página. Spencer reflexiona con agudeza sobre la verdadera naturaleza del héroe. En aquellos momentos, Slott había hecho la audaz apuesta de colocar con el manto arácnido a Otto Octavius, algo que, de forma involuntaria, estos antagonistas detectan. Resulta enternecedor como uno de ellos afirma que en el pasado incluso le costaba contener la risa ante algunos de los chistes usuales de su némesis, mientras que ahora ha dejado de ser divertido y mucho más despiadado. 



Asimismo se juega con el contraste de estos viles pero pobres diablos en comparación con personalidades verdaderamente malvadas (Cabeza de Martillo, Camaleón, Lápida, El Búho, etc.) que se cruzan con esta peculiar agrupación como un panzer a campo abierto. Hay atinados giros de guión y revelaciones inesperadas que incluyen guiños para las personas aficionadas desde hace años a la franquicia arácnida. 



El tiempo dictará sentencia, pero cada vez parece más claro que este extraño paréntesis dentro de las múltiples colecciones de una de las gallinas de los huevos de oro de Marvel tiene el aroma de que se va a convertir en una serie de culto, llamada a perdurar con mucho cariño en la retina de la persona aficionada. Unos perdedores/as habituales que mostraron mucho más carisma que sus supuestos vencedores.  



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domingo, 17 de febrero de 2019

EL ESCÁNDALO DEL SIGLO


Cuando uno de nuestros autores/as favoritos fallece, sentimos que nos falta algo. Por supuesto, podemos releer sus mejores trabajos, aunque con la incómoda sensación de que ya no volveremos a ver nada nuevo de su pluma. Por ello, felices hallazgos de archivos perdidos alimentan el amigable espejismo de que no se nos han ido del todo, pudiendo pasar las páginas recuperadas con la sensación de tesoro rescatado de las aguas sumergidas. El escándalo del siglo es una reciente reconstrucción de las crónicas periodísticas de uno de los mejores escritores del siglo XX, Gabriel García Márquez, máximo exponente del género llamado el realismo mágico



Jon Lee Anderson exhibe en su prólogo conocer muy bien la trayectoria en prensa del artista colombiano. Provocador en sus declaraciones, el Gabo siempre restó importancia a su formación literaria, llegando a afirmar incluso que se sentía sobre todo periodista antes que cualquier otra cosa. Distinguió a ese oficio con el título de profesión más bella del mundo. Pero esta recolección de sus mejores crónicas también pondría en tela de juicio la aseveración. 



Basta rememorar Diario de un naufrago para ver que incluso en los relatos más documentados siempre se veía tentado de colocar el mayor lirismo posible. Contador de cuentos por vocación, García Márquez se deja llevar por la fábula en la realidad, a la cual acusa de ser inverosímil. Fiel a ello, coge las noticias más verdaderas para mostrarlas bajo su prisma de gran prestidigitador. 


Dos de las mejores piezas vienen de su estancia en Roma. Una increíble crónica que mezcla al Santo Padre y el misterio de una muchacha fallecida en extrañas circunstancias, así como el relato de Wilma, joven romana, el cual se lee sin aliento y dejando un rastro de misterio entre sí que habría firmado Agatha Christie sin ningún problema. 



También hay pasajes para la polémica. De todo el mundo es sabido de la relación personal entre el premio Nobel de literatura y Fidel Castro; incluso ante las cuestiones más controvertidas del régimen cubano mostró una actitud de simpatía por la causa que le granjeó no pocos problemas con amistades como el también escritor Vargas Llosa, con quien vivió una relación de amor-odio que no se saldó en reconciliación precisamente. 



Pero independientemente de cualquier ideología política, a una obra hay que juzgarla por su calidad, se discrepe luego de ella o no. Y en el caso de García Márquez siempre es una experiencia única, alguien capaz de llevar a su audiencia justo por los recovecos de Macondo que él pretenda. De hecho, se observa cómo ya empezaban a surgir ideas en su mente como los Buendía, los primeros bocetos de la que sería su gran obra maestra: Cien años de soledad


París fue asimismo otra de sus cunas. Una mini-colonia latina donde el talento era moneda común. El forastero colombiano vivió con pocos recursos en una casa de las llamadas en la época de mala nota, probablemente fuente de inspiración para denunciar la trata de blancas que incluso en la sofisticada Ciudad de las Luces se daba con frecuencia. En aquellos días, a pocos metros se podía parar a saludar a Hemingway o tomar un café con su compadre Plinio Apuleyo Mendoza. 



La antología presentada en esta bonita edición nos lleva a volver a disfrutar de la tensión narrativa de un genio que casi siempre jugaba al despiste. También agradan ver las imperfecciones del arranque (ni siquiera los más grandes nacen enseñados), como todavía al comenzar su andadura por Bogotá no sacaba partido de sus puntos más fuertes. O los juegos de disertar sobre lo fácil de encontrar una noticia cuando hace una columna donde no habla de nada. 



"Escribo para que me quieran más mis amigos", dijo una ocasión. Y gracias a su escritura logró tener muchas generaciones de amistades que ni siquiera lo conocieron en persona. El escándalo del siglo nos permite volver a recordar lo buenísimo que fue el Gabo, tanto de periodista como escritor. ¿O acaso no serían ambas profesiones primas-hermanas entre sí? 



BIBLIOGRAFÍA:



- PERA, C., Gabriel García Marquez: El escándalo del siglo, Random House, Barcelona, 2018.



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https://www.amazon.es/esc%C3%A1ndalo-siglo-Literatura-Random-House/dp/8439734867



https://www.revistavanityfair.es/la-revista/articulos/gabriel-garcia-marquez-cien-anos-de-soledad-historia/29572



https://elsilenciodeulises.wordpress.com/2017/06/14/garcia-marquez-en-paris/

domingo, 10 de febrero de 2019

EL HOMBRE QUE MATÓ A DON QUIJOTE


Partía como una película maldita. Terry Gilliam acumulaba décadas alrededor de un proyecto que había podido hasta con los más grandes, incluyendo luminarias como Orson Welles. Don Quijote de la Mancha, la mítica creación de Miguel de Cervantes, nunca ha sido presa fácil para la adaptación cinematográfica. El ingenioso hidalgo permanecía esquivo al celuloide, probablemente porque esta obra maestra literaria se mueve mal en otras aguas, incómoda al verse alejada de su hogar de origen: las páginas escritas. 



Su estreno el pasado año ya venía con la suficiente expectativa para decepcionar a propios y extraños. Molida a palos como cierta pareja de aventureros que salieron de un lugar de cuyo nombre no queremos acordarnos para deshacer entuertos, El hombre que mató a don Quijote se planta como una cinta valiente, original y arriesgada. Todo comienza con Toby (estupendo Adam Driver), un director artístico que ha derivado en el pragmático mundo de la publicidad, quien retorna a España para reencontrarse con ecos de su pasado. 



El Quijote siempre ha sido una cuestión delicada. Un libro de obligado alquiler en la estantería, si bien árido y misterioso en ocasiones. Pese a su importancia, es un error pretenderlo como lectura inicial, puesto que se trata más bien de un final de camino, la última etapa del viaje. Sus códigos exigen una pausa y calma que cuesta en el estilo de vida que llevamos hoy en día. Gilliam y Tony Grisoni adaptan con audacia el texto para intentar respetar el alma de la novela e intentar hacer una fábula inspirada en ella, conscientes de que la mera copia solamente afearía el punto de partida. 


El film es una práctica de metaficción constante. Toby se reencontrará con un antiguo actor amateur a quien él mismo escogió para hacer de don Quijote, debido a su singular físico. Su intérprete es Jonathan Pryce, estampa sobria y elegante para hacer de este álter ego cervantino, un humilde y sencillo zapatero que quedó presa del personaje de ficción tras meterse en su piel. Como ocurre en las dos partes de la novela, ambos irán conformando una peculiar pareja donde se irán contagiando su locura-cordura de formas inesperadas. 



Un reparto escogido con mucho mimo les acompaña. Estrellas internacionales de la talla de Stellan Skarsgard u Olga Kurylenko se combinan con excelentes aportaciones nacionales (destacando Rossy de Palma, Jordi Mollà y Óscar Jaenada), creando una atmósfera que divide con rapidez a la audiencia. En El hombre que mató a don Quijote hay que meterse en el juego con rapidez o salir de él, no existiendo la opción de la indiferencia, todo resulta extremo en su estilo onírico, con una delicada fotografía y la clásica eficacia musical de Roque Baños. 



Pudiendo criticarse cuestiones del accidentad montaje y cambios que ha sufrido este proyecto a lo largo de su ejecución, no parecen adecuados los reproches de que no es fiel al espíritu original. De hecho, como bien apuntalaba el crítico mexicano Luis Miguel Cruz, sin ser imprescindible haber leído al completo el corpus cervantino, sí que es una pieza que va a exigir que su audiencia esté familiarizada con los hitos literarios a los que alude sutilmente. De hecho, se aleja de algunas versiones hollywoodiense para aproximarse más a esa ruptura que se producía entre la primera y segunda parte del texto original.


Conforme avanza el metraje, comprendemos que Alonso y Sancho no van a estar solos. En realidad, nunca lo han estado. Pocos personajes en la literatura han salido menos que Dulcinea, sin embargo, cuántos protagonistas se cambiarían por haber tenido la trascendencia de la dama del Toboso, un fantasma que rige omnipotente e invisible en cada acción del mítico Quijote. Gilliam escoge a Joana Ribeiro para ese papel, siendo una joven a quien Toby dio un pequeño papel en su film, además de hacerla soñar con un futuro mejor lejos de su pequeño pueblo. De esa ilusión llegó una cruda realidad que la hizo albergar sentimientos encontrados por el cineasta.



El estilo de su vestuario y composición de escena no podría ser más barroco, teniendo siempre la sensación de que nos movemos en la difusa frontera entre la pesadilla y el sueño. No todo encaja y faltarán cosas, pero sí que se transmite la pasión por el tema de un director con ganas de divertirse con uno de los trabajos pendientes que siempre había tenido. Y eso se nota en la evolución de los arcos de personajes, siendo el crecimiento de Ribeiro en pantalla una de las más claras, fundiendo en sí misma muchas de las almas de los personajes femeninos del período en una.



Gustará más, gustará menos. Pero no podemos quitarle el mérito a Gilliam de salir valeroso a un reto grande sin miedo a ser molido a palos. Y eso, al igual que sucedía con cierto ingenioso hidalgo, siempre ha merecido y merecerá un respeto.



FOTOGRAFÍAS EXTRAÍDAS DE LOS SIGUIENTES ENLACES:



https://www.estiloysalud.es/noticia/4993/estrenos/el-hombre-que-mato-a-don-quijote.html



https://www.estiloysalud.es/noticia/4993/estrenos/el-hombre-que-mato-a-don-quijote.html



https://www.filmaffinity.com/es/film806256.html

domingo, 3 de febrero de 2019

CICATRICES


Heridas abiertas es una serie realizada a flor de piel. Recurre a las viejas fórmulas de televisión en un tiempo de sucesión de temporadas y universos fantásticos. Aquí se trata de una mini-serie directa y auto-conclusiva que coge sin rubor la fórmula de los mejores culebrones y folletines. Basada en la novela de Gillian Flynn, la trama se centra en el regreso de una periodista, Camille, a Wind Gap (Missouri) para cubrir un extraño crimen. 



La elegida para encarnar a la protagonista es nada menos que Amy Adams (La llamada, La gran estafa americana, etc.), una de las mejores actrices de los últimos tiempos, verdadero cheque al portador para garantizar la seriedad del asunto. Desde el primer momento, Adams se mete en la atribulada piel de un personaje complejo que tiene un pasado en su cuna de origen que en nada desmerecería a una habitante de Twin Peaks. Y es que volver a casa le recordará la tensa relación que siempre ha mantenido con su madre, Adora, de quien se distanció, volcándose la segunda en la hermana pequeña de Camille. 



Una veterana de lujo como Patricia Clarkson (Frasier, Si la cosa funciona, The party, etc.) sirve para dar la adecuada réplica a Adams. Una relación materno-filial neurótica y enfermiza que atrapa desde el primer instante. El resto del casting está perfectamente escogido para la ocasión, con personajes carismáticos aunque salgan en apenas un par de escenas.


En una época donde casi se impone que hay que ver 48 horas prescindibles porque a partir de la séptima temporada la serie mejora, los ocho capítulos de la auto-conclusiva Heridas abiertas son un alivio de luto digno de agradecerse. Jean Marc Vallee, quien dirigió con mano maestra Big little lies (La verdad sobre la perfección), vuelve a ponerse detrás de las cámaras para narrar con la difícil sencillez de los buenos artesanos una historia familiar con muchos cadáveres debajo de la alfombra.



Como se podía esperar, Amy Adams lleva a su protagonista justo donde la trama la necesita, brindando una interpretación complicada, arriesgada y plagada de matices. Está muy bien rodeada y tiene secundarios lo suficientemente interesantes y carismáticos para darle merecidas pausas en su despliegue, mientras que vemos que la atmósfera del pueblo amenaza con engullirla. Solamente otro foráneo, el detective Richard Willis (Chris Messina), parece permitirle un respiro.



Pero ningún alto en el camino parece esconder la verdadera reflexión de este intenso trago que es Heridas abiertas: un viaje a la auto-destrucción. Eliza Scanlen encarna a la hermana pequeña de Camille, una especie de versión juvenil de sus antiguos errores que intenta que ella no repita. Entre madre e hija mayor se producirá un pulso por intentar arrebatar a la otra la influencia sobre alguien que estaba más próxima de lo que parecía a las víctimas. El triunvirato Scanlen, Adams y Clarkson tiene tanta química que nos creemos sin problema que son familia de verdad.


Con la duración justa y necesaria para contar lo que pretende, la atmósfera del programa deja momentos realmente inquietantes. Hay muchas sorpresas en la caja de Pandora, debiendo recomendarse que no apaguen hasta el final, porque hasta el último minuto hay sorpresas macabras en un puzzle plagado de sombras.



Incluso una inocente caja de muñecas se convierte en algo inquietante a través de una fotografía cuidada y todo el ornamento que sabe ponerle HBO a las cosas. Pero, además, aquí hay simplicidad, un inicio, nudo y desenlace que deja un regusto exquisito. Hay cicatrices que parecen cerradas solamente para explotar con más fuerza al siguiente instante.



Toca todo sin decir nada en muchas ocasiones (bullying, el pasado esclavista de la localidad, el abuso, los machismos adolescentes, la manipulación familiar, etc.), dejándonos un montón de preguntas y muy pocas respuestas. Tal vez precisamente por eso sea un regalo envenenado tan bien envuelto y de obligatoria abertura. 



FOTOGRAFÍAS EXTRAÍDAS DE LOS SIGUIENTES ENLACES:



http://cinemania.elmundo.es/serie/heridas-abiertas-la-true-detective-femenina-que-nunca-tuvimos/



https://www.rockandpop.cl/2018/04/del-director-de-big-little-lies-llega-sharp-objects-la-nueva-mini-serie-de-terror-y-suspenso-de-hbo/



https://www.slashfilm.com/sharp-objects-trailer-2/